No hay que irse demasiado lejos para contemplar a países como la República de Polonia, en los que acuciantemente se registra la marcha atrás y el reflujo de los derechos de las mujeres, la inmigración o el aborto. Esta tendencia se contempla sustentada con ímpetu por fuerzas políticas que azuzan en su ahínco como el ‘Partido Ley y Justicia’, formación encaramada en lo más alto desde 2015.
Y es que, el empecinado conservadurismo polaco igualmente gana enteros entre la sociedad civil como en otros tantos estados europeos. Indumentarias o vestimentas con eslóganes patrióticos o locales con retratos o imágenes de revolucionarios de extrema derecha, son hoy por hoy, algunas de las señas de identidad de este avance irresoluto que, por momentos, nos abaten. Así, el terreno es fructífero para el incremento de movimientos que culpan a la Unión Europea (UE) de acaparar mayor injerencia en la política de los territorios del bloque.
Con estas connotaciones preliminares, con cada vez más electores al alza, estas iniciativas políticas se presentan como disruptivas a pesar de que sus agendas pivotan en torno al neoliberalismo, lo que hace que la tenebrosidad de la extrema derecha ennegrezca cada vez más el mapa geopolítico de Europa.
Acondicionadas todas y cada una a sus marcos nacionales, la intensificación de la extrema derecha es una de las anomalías más perjudiciales para la conquista o el asentamiento de los derechos para las mujeres, las personas del colectivo LGTBI o migrantes, siempre en el punto de mira.
En ocasiones y como por aquel entonces, primero, Donald Trump (1946-76 años) y, segundo, Jair Bolsonaro (1955-68 años), se hicieron con el poder en Estados Unidos y en la República Federativa de Brasil, pero la ultraderecha igualmente toca como peyorativamente se diría ‘los tambores de guerra’ en la República de Filipinas o en la República de la India, y el Viejo Continente no es ni mucho menos una excepción.
Sus lemas y sistemas han calado hondo de manera reciente entre la ciudadanía sueca, continuamente considerada como el olimpo del estado del bienestar y la socialdemocracia; la triunfadora en las elecciones de Italia no escapa del dictador Benito Mussolini (1883-1945); al igual que los mandatarios de Hungría y Polonia, que persisten con su memorándum autoritario e incondicional en cuanto a los derechos sociales.
Adelantándome a lo que posteriormente fundamentaré, las extremas derechas poseen diversas adaptaciones, algunas pretenden prolongar un ideario contiguo a proposiciones fascistas, mientras que otras son horrendamente conservadoras. El cuestionamiento que demanda directamente a los derechos de las mujeres también se rompe.
Por una parte, algunas extremas derechas salvaguardan que las mujeres deben retornar a su rol acostumbrado de madre en la casa, pero otras, tergiversan algo más la lectura de la situación y estallan, así una discriminación para agrandar otra.
“La extrema derecha en ascenso progresivo, ha logrado valerse de los distintos entresijos de su propia historia como el enojo social, para explayarse de manera protectora, incluso contradiciendo conceptuaciones como el pacto social o el estado de bienestar”
Aquí nos toparíamos con Marine Le Pen (1968-54 años) en Francia, quien anuncia que únicamente ella respaldará a las mujeres de los incumplimientos que cometan las personas migrantes en el caso de que logren establecerse. Claro, que ella hace alusión a las mujeres blancas. Las extremas derechas traban la migración con la inseguridad, un alegato que consumen cada vez más sectores de la izquierda que, una vez dentro de su molde, regularizan toto tipo de invenciones que habitualmente llevan a deteriorar más el contexto de los individuos migrantes.
Las elecciones en Italia ha sido la rendija por la que se ha colado el primer Gobierno posfascista en un estado fundador de la UE.
Giorgia Meloni (1977-46 años) dirige una coalición junto a ‘Forza Italia’ del derechista Silvio Berlusconi (1936-2023), y la ‘Liga Norte’, del ultraderechista Matteo Salvini (1973-50 años). Regresamos de un período histórico en la que estos partidos políticos se han enderezado y nutrido a nivel electoral. Lo que en este momento acontece en Italia es que mientras hace algunos años la extrema derecha era la eludida, ahora el partido de Berlusconi, insertado en el PP europeo, pasa a ser la cantinela de Meloni.
