El Plan Estratégico Integral del Gobierno de España se plantea la posibilidad de reactivar el subsector de la pesca aunque con fines turísticos. El Faro ha salido a la calle y ha comprobado cómo la flota pesquera de Melilla se recuerda con nostalgia. Los melillenses que peinan canas añoran aquellos tiempos en los que el pescado fresco que se consumía en la ciudad no había que traerlo de la península o de Marruecos.
Es cierto que el anterior Plan Estratégico, el de la Ciudad, aprobado en otoño del año pasado, también contemplaba la posibilidad de reactivar el sector pesquero, aunque pensando más en la acuicultura y en toda la industria que genera, que en los fines turísticos con que plantea ahora el Gobierno de Pedro Sánchez la posibilidad de resucitar un sector que desapareció de la economía local hace casi cincuenta años.
Pese a los malos augurios, como los del experto en Inteligencia Fernando Cocho, que tiene en su poder documentación en la que consta un supuesto acuerdo hispano-marroquí para compartir la cosoberanía de las ciudades autónomas hacia 2030 y 2032, desde la Delegación del Gobierno lanzan un mensaje de tranquilidad alertando de que Ceuta y Melilla son españolas y un Ejecutivo, sea del color político que sea, no puede cambiar eso de manera unilateral porque necesitaría, entre otras cosas, modificar la Constitución y un sinfín de trámites parlamentarios.
No corren buenos tiempos para el optimismo en Melilla, pero el Plan Estratégico del Gobierno central, que presentará la ministra Isabel Rodríguez este jueves en Melilla, trae aires de esperanza y eso es justo lo que necesitamos cuando los ánimos desfallecen.
Los melillenses estamos siendo víctimas de teorías infinitas sobre el futuro de la ciudad. Marruecos, por tanto, debe estar satisfecho porque ha conseguido que cale en el subconsciente de todos la posibilidad remota para unos, verosímil para otros, de que el dinero y los esfuerzos invertidos en esta tierra caigan en saco roto.
No nos valió que lo dijera alto y claro el ex primer ministro marroquí Saadeddine al Othmani, cuando apuntó en una entrevista a finales de 2020 que después del Sahara vendrían Melilla y Ceuta.
Hemos pecado de ingenuos creyendo que Marruecos se conformaría con nuestro apoyo a su proyecto de autonomía sobre el Sáhara y hemos visto cómo desde que cedimos en ese punto, han seguido apretando la cuerda sobre el cuello de las ciudades autónomas.
Es cierto que a día de hoy, lo único que tiene Rabat es una carta del presidente Pedro Sánchez elogiando el plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara, algo que se contradice con lo que en septiembre pasado dijo el socialista en la ONU. Allí pidió una solución política para los saharauis sin mencionar el giro español respecto al Sáhara, lo que ha disparado las sospechas en Marruecos de que Sánchez les ha contado una historia y no hay nada en su apoyo, más allá de la carta. En realidad, España no tiene ataduras legales porque la decisión del presidente no tiene el visto bueno del Parlamento ni fue consultado al rey Felipe VI. Eso y nada es lo mismo.
Por eso Marruecos se siente timado y por eso ha volcado su bilis sobre Melilla con un control excesivo de las aguas que hasta hace muy poco compartíamos sin contratiempos. Por eso se ha suspendido la Reunión de Alto Nivel y el tránsito en la frontera es penoso.
No obstante, en el país vecino han recibido con regocijo la decisión de la sala de Medio Ambiente de la Fiscalía General del Estado de archivar la denuncia del diputado popular por Melilla, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, sobre la piscifactoría instalada en la Isla del Congreso (Chafarinas), en lo que todos creíamos que eran nuestras aguas territoriales y que, según un informe de la Guardia Civil, no nos pertenecen, por lo que las autoridades marroquíes pueden mantener sus jaulas ancladas al fondo marino, junto a un ecosistema protegido sin que Europa pestañee por ello ni ponga en riesgo el nuevo programa de la Comisión Europea, aprobado este martes, que contempla 115 millones de euros para apoyar "el desarrollo ecológico, inclusivo e innovador" de los sectores agrícola y forestal en Marruecos.
Con esto, desde Europa se 'vende' la idea de que se está al lado de Rabat en su lucha contra el cambio climático y la crisis de biodiversidad.
Así que ellos nos montan una industria en una Zona de Especial Protección para Aves en Chafarinas y Europa les concede una ayuda de 115 millones de euros para que empiecen a hacer "su transición ecológica".
Ojo: el programa europeo, que se empezará a desarrollar en cuatro zonas del país (Tetuán/Tánger, Alhucemas/Beni Mellal, Khenifra/Draa-Tafilalet y la Oriental) premia por tanto la gestión medioambiental de Marruecos.
Se trata, según ha reconocido la propia Unión Europea, de la primera alianza verde con un país socio. Olé.
Y mientras tanto, nuestra ciudad vive una especie de sobresalto perenne. Sólo hay que ver que apenas dos días después de que el diputado Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu registrara en el Congreso una pregunta al Gobierno sobre el acoso a barcos melillenses en aguas de la ciudad autónoma, el buque de Acción Marítima, Furor, se plantó en las inmediaciones de nuestro Puerto.
Aquello enfadó a muchos melillenses que creyeron que se trataba de un barco de guerra marroquí. En ese momento desde la Delegación del Gobierno confirmaron que no se trataba de un barco marroquí sino del Furor enviado por la Armada para acometer labores rutinarias.
Todos sabemos que en política hay muy pocas casualidades. El Furor vino a lo que vino y envió a Marruecos un mensaje contundente por si las patrulleras del país vecino pensaban que aquí todo el monte es orégano.
En definitiva, seguimos desgranando el Plan Estratégico Integral del que aún no tenemos confirmación de cuánto dinero exacto habrá para sacar adelante el catálogo de buenas intenciones que alberga. Lo primero y quizás lo único que necesitamos saber es cuántas enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado se introducirán para sacar dinero con el que hacer una ínfima parte de lo prometido.
Sabemos que no se van a invertir de golpe 356 millones. También sabemos que ese dinero se invertirá en un período de cuatro años, pero aquí lo que necesitamos es empezar a dar los primeros pasos. Después, todo se andará si elegimos con cabeza a los políticos adecuados en las autonómicas 2023 y las generales de 2023 o 2024. En nuestras manos está.
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