Otra vez el INE. De nuevo el Instituto Nacional de Estadística vuelve a ser noticia por sus absurdos resultados referidos a nuestra ciudad.
El hecho en sí no merecería más espacio que el de la viñeta cómica, pero dos aspectos obligan a tomarse con seriedad este asunto. En primer lugar, debemos preguntarnos para qué sirve el dinero que se emplea para realizar esta clase de estudios, sobre todo en un momento de recortes presupuestarios y de apreturas económicas para muchas familias. Y, en segundo lugar, hay que advertir de que las encuestas del INE, que en el conjunto del Estado cuentan con una merecida credibilidad, son una referencia para adoptar toda clase de decisiones por parte de las instituciones. Evidentemente, cualquiera que se tome en serio los resultados atribuidos a nuestra ciudad no puede más que tomar medidas equivocadas, injustas o absurdas.
Así lo prueba la Encuesta de Condiciones de Vida hecha pública ayer. Los resultados de este estudio aseguran que los melillenses compartimos el mismo grado de optimismo que los ciudadanos de las Islas Baleares o el Reino de Navarra. Allí hay motivos para el entusiasmo. Por ejemplo, la primera región registró en mayo la mayor caída del paro, un 10,49% respecto al mes anterior y un 10,89% en relación a la situación que había un año antes. En Navarra el descenso sólo fue del 3,13% respecto a abril y del 7,58% interanual, pero es una de las autonomías con menor tasa de desempleo. Aquí, aunque el paro subió y tenemos una de las mayores tasas de trabajadores desocupados, la felicidad es mayor, según el INE, que incluso, para más inri, afirma que somos los ciudadanos más satisfechos con nuestros empleos.
Tampoco nos amargan la existencia los niveles de pobreza ni el número de personas en riesgo de exclusión social. Los melillenses somos los segundos más optimistas del país es relación a la situación económica.
El estudio del Instituto Nacional de Estadística también dice que la sensación de inseguridad ciudadana sobre la que tanto se debatió hace unos meses, ya ha desaparecido. De hecho, sólo los navarros, riojanos y cántabros se sienten más seguros que nosotros.
Y finalmente, a pesar de que el debate político en Melilla se realiza con un pie constantemente en los juzgados, somos los ciudadanos que más confianza tenemos tanto en nuestros representantes públicos como en nuestro sistema judicial.
Nada nos amedrenta, influye ni nos afecta al ánimo. Desde un punto de vista psiquiátrico y si nos tomáramos en serio al INE, podríamos llegar a la conclusión de que estamos enfermos de optimismo.
Algún responsable del Instituto Nacional de Estadística debería dar la cara y explicar qué utilidad tienen en nuestra ciudad estudios como la Encuesta de Condiciones de Vida, cuál es el motivo de que reiteradamente sus análisis sociales arrojen unos resultados absurdos y qué medidas se van adoptar para poner fin a este derroche de recursos públicos en una ciudad azotada por la crisis.
A estas alturas, las encuestas del INE han dejado de ser cómicas para convertirse en causa de irritación, incluso en una ciudad tan ‘patológicamente optimista’ como la nuestra, donde los melillenses empezamos a estar hartos de que se nos tome a broma.
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