En estos instantes las arremetidas contra las mujeres y el colectivo LGTBI son persistentes. Pongamos los ejemplos de Polonia y Hungría: en Europa Central y Oriental existe un mayor conservadurismo social en valores, que ha hallado cierta reciprocidad con el nacionalismo; así que los líderes políticos conciben que es algo que hay que agotar al máximo para vigorizar su proyecto político.
En ambas naciones se convive con innegable antipatía hacia los valores liberales. Concretan que la hipotética ideología de género y de los derechos humanos es una exigencia de la UE y así acentúan su filón soberanista. Lo acaecido con el derecho al aborto en Polonia es el mismo destello: todo comenzó con una decisión legislativa popular de la organización ‘Ordo Iuris’, que obtuvo las firmas imprescindibles para que fuera tratada en el parlamento y de esta manera limitar dicho derecho, medida que el partido ‘Ley y Justicia’ alentaba. Finalmente, una sentencia del Tribunal Supremo derogó el infundado que autorizaba el aborto si corría peligro la vida de la madre o el feto.
A la par, ‘Ordo Iuris’ instituyó otra iniciativa denominada ‘STOP Pedofilia’, al objeto de prohibir la educación igualitaria en las escuelas, y el Gobierno acabó supliéndola por una preparación a la vida familiar, con un enfoque conservador de las relaciones sexuales y de género. También, estos países han ratificado una enmienda constitucional que imposibilita a los homosexuales adoptar hijos. En Hungría, el sexo de un sujeto se reduce como el consignado en el nacimiento para truncar el reconocimiento de las realidades trans. Al igual que se ha privado de los estudios de género en las universidades.
El Reino de Suecia ha sido uno de los últimos estados en saltar a la palestra de este entorno sombrío en la que la extrema derecha personifica su mejor aval: el del partido antisistema que, paradójicamente, no causa recelo en aquellas instituciones que conservan el poder. ‘Demócratas de Suecia’ dio el pistoletazo a partir de los años 2000, porque da la sensación de tener la idea de una Suecia rica, igualitaria y a la vanguardia de la socialdemocracia, pero ese retrato empalagoso encubre la disconformidad abultada que padecen.
La inmigración era otro de los contrafuertes que intuyeron explotar desde ‘Demócratas de Suecia’. Según varios analistas, la nación abrió los límites fronterizos en 2015, pero el inconveniente llegó con la oleada de solicitudes que trasladó al Gobierno a retraerse con la medida al ser problemática. En sus términos, el proceso de integración nunca ha sido el acertado, algo parecido a Francia.
Este partido ha establecido sus propios medios de comunicación en los que engrandecen cualquier movimiento de violencia en el que colabore algún individuo que sea examinado como adversario. Y los socialdemócratas tienen bastante de culpa del acrecentamiento de la extrema derecha porque, en lugar de compensar la descriptiva que relaciona la migración con la delincuencia, la han legalizado. Aunque los socialdemócratas no han salido tan mal parados en las últimas elecciones celebradas y eso de ningún modo es positivo, porque estás concediendo el terreno a la extrema derecha.
Son las fórmulas anheladas por la ultraderecha: incomodidad, ausencia de oportunidades, infortunios, reveses o políticas que no funcionan debidamente. Todo ello recapitulado, genera crisis y es así como los partidos de la derecha extrema se muestran ‘los salvadores de la patria’. Con el populismo y el ultranacionalismo por emblemas, se hacen invencibles en las expectativas de los que ya no saben a qué puerta llamar. Este es el horizonte de Italia, donde Meloni ha ganado las elecciones y dispone del apoyo de una derecha extrema como la ‘Liga Norte’, y otra más moderada, la de ‘Forza Italia’.
No por menos de lo deseado, las encuestas presintieron de lleno, deja de originar estremecimientos en una Europa donde el espectro de los totalitarismos parecían distantes. Y en su seno concurren dos países a merced de la ultraderecha, Hungría y Polonia, que no hacen más que encararse con el Estado de derecho. Son una parte nada anodina de la política que se vive en Alemania, España o Bulgaria, además vencieron las elecciones como soporte de la derecha clásica en Suecia. Italia, lógicamente, se añade a ellos, con Budapest y Varsovia como modelos en los que divisarse.
Evidentemente, inquieta a la Comisión Europea (CE), por más que explícitamente no se meta en resultado electoral alguno. “Esperamos una cooperación constructiva”, ha sido la reacción concisa del portavoz jefe de la CE, Eric Mamer. Jornadas más tarde, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen (1958-64 años), envió una seria advertencia: Bruselas se afanará con “cualquier gobierno democrático”, aunque cuentan con “instrumentos” para rebatir a los estados miembros que se aparten de la “buena dirección”. “Si las cosas se ponen difíciles, tenemos herramientas, como se ha visto en Polonia y Hungría”.
La ultraderecha y hasta el neofascismo como el de Meloni, están prosperando en estos trechos de desconfianza, con la guerra desatada en Ucrania y sus derivaciones económicas y energéticas que le han caído como una pesada loza a una Europa que daba la sensación de comenzar a coger nuevos bríos tras la crisis epidemiológica. En este momento no se prevén citas electorales en los veintisiete, excepto España, pero si las hubiera, no serían descartables otros triunfos exprimiendo el embate de la necesidad. Pese a las muchas colisiones con Bruselas que intimidan los fondos de cohesión, Viktor Orbán (1963-60 años) aseguró el mandato en Hungría y en Francia, la ultra Marine Le Pen, lo hizo pasar rematadamente mal al presidente Emmanuel Macron (1977-45 años). Es verdad que es una nación en el que como la República Federal de Alemania, se ejecutan los cordones sanitarios para excluir a estas formaciones extremistas, pero la subida está ahí y algún día gobernarán sin complejos.
El riesgo se verifica y no es exclusivamente para cada país, sino para la Unión en su conjunto, porque estas formaciones son acentuadamente antieuropeas y euroescépticas, salvo cuando se reduce algo el pronunciamiento en campaña, como ha ocurrido con Meloni. En sus manos también quedan las mayorías que el club comunitario se ha cargado en sus protocolos originales, que demandan acuerdo, al alcance bloqueable si el ánimo así lo procura, como ya lo han realizado húngaros y polacos. De ‘Hermanos de Italia’ o de la ‘Liga Norte’ podría estribar la política fiscal de todos.
Quizás, habrá que estar muy atentos a la actuación de Berlusconi, el tercero en discordia en el incierto nuevo gobierno de Italia. El ‘Partido Popular Europeo’, al que concierne su ‘Forza Italia’, aplaudió al ex primer ministro italiano y le observó como una “brújula para los valores proeuropeos”, quien ante todo ha de supervisar a sus dos compañeros. “Estamos seguros de que ‘Forza Italia’ guiará al próximo gobierno hacia un camino que sirva los intereses del pueblo italiano como parte de una Europa fuerte y estable”, subrayaba literalmente el partido en las redes sociales.
Se abre así, la discusión del blanqueamiento o la tolerancia de los conservadores de siempre que en Europa están asumiendo con este tipo de formaciones, a las que indagan como aliados en Gobiernos nacionales o regionales para alcanzar mayorías inapelables, con la consiguiente incisión democrática que ello comporta.
La extrema derecha en Europa está viva y coleando tanto en parlamentos nacionales como regionales, así como en algunas otras administraciones. Al igual que en la futura Italia, en Hungría es parte integrante de su ejecutivo, mientras que en Francia la ‘Agrupación Nacional’ de Marine Le Pen, consiguió un resultado para la memoria en las elecciones a la Asamblea Nacional de 2022, al pasar de 8 a 89 diputados, sobre un total de 577. La réplica en Italia se ocasiona días después de que en Suecia la extrema derecha, encarnada por los ‘Demócratas de Suecia’ (DS), se erigieran en la segunda fuerza política y en clave para la plasmación del nuevo gobierno.
Haciendo un repaso somero de los principales países europeos en los que incide acuciantemente los tentáculos de la extrema derecha o está a las puertas terciando, habría que comenzar refiriéndose a la República Italiana.
La coalición constituida por los ‘Hermanos de Italia’ (FdI), ‘Liga y Forza Italia’ (FI) venció en las elecciones con el 44,1% de las papeletas y la representante de formar gobierno recayó en la figura de la ultraderechista Meloni. El FdI, fue el más nominado con el 26,2% de los sufragios, debiendo recordar que en los comicios de 2018 consiguió un 4,3%. En cambio, la ‘Liga’ de Mateo Salvini cuenta con cerca del 9% y ‘Forza Italia’ que dirige Silvio Berlusconi, un 8,3%, fueron los resultados más pésimos de su historia.
Mirando a Suecia, dio un nuevo giro hacia la composición de un gobierno de derecha después de que la primera ministra socialdemócrata, Magdalena Andersson (1967-56 años), determinase su renuncia tras percatarse del revés sufrido en las elecciones legislativas.
El balance definitivo de la Autoridad Electoral refrendó el triunfo del bloque de derecha, que se impuso al centroizquierda por siete décimas y tres escaños (49,5% y 176) por (48,8% y 173), con lo que el líder conservador, Ulf Kristersson (1963-59 años), posee la responsabilidad de disponer gobierno. En Suecia la extrema derecha está trazada por ‘Demócratas de Suecia’ (DS), que ha pasado a ser la segunda formación, por detrás del ‘Partido Socialdemócrata’ y aventajando al ‘Partido Moderado’ con el 19,1%.
En el caso de la República Francesa, la extrema derecha la ostenta la ‘Agrupación Nacional’ de Marine Le Pen, fuerza política que adquirió en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el 41,46% de los votos de cara a la victoria, con el 58,54% de su contendiente, Macron, lo que entrevió casi ocho puntos más de representación que en 2017, con un saldo inédito para esta formación. Los comicios legislativos a la Asamblea Nacional le concedieron 89 diputados, frente a los 8 que mantenía, lo que significó que acomodara por vez primera grupo parlamentario.
Si acaso, de manera más breve, en la República de Finlandia, la extrema derecha queda servida por ‘Verdaderos Finlandeses’, que en las legislativas de 2019 se quedaron tan sólo a dos décimas de obtener el triunfo en las elecciones con un diputado que los socialdemócratas. Entretanto, en Países Bajos, las elecciones de 2021 desterraron a la tercera posición al ‘Partido por la Libertad’ de Geert Wilders (1963-59 años), que se dejó tres escaños con relación a las elecciones pasadas y el ‘Foro de la Democracia’ saltó de dos a ocho escaños. En 2019, el ‘Foro para la Democracia’ presidido por el ultraderechista Thierry Baudet (1983-40 años), conquistó la mayoría en el Senado al partido del primer ministro, Mark Rutte (1967-56 años), al apoderarse de los mismos escaños que el partido gobernante.
Continuando con el Reino de Bélgica, el ‘Interés Flamenco’ se transformó en 2019 en la segunda fuerza más votada tanto en las elecciones federales como en las europeas, donde escalaron de 3 a 18 escaños. En tanto, que la República de Austria operaba desde 2017 con el único Gobierno de Europa Occidental en el que se aupaba una formación ultraderechista, tras el pacto finiquitado entre el ‘Partido Popular’ (ÖVP) y los ultranacionalistas eurocríticos del FPÖ, hasta que en 2019 los ministros de este partido comunicaron su salida inmediata de la coalición en reproche por el desacomodo del responsable de Interior por un escándalo de corrupción.
Hungría, donde desde 2010 encabeza el ultranacionalista Viktor Orbán, afirmó en 2021 que se encontraba acordando instaurar un grupo en el Parlamento Europeo con partidos de extrema derecha de Italia y Polonia, tras dejar el ‘Partido Popular Europeo’ (PPE). En Alemania, tras los comicios celebrados de 2021 que concluyeron con Angela Merkel (1954-68 años), la ultraderechista ‘Alternativa para Alemania’ (AfD) logró representación parlamentaria con un 5,7%, medio punto por debajo de los resultados de 2017. El canciller alemán, Olaf Scholz (1958-64 años) del ‘Partido Socialdemócrata de Alemania’ (SPD) que en este momento asume un acuerdo de coalición con el ‘Partido Verde’ y el ‘Partido Liberal’ (FDP), ha vuelto a asignar el cordón sanitario al partido ultra.
