'Annual’, ciénaga inquebrantable de sucesos luctuosos del que se emanaron infinitas secuelas para redimir el honor de las armas y la reputación de la Monarquía Hispana, imprimiría un antes y un después en la ‘Guerra del Rif’ (8-VI-1911/27-V-1927), el último conflicto y el de más magnitud de las ‘Campañas de Marruecos’, con el protagonismo inexpugnable de rifeños, gomaríes y yebalíes practicando como modus operandi la ‘guerra de guerrillas’.
Como es sabido, con la ‘Batalla de Uarga’ (13-IV-1925/20-VII-1925), también conocida como el ‘Annual Francés’, entre los ‘Ejércitos de la República del Rif’ conducidos por el General Mhamed Abd el Krim (1892-1967), hermano menor Abd el Krim (1882-1963) y las ‘Tropas Coloniales Francesas’ dispuestas por el Mariscal Louis Hubert Gonzalve Lyautey (1854-1934), funcionó de casus belli por el que definitivamente los galos apoyaron a España en el concierto diplomático y militarmente en la conflagración.
Teniendo en cuenta lo que paulatinamente se iba entretejiendo, la contribución franco-española puede considerarse excepcional, en un entramado de total susceptibilidad e indisposición entre los actores coloniales contendientes.
Al hilo de los dos pasajes que preceden a esta narración y en un contexto irresoluto y tornadizo como el que aquí se relata, Mohamed ben Abd el Krim el Jatabi, o simplemente, Abd el Krim, despuntó en el seno de una familia de notables perteneciente al clan de los Ait Yusef u Alí. Una de las cinco fracciones de la cabila de los Beni Urriaguel.
A dicha tribu concernía la población de Axdir o Ajdir, que a la postre, se convertiría en la capital, edificándose el centro político que representó a las tribus a través de un Consejo de la resistencia. Asimismo, se redactó una constitución de cuarenta artículos que no se conserva, sospechándose que se quemó junto con el Centro Gubernamental.
Lo cierto es, que los habitantes de esta franja costera del Rif Central, mantuvieron vínculos con los españoles por medio del comercio surgido en la Plaza de Alhucemas. Obviamente, se establecieron nexos de afecto con los militares y civiles, sobre todo, a nivel productivo. A pesar de todo, esta urbe mantenía la llama ardiente de su independencia, que a veces ante el mínimo resquicio de sentirse amenazada se tornaba combativa.
Entretanto, el padre de Abd el Krim, Abd el Krim ben Mohamed el Urriagli, era un alfaquí instruido en la Ley Coránica, elegido Juez Islámico por el Sultán Mulay Hasán para reproducir el cargo en su cabila en nombre del Majzén y gozando de gran reputación entre los suyos. Como resultado de esta influencia, las autoridades españolas vieron con buenos ojos que interviniese de interlocutor, para vertebrar una política de cohesión a la causa colonial. Más tarde, se le concedió la condición de ‘moro pensionado’, al sobresalir como uno de los cabileños que más apuntalaba el partido español en Axdir.
A la par, el futurible Emir del Rif, Abd el Krim hijo, realizó los estudios propios de Derecho Islámico en la mezquita ‘Al Qarawiyin’ de Fez y, subsiguientemente, se desplazó a Melilla donde se le propuso un puesto de profesor de lenguas arábigo-bereberes, enfocado a los hijos marroquíes que residían en la Plaza.
“En el horizonte se atisbaba el engendro de un Gobierno que abría las puertas a la República del Rif y superpuesto, el Desastre de Annual y el capítulo aciago del Monte Arruit”
Gradualmente, conjugó su ocupación de docente con la elaboración de artículos en el ‘Diario El Telegrama del Rif’, preconizando los beneficios de la praxis civilizadora española para que Marruecos emergiera de su postergación ancestral, hasta encumbrase económica y culturalmente. Simultáneamente, desaprobaba el colonialismo que Francia practicaba en la zona del Protectorado.
