Hay un dicho que reza así: “Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena” y, del mismo modo, “nos acordamos del agua cuando nos falta”. En estos días, muchos melillenses están padeciendo constantes cortes de agua en sus hogares y constatan el carácter imprescindible del agua. Como dice la colaboración de Guelaya, Melilla está al borde del colapso hídrico.
Pero deberíamos recordar que el agua no es solo un bien necesario para las personas, el agua es mucho más. La existencia de agua líquida hizo posible la aparición de la vida. Es indispensable para el sustento de la misma vida. Es una condición previa para la vida humana, animal y vegetal, así como un recurso indispensable para la economía. El agua también juega un papel fundamental en el ciclo de regulación del clima… es la clave para el desarrollo sostenible… y es protagonista de muchas experiencias de disfrute por lo que también tiene un valor emocional importante.
Melilla es una ciudad que está situada sobre una cuenca con elevado estrés hídrico. Se ha abastecido históricamente de pozos que hoy están altamente salinizados debido a su sobreexplotación. A finales del siglo XX, se barajaron varias alternativas para conseguir la cantidad de agua suficiente para regularizar el abastecimiento de agua. De estas alternativas, las que prosperaron fueron: a) almacenamiento de agua de lluvia en el pantano de las Adelfas y b) la desalación del agua del mar, mediante una planta desaladora de 20.000 m3/día, situada en la base de Aguadú, ampliada en 2009 con 10.000 m3/día con el objetivo de alcanzar una producción final de 30.000 m3/día. El presupuesto únicamente para la ampliación fue de 20 millones de euros.
A pesar de las dificultades para conseguir el agua y su alto coste, es frecuente menospreciarla y derrocharla; no la reconocemos como un bien limitado; no sabemos que gastamos mucha más agua que la media nacional; no valoramos las diferencias de distribución y consumo que se dan en el planeta; no tenemos conciencia de la complejidad de la problemática en torno al agua, no proponemos soluciones ni adquirimos compromisos encaminados a un uso racional del agua. Y, lo más sintomático, ni siquiera somos conscientes del gasto directo e indirecto que hacemos del agua.
Cabe preguntarse ¿por qué? Y, sobre todo, ¿cómo podemos invertir este comportamiento? ¿Cómo conseguir que, entre todos, cuidemos el agua más que si fuera oro líquido, como el verdadero patrimonio de la naturaleza? Esta es la pregunta clave que debemos hacernos desde todos los ámbitos, en un ejercicio de responsabilidad social compartida. La ciudadanía, los docentes en activo, los futuros docentes, los formadores de los futuros docentes, los gestores del agua, los políticos responsables de su gestión, los políticos responsables del medio ambiente y toda la sociedad en su conjunto.
Desde la investigación en la enseñanza de las ciencias, un grupo de profesores de la Universidad de Granada, llevamos algunos años investigando esta temática del agua, bajo el paraguas de la acepción de ‘Una Nueva Cultura del Agua’, expresión que pretende generar una nueva forma de entender el agua, los ríos, la manera que tenemos de relacionarnos con los recursos hídricos y el papel que cumplen en el planeta.
Nuestras investigaciones ponen de manifiesto, entre muchos otros aspectos, que tanto los ciudadanos como los futuros docentes melillenses son conscientes de la importancia del consumo directo del agua. Sin embargo, muchos otros aspectos, como su consumo indirecto, a través del consumismo y de la alimentación, así como la dificultad y coste de la disponibilidad de agua en nuestra ciudad, son bastante desconocidos. Concretamente, no están dispuestos a realizar un cambio sustancial en sus hábitos de consumo y alimentación a favor de una nueva cultura del agua. Por ejemplo, ante la afirmación: “Se podría ahorrar agua consumiendo menos carne”, menos de la tercera parte está de acuerdo con ella, lo que indica el alto grado de desconocimiento del consumo indirecto del agua.
Estos y muchos otros resultados revelan la necesidad de generar una mayor implicación social en los asuntos del agua y dar a conocer la problemática del agua, no solo en Melilla, sino en todo el planeta. Por ello, tanto comunicadores, como educadores y gestores tenemos un importante papel por delante para revertir la situación actual. Este reto hay que afrontarlo cuanto antes y no relajarnos esperando que haya una avería en la desaladora para quejarnos.
Alicia Benarroch Benarroch es Doctora en Química. Profesora del Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Universidad de Granada.
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