Editorial

Ocasión privilegiada para ser sensible con Melilla

Que Melilla necesita un nuevo modelo productivo que garantice su supervivencia económica es algo en el que prácticamente todo el mundo está de acuerdo. Desde que Marruecos clausurara la aduana comercial en 2018 por una decisión unilateral de su rey y posteriormente cerrara la frontera por la pandemia del covid, era evidente que el comercio no sobreviviría con la misma fuerza que tenía en décadas anteriores. Se acabó el porteo y la entrada de productos. Los marroquíes decidieron que había que atacar económicamente a la ciudad y no han parado de hacerlo desde hace años.

El caso es que la situación en que se encuentra Melilla no puede permanecer así durante mucho más tiempo. El cierre de tiendas en el centro es constante y algunas medidas adoptadas por el Gobierno de Pedro Sánchez no han sido precisamente un bálsamo para los melillenses. Y con esto hablamos del fin de la bonificación al 50% de las cuotas patronales a la Seguridad Social y la implantación de un sistema que no convence a nadie. Tan es así que va a llevar a la patronal nada menos que a una concentración el 7 de marzo si no se arregla el tema o no son recibidos por el Ministerio de Política Territorial.

El Faro publica hoy que el Consejo de Gobierno ha dado luz verde ya a la petición formal de la Obligación de Servicio Público (OSP) para las líneas aéreas de Málaga y Madrid. La solicitud llegará en estos días al Ministerio de Transportes, que será el que decida si se lleva a cabo o no una iniciativa de enorme importancia para la ciudad.

El Ejecutivo central tiene en su mano una ocasión de oro para demostrar que le importa Melilla, que quiere contribuir a su desarrollo socioeconómico y que es sensible al interés general de un pueblo que solo quiere que se le faciliten las herramientas para poder salir adelante. No se pide nada del otro mundo porque se trata de poner a disposición unos transportes dignos, de calidad y a precios razonables, algo de vital trascendencia si queremos que vengan empresas y exista una industria turística a este lado del Mediterráneo.

El vicepresidente primero y hombre fuerte del Gobierno era meridianamente claro en el planteamiento: sin transportes en condiciones, no hay desarrollo económico posible. Y en ese sentido hay que darle la razón. Ningún inversor traerá su negocio a Melilla si no tiene garantías de poder desplazarse cómodamente y con tarifas baratas a unos aeropuertos como los de Málaga y Madrid, desde donde puede seguir viaje a cualquier parte del mundo. Los trayectos aéreos a esas dos capitales españolas representan nada menos que el 65% del tráfico total en estos momentos, un porcentaje que podría ser incluso mayor si llegaran a implantarse empresas tecnológicas, por ejemplo.

Por eso es tan acuciante que el Gobierno del PSOE nos mire de frente y tenga claro que no se trata de favorecer a un partido o a otro con la medida de la OSP, sino de dar esperanza a los melillenses en su futuro.

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