Ni que decir tiene, que este sentimiento proveniente de su progenitor, se basaba en que España tras el descalabro sufrido en Ultramar, apenas tendría potencial para involucrarse en otras conquistas coloniales, pero su ayuda económica y de asesoramiento técnico siempre comprometido desde la Convención de Algeciras (7/IV/1906), favorecería a la prosperidad general del país.
Conjuntamente, Abd el Krim, operó de intérprete y Cadí de las ‘Oficinas de Asuntos Indígenas’ de Melilla, lo que le equivalió a ser recompensando con varias condecoraciones y ascensos. Sin inmiscuir, que su padre seguía figurando entre los elegidos para el impulso de algunos proyectos de desembarco de las Tropas en la Bahía de Alhucemas, pero, que finalmente no llegaron a plasmarse.
Este respaldo le supuso a Abd el Krim padre, la merma en sus descalificativos y continuas agresiones a sus más próximos y bienes. Hasta el punto, que transitoriamente hubo de establecerse en Tetuán. Indiscutiblemente, la cancelación de los proyectos antes aludidos, conllevaría que se quedase sólo e indefenso ante las facciones contrarias a la penetración de extranjeros en los territorios.
Habiéndose dibujado un panorama perjudicial a sus intereses, persistió contribuyendo hasta 1914, aunque con más desafecto. A ello hay que añadir, la admisión de Turquía como aliado de Alemania en la ‘Primera Guerra Mundial’ o ‘Gran Guerra’; precedente por el que rechazó su concurrencia e inclinando sus incitaciones de cara a los propósitos de Abd el Malek, nieto del líder de la resistencia argelina contra los franceses, Abd el Kader, firme seguidor del movimiento panislamista de los ‘Jóvenes Turcos’, que aspiraba a una revuelta en la zona del Protectorado francés.
Era notorio que los representantes españoles fuesen más escépticos con respecto a la familia Abd el Krim, y más aún, desde el instante en que se tramaron varias confabulaciones para denigrarla, partiendo de un bando rival del partido español dirigidas por Cheddi, y por el que la Administración colonial tomó cartas en el asunto.
Desde este mismo intervalo se originaron múltiples episodios turbulentos en el Rif a favor de la Yihad, emprendida por Abd el Malek, poniendo en el retículo a los franceses y turcos. Mientras, los Abd el Krim se declararon favorables a la misma, siendo inculpados el padre de ser su máximo incitador en su cabila y el hijo como el inspirador en Melilla.
Sospechas que corrieron como la pólvora y se vieron consolidadas en sus argumentos, tras el contacto sostenido por este último con un alemán que indicaba pretender desplazarse a Axdir, para inmediatamente entrevistarse con su padre.
Por otro lado, los españoles se sentían obligados a permanecer en la imparcialidad, en virtud de los compromisos acordados en los Tratados con Francia, requiriendo literalmente que, ante todo, los “moros amigos de España, no se decantaran por los turcos y alemanes en contra de los alicientes franceses”.
Pronto, como fórmula de presionar al padre, se sugirió que sus dos hijos, Abd el Krim y su hermano Mhamed, se les retuviese en Melilla sin que pudieran marcharse a su cabila. Imposibilitando que tramasen en contra de las autoridades hispanas, porque se intuía en las informaciones sondeadas.
Ya, en 1915, se desenmascaró la postura de Abd el Krim de las que se extraen algunas conclusiones. Primero, el que estaba llamado a ser el estandarte de la lucha por la libertad y la autonomía de los pueblos, apoyaba a los turcos y abanderaba la Independencia del Rif no ocupado. Segundo, desafiaba a los españoles, si estos llevaban a término la invasión militar de los territorios en curso, insinuándole que se conformara con los que disponía.
Y tercero, el futuro caudillo rifeño estaba presto a conformar múltiples harcas, en previsión de los franceses, aunque supuestamente no significase una intimidación para el devenir de los españoles. Finalmente, a Abd el Krim se le procesó y quedó imputado de ser partidario del bando turco-alemán en contra de España.
Si bien, el Juez dictaminó su absolución, porque la inculpación se sustentaba en averiguaciones de individuos contrarios a los círculos opuestos a los de Abd el Krim, el Alto Comisario impidió dejarlo en libertad, fundamentando que sus pensamientos, aun no siendo constitutivos de quebrantamiento, eran temerarios por el encaje de España en Marruecos al estar íntimamente enlazados a los de Francia.
Producto de estas lógicas rigurosamente de carácter político y un método de apremiar al padre para cooperar con los mandatarios españoles, Abd el Krim, quedó internado en el ‘Fuerte de Cabrerizas Atlas’ de Melilla.
Posteriormente, en un intento de huida, al romperse la cuerda por la que descendía, cayó al foso provocándole lesiones de consideración en uno de los miembros inferiores que le dejarían secuelas y cojera de por vida.
Alcanzado el año 1916, el padre de Abd el Krim inquieto por el encarcelamiento de su hijo e influenciado por la intermediación de varios representantes de prestigio, se replanteó la viabilidad de avalar un nuevo trazado de desembarco, pero una vez más, quedó en agua de borrajas.
Este apoyo presumible permitió que Abd el Krim abandonase la cárcel y en su raciocinio, tenía muy claro que preservaría el honor si se reunía con Abd el Malek y los resistentes rifeños. Pese a todo, la maniobra de poco le valdría ante las advertencias recibidas de desmantelar su casa y poner su vida en juego, por lo que se inclinó a trabajar con los agentes españoles.
En breve, el fallecimiento de algunos afiliados del partido político y la devastación de viviendas y pertenencias, incluyéndose la de Abd el Krim padre, ocasionó que la Administración Hispana se sintiera obligada a socorrerlo, proporcionándole una damnificación para reparar sus propiedades. Al igual, que rehabilitar a su hijo como Juez de Melilla, ostentando tan alta magistratura y remunerar los gastos de estudios de su hermano Mhamed.
En esta tesitura, el Cadí de Axdir, Abd el Krim, quien se alzaría en la gran insurrección de 1921 y entre 1923 y 1926, sería Presidente de la República del Rif, expuso a los españoles que se ejecutara el desembarco tan esperado, pero no en Alhucemas, sino en un área contigua en la Cabila Temsamán correspondiente a la Región del Kert. De principio, aquello parecía prematuro, porque se entendía que era indispensable robustecer la proyección del partido español en la zona. Quedando en el tintero el diseño original de concretarse la operación en la Bahía.
Este quinto esfuerzo augurado para 1918, otra vez se pospuso. Claramente, contradicho por los cabileños y la imposición del Comandante Militar de Alhucemas, Manuel Civantos Buenaño, se convierte en la punta de lanza en la que Abd el Krim padre determinó no colaborar jamás con las autoridades.
Tras el retorno de Abd el Krim hijo y de su hermano, su padre le prohibió que volviesen, el uno a Melilla y el otro a la capital de España, a pesar de los avisos y responsabilidades de cualquier suceso discrepante que aflorase en una visita prevista del Alto Comisario, asistido por los tres Comandantes Militares con Sede en Ceuta, Melilla y Larache.
El año 1920, se torna en el punto de inflexión como consecuencia del nombramiento de Manuel Fernández Silvestre (1871-1921) como Comandante General de Melilla, e indudablemente, su política de ocupación militar hacia el Rif Central. Tres largos años de nefastas cosechas y las réplicas militares españolas, concatenaron que las cabilas estuviesen convulsas y alteradas, fundamentalmente, la que atañe a Beni Urriaguel.
Abd el Krim y su tío, Abd es Salam, se encaminaron a la harca creada a los efectos de contrarrestar a las ‘Tropas Españolas’, ensamblándose lo que los nativos denominaron ‘el partido de los pequeños’. Inesperadamente, por una enfermedad muere el padre de Abd el Krim y este será distinguido como el Jefe irrefutable. Progresivamente, obtiene el beneplácito de otras cabilas y va imponiendo su jerarquía sobre el resto del territorio.
En un tira y afloja sin tregua, se abría la hendidura a una salida negociada, cuestión que para los mandos del Ejército no era otra cosa que someterse a los objetivos de conquista de Silvestre. Sobraría mencionar los conatos infructuosos tanto por el Gobierno de Manuel García Prieto (1859-1938), como con la dictadura de Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (1870-1930).
Sin embargo, la desaprobación de aquellos políticos que no estaban por la labor de cualquier tipo de entendimiento, más la voluntad de los africanistas por la conquista militar, espolearon la dirección de los acontecimientos cada vez más enfilados y asestados a un conflicto armado.
Llegando a la coyuntura culminante de la figura de Abd el Krim, éste era cada vez más remiso a la Independencia del Rif, encarando férreamente el atrevimiento de las ‘Tropas Coloniales Españolas’. Para ello, se adjudicó la aprobación de las cabilas sometidas, escribiendo de puño y letra una carta a los guelayas Orientales y rifeños, antes de los hechos deplorables de ‘Annual’ y que al pie de la letra revelaba: “Vosotros, moros, si es que sois musulmanes de verdad, oídnos (…), si estáis de nuestra parte, seremos todos uno; a los cristianos los tenemos vencidos con vuestra ayuda o sin ella (…)”.
Este llamamiento parece implorar a la lucha de la Yihad de musulmanes contra los cristianos. No obstante, Abd el Krim, se centra en su pugna particular de la ocupación militar española, no vacilando en mantener contactos minuciosos con franceses y otros estados. Además, de predisponerse a dedicar tratos adecuados y cómplices para la explotación del Rif y mostrarse ante los Organismos Internacionales como un hombre de mente abierta, democrática e innovadora.
El inconveniente añadido radica en la pluralidad de reciprocidades entre las cabilas y las motivaciones religiosas de los rifeños, que le exige a valerse con este molde de expresión, al objeto de exprimir la idiosincrasia tradicional y extraer las alianzas y unificación de las tribus, muchas enemistadas y bajo su único mandato.
Con este talante, en 1921, ‘Representantes de las Tribus de la Cabila de los Beni Urriaguel’ y la ‘Cabila de los ‘Bocoya’, acogen Abd el Krim, como ‘Jefe de la Resistencia’. Y mediados diez meses, once notables de otras tribus lo proclaman Emir: en el alcance que esta designación tiene como Jefe militar y político, consigue que los Beni Urriaguel desistieran a sus discordias y disputas entre los clanes, fusionándose y modelando una ‘Confederación’ emplazada a la expulsión de los españoles de los territorios, con la consecuente instauración de un país independiente.
“Annual, ciénaga inquebrantable de sucesos luctuosos del que se emanaron infinitas secuelas para redimir el honor de las armas y la reputación de la Monarquía Hispana”
Una vez que incondicionalmente contaba con el patrocinio colectivo de los rifeños y de las Tribus Orientales, el líder anticolonialista maquinó meticulosamente el levantamiento del Rif, precisando el reconocimiento en el marco internacional. Paradójicamente, algunos interlocutores galos optaron por darle su confirmación, pero con la premisa que la ‘Zona del Rif’ se completase al Protectorado francés.
Ya, en el horizonte se atisbaba el engendro de un Gobierno que abría las puertas a la ‘República del Rif’ o ‘República Rifeña’, y superpuesto, el ‘Desastre de Annual’ y el capítulo aciago del ‘Monte Arruit’.