“Con cada vez más electores al alza, estas iniciativas políticas se presentan como disruptivas a pesar de que sus agendas pivotan en torno al neoliberalismo, lo que hace que la tenebrosidad de la extrema derecha ennegrezca cada vez más el mapa geopolítico de Europa”
Y, por último, en España, entró por primera vez la ultraderecha con ‘Vox’ al frente tras los comicios autonómicos del 2/XII/2018 en Andalucía, donde dicha formación consiguió doce diputados. Desde abril de 2022 forma parte del Gobierno de coalición con el ‘Partido Popular’ en Castilla-León con un vicepresidente y tres consejerías. En las generales adelantadas de abril de 2019, ‘Vox’ se hizo con 24 diputados en el Congreso. Toda vez, que en las elecciones de noviembre de 2019 se erigió en uno de los más destacados con 52 parlamentarios. Algo inexplorado para la extrema derecha en España.
En consecuencia, la ultraderecha ha conquistado terreno en las últimas elecciones de Italia. Un efecto dominó que fortalece lo que parece ser la predisposición habida en Europa. Tal y como apuntaban los presagios, una coalición de derecha con el partido ultra ‘Fratelli d’Italia’ y su líder, Meloni, como estrellas refulgentes, han llevado a Italia a ser el primer país de Europa occidental conducido por la extrema derecha.
El vaivén de tendencia que han postulado los italianos se desplaza en línea de lo que desean los votantes de otros estados de Europa, donde el cordón sanitario a la extrema derecha se reduce cada vez más. En Suecia, las últimas elecciones alzaron a la extrema derecha que ganó el segundo puesto. En otras naciones como Hungría, Polonia o la República de Eslovenia, las fuerzas ultra forman parte del Gobierno, mientras que en otros como Finlandia, Países Bajos o Austria, la extrema derecha estuvo en su momento presente en los Ejecutivos precedentes.
Si el progreso empicado de las fuerzas políticas de extrema derecha en el mismo corazón de Europa era una inclinación en pleno apogeo, la trayectoria se ha convertido en distinción con el partido ultraderechista italiano que domina la ascensión de estos partidos, que ya cuentan con un elevado protagonismo en los parlamentos europeos y planean en el poder en medio de una atmósfera de frustración y crisis. Y es que, en la UE, conocen de buena tinta lo que es desenvolverse a posicionamientos como los de Polonia o Hungría, donde la extrema derecha se empina desde hace años.
Estos estados han puesto en jaque la nota discrepante en numerosas negociaciones comunitarias, y hoy la tercera economía de la Unión y miembro fundador de la UE se podría sumar a un club que tacha acérrimamente el proyecto, pero del que jamás acaban de salir.
Bruselas contempla con frialdad la recalada de Meloni al Palazzo Chigi y ha optado por exhibir su perfil más diplomático. Desde entonces, la Comisión Europea se ha negado a evaluar el resultado y aguarda una “cooperación constructiva con las autoridades italianas”, expuso el portavoz del Ejecutivo comunitario Mamer, quien contradijo tajantemente que la lectura de los comicios podrían compararse como un “juicio” a las políticas europeas.
Desde donde sí que han llegado numerosos parabienes y brindis es de ‘Vox’ en España, o ‘Chega’, partido político portugués de extrema derecha, o ‘Demócratas de Suecia’, o Le Pen en Francia, fuerzas muy críticas con la renuncia de su soberanía, el proyecto europeo y con incuestionables propósitos de enmendarlo.
Ahora, lo que queda es plantearse y examinar con cierto comedimiento que estas directrices emergen de la decepción y las protestas, porque en Europa esta sensibilidad ha volteado hacia la derecha y en otros lugares, como en América Latina, se está desplazando hacia la izquierda. Sin duda, esta miscelánea de entredichos y reprobaciones son la cadena de resentimientos y despechos de la globalización que los encuadra sobre todo, en el interior de las clases medias, que, por otra parte, se han arruinado y buscan unos redentores que objeten los partidos tradicionales, a los que denuncian de haberles arrastrado a este contexto nada halagüeño para sus intereses.
Finalmente, la extrema derecha en ascenso progresivo, ha logrado valerse de los distintos entresijos de su propia historia como el enojo social, para explayarse de manera protectora, incluso contradiciendo conceptuaciones como el pacto social o el estado de bienestar.
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