El nuevo Plan Estratégico de Melilla y los retos de futuro

El nuevo Gobierno aún no ha cerrado su acuerdo programático en el que se plasmarán sus principales metas para los próximos cuatro años. No obstante, ya ha adelantado, a través de su Consejero de Hacienda, Economía y Empleo, Julio Liarte, la intención de encargar la redacción de un nuevo Plan Estratégico de Melilla que defina los grandes ejes de desarrollo de nuestra ciudad para la futura década.

El inicio de los trámites para contratar la redacción del nuevo Plan se ha realizado en uno de los primeros Consejos de Gobierno presididos por De Castro, con la intención de que esté finalizado en el primer semestre de 2020.

Como el anterior, que se encargó en 2005 con el primer Gobierno PP-UPM y bajo la Presidencia de Juan José Imbroda, el Plan pretende ser participativo e incorporar las opiniones de los principales sectores de la sociedad melillense.

El primer Plan Estratégico tuvo dos fases: la primera, presentada a finales de 2006, corrió a cargo de un equipo de expertos de la Universidad de Granada y realizaba un amplio análisis de la situación económica y social de Melilla y de las carencias que presentaba; la segunda, ya de propuestas concretas, a cargo de doctores y catedráticos de la UNED, bajaba al terreno de las posibles soluciones.

Aquel primer Plan nació con una vocación de vigencia de 10-15 años y recorría todo el espectro de retos de la ciudad, desde los puramente económicos y laborales, hasta los sociales y medioambientales.

Muchas de sus propuestas, cuando su horizonte temporal ya prácticamente está a punto de agotarse, no han terminado de llevarse a efecto pero, en gran medida, sí han sido encauzadas mediante iniciativas que, en algunos casos, han quedado frustradas por los desencuentros entre las distintas Administraciones, especialmente a partir del cambio político en el Gobierno nacional tras la moción de censura a Mariano Rajoy.

La principal consecuencia de esos desencuentros más recientes ha sido la paralización del proyecto de ampliación del puerto que, al margen de buscar nuevas vías de operatividad logística portuaria, se proponía como una formula de obtención de nuevo suelo disponible al que trasladar, preferentemente, las industrias más molestas que como la fábrica de Endesa o los depósitos generales de gasolina hoy ocupan solares privilegiados en zonas céntricas de la ciudad.

“El nuevo Plan que propone el Gobierno de Castro pretende afrontar interrogantes que los melillenses aún mantenemos abiertos y que, aún habiendo sido objeto de estudio, no parecen del todo resueltos. Es el caso, especialmente, de las incógnitas sobre la conveniencia o no de integrarnos en la Unión Aduanera”

Con ello se conseguiría el efecto añadido de liberar espacios de inmejorable ubicación en los que crear nuevos equipamientos e infraestructuras de interés general.

A pesar de su recorrido parcial o inconcluso, el anterior Plan, en una acción combinada con lo que han sido las inversiones y programas de actuación con cargo a los fondos europeos, dibujó gran parte de la transformación de Melilla en los últimos quince años. Quien quiera leerlo puede descargarse su segunda fase desde la página web de la sociedad municipal Proyecto Melilla.

El nuevo Plan que propone ahora el Gobierno de Castro es aparentemente más ambicioso. Además de cumplir con los parámetros propios de un proyecto de su envergadura, pretende resolver interrogantes que los melillenses aún mantenemos abiertos y que, aún habiendo sido objeto de estudio, no parecen del todo resueltos. Me refiero especialmente a las incógnitas sobre la conveniencia o no de integrarnos en la Unión Aduanera o en torno al modo o régimen en que más nos podría convenir hacerlo.

Particularmente, desde mi humilde opinión, resolver esta cuestión es posiblemente el reto más acuciante de la Melilla actual.

Hace más de 30 años, cuando España entró en el antiguo Mercado Común, germen inicial de la actual UE, Melilla apostó por mantener sus ventajas fiscales como puerto franco, en beneficio de la sobreexplotación de la importación de mercaderías con destino principalmente al Marruecos cercano, vía el llamado comercio atípico o salida de mercancías por la frontera bajo una interpretación amplia del régimen de viajeros. De esa forma, se dio viso legal a la venta de productos para su pase fronterizo a través de los llamados porteadores, en detrimento de la escasa industria, sobre todo conservera y de salazones, que a partir de entonces se vio abocada a su extinción.

Posteriormente, el mismo comercio atípico se fue perfeccionando, del pase peatonal se evolucionó a los viajes fronterizos constantes de vehículos cargados de mercancías y, finalmente, a los grupos organizados –en gran medida alentados por empresarios o inversores de origen marroquí- que traspasan auténticas caravanas de voluminosos fardos vía Barrio Chino.

En esa tesitura fue creciendo de manera exponencial al mayor número de actores y fórmulas de operar y alcanzó, hace solo unos años, una época dorada en la que, en consecuencia, se incrementó notablemente la entrada de contenedores por el puerto. Pero Marruecos, que no deja de considerar ese comercio un contrabando tolerado, empezó a poner cada vez más freno y no sólo optó por cerrar la única aduana comercial terrestre y legal que mantenía con Melilla (Ceuta nunca la ha tenido) sino que, poco a poco, añade nuevas restricciones a la entrada de las mismas mercancías.

Marruecos, nos guste o no, va dando avisos respecto de un nicho que, como todos sabemos, depende más de su tolerancia que de nuestra propia iniciativa o capacidad económica.

Con este panorama, preguntas tan antiguas sobre qué nos conviene, cobran nueva vigencia. Por eso, realizar un nuevo Plan Estratégico puede ser necesario, pero sobre todo hay que seguir profundizando en qué tipo de economía queremos y en qué medida nos interesa seguir como estamos o, en cambio, explorar otras vías que nos permitan liberar la frontera de la extrema presión de portadores y empresarios al por mayor, en beneficio de un tránsito más ordenado y controlado que haga posible empezar a desarrollar otras opciones como la gran ciudad de servicios que igualmente anhelamos. Seguiremos mirando a Marruecos y aprovechando nuestra realidad geográfica y fronteriza, pero ya con el objetivo puesto en sus emergentes clases medias y sus nuevas demandas de consumo, ocio, cultura, educación y servicios varios.

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