El mismo Abd el Krim se dirigió por correspondencia a la Sociedad de Naciones y a los embajadores extranjeros de Tánger, reivindicando asistencia y amparo frente al embate de España, reiterando que “el Rif es actualmente el teatro de una guerra injusta (…) que causará la destrucción inútil de muchos españoles y rifeños, (…) no oponiéndose a la civilización moderna; tampoco a los proyectos de reforma ni a los intercambios comerciales con Europa”.
Al mismo tiempo, Abd el Krim, ponía en interrogante la tesis de la ‘Conferencia de Algeciras’, dejando en entredicho si se había promovido con designios acertados para reportar el bienestar común de la región. Porque a su criterio, las autoridades españolas impacientes por el manejo del territorio, lo infligía con la arbitrariedad militar y la afrenta para procurarse únicamente sus intereses.
Quien mejor puede evidenciar las aspiraciones del Rif es su bandera: su fondo de color rojo en referencia a la sangre derramada; en el centro, el rombo blanco personalizando la liberación del ‘Pueblo Rifeño’. Y en medio del rombo, una estrella de seis puntas que recae en las grandes tribus que coadyuvaron en la descolonización, así como una media luna verde que encarna el Islam.
Concluyentemente, Abd el Krim, logró innegables beneficios en la modernización de diversos entornos, sobre todo, evaluando la realidad de las tribus con anterioridad al establecimiento del Estado. Estos progresos se cimentaban en una tendencia reformista arábigo-musulmana derivada del siglo XIX, que trataba de franquear el atraso de varios países musulmanes de Oriente Próximo y África, cuya corriente se consolidaba con un reformismo conservador.
Y es que, la República del Rif no era bien aceptada por las naciones del Viejo Continente y los escasos signos de solidaridad llegaron del ‘Riff Comittee’. En Francia, el Partido Comunista celebró mítines y manifestaciones oponiendo la guerra. Este respaldo y el de la ‘III Internacional’, se esgrimieron para que la prensa oficialista divulgase supuestas financiaciones a la Administración y al Ejército del Rif que provenían de la Unión Soviética.
En comparación a otros espacios geográficos, la causa rifeña se agigantó en los países del Magreb; algunos como Egipto, se atrevió con colectas de caridad e incluso, se imploraba en las mezquitas para que sus hermanos los rifeños acabaran venciendo.
También, multitudes de diferentes lugares como la India o Estados Unidos, practicaran o no la religión musulmana, se fraternizaron desacreditando los ataques perpetrados por España y Francia. Con el mismo guion, la Comunidad Musulmana de Inglaterra trató de intervenir para que se comisionara asistencia médica y medicinas a la demarcación, asistida por la Cruz Roja Española y la Media Luna Roja Británica. Tentativas improductivas, porque la primera tajantemente eludió la materia.
Tras su sometimiento, Abd el Krim y su familia fueron desterrados a la Isla La Reunión, que, por entonces, pertenecía a una Colonia de Ultramar Francesa ubicada cerca de Madagascar. Allí, perduraron veintiún años hasta 1947, hasta que se le autorizó a mudarse al Sur de Francia. Durante una parada en Port Said, Ciudad portuaria al Nordeste de Egipto, Abd el Krim huyó acogiéndose a la protección del rey Faruq I (1920-1965), que lo hospedó como refugiado.
En 1956, el rey Mohamed V (1909-1961) y más tarde, su sucesor Hasán II (1929-1999), le sugirieron su repatriación a Marruecos con honores, pero este desechó la propuesta y continuó en Egipto hasta su fallecimiento en 1963.
Esta es la estela y la huella imborrable de Abd el Krim el Jatabi, junto al legado del ‘Movimiento Anticolonial’ de la República del Rif, que se inmortalizaron en el Protectorado hasta la Independencia de Marruecos de 1956, con la puesta en escena del nacionalismo a nivel interno y a escala internacional.
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