Hace ya dos semanas, el titular “Bruselas ampara las devoluciones en caliente en las vallas de Melilla y Ceuta” corrió como la pólvora entre los medios nacionales. Se trata de una noticia de la que ya se había hecho eco El Faro y que muchos se esmeraron en interpretar a su manera.
Las reacciones políticas no se hicieron esperar, y tampoco las de las organizaciones implicadas en derechos humanos. La más demoledora fue, sin duda, la del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) que matizó que la Comisión Europea (CE) no ampara la práctica, sino el marco legal que la contiene. Para este organismo es una diferencia sustancial que aleja la realidad de la política del ‘todo vale’ en la frontera.
En la edición de El Faro de hoy se puede leer que Bruselas ha vuelto a amparar una práctica que ha traído cola durante un tiempo. Esta vez, sin embargo, parece que no caben medias tintas.
El Ejecutivo comunitario no ve ningún tipo de traba legal en que las personas que solicitan asilo en Melilla no puedan moverse libremente por el resto del territorio nacional hasta que la Policía se lo permita.
No viene de nuevas. Es una duda, una queja o una reivindicación que llevan tiempo verbalizando formaciones políticas y ONGs. La última fue Amnistía Internacional, que denunció un agravio comparativo si se hace balance en lo que supone para un refugiado el pedir asilo en Melilla o en otro país de la Unión Europea. La diferencia está en que, nada más y nada menos, estas personas no pueden moverse libremente.
Es cierto que Bruselas ampara que, en determinados contextos, como en las ciudades autónomas de Melilla y Ceuta, “los solicitantes no gocen de libre circulación”, en palabras del comisario de Migraciones, Dimitris Avramopoulos, remitiéndose a una Directriz de la UE. Sin embargo, seguramente más de uno se pregunte qué pasaría ante una situación similar años atrás.
Para bien o para mal, muchos recuerdan la figura de la predecesora de Avramopoulos, Cecilia Malström, que se metió en más de un ‘fregado’ con sus declaraciones sobre concertinas o con sus críticas hacia la política migratoria de nuestro Gobierno. ¿Daría Malström la misma respuesta ante por qué los refugiados que piden asilo en Melilla no pueden moverse libremente y salir de nuestra ciudad?
“Es una cárcel”, comentaban algunos sirios que se manifestaban en la Plaza de España este verano para quejarse de la tardanza en su salida. Menos mal que ahora los trámites van más rápido, que los solicitantes de asilo no esperan meses y que no se ‘estancan’ en Melilla.
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