El psicólogo Daniel Ventura asegura que para organizar eventos altruistas es necesario haber aprendido esta conducta. Los beneficios de emprender estas acciones son muchos, como el reconocimiento de la sociedad.
En los últimos meses han surgido en Melilla un gran número de grupos ciudadanos que han organizado un sinfín de actividades solidarias. El objetivo era recaudar alimentos, juguetes o dinero para las ONG de la ciudad que necesitaban estas donaciones para afrontar la demanda del gran volumen de personas que pide ayuda. Pero, ¿los ciudadanos son realmente tan solidarios como parece? ¿Hay beneficios personales a la hora de realizar esta labor solidaria? El psicólogo Daniel Ventura asegura que ser más o menos solidario depende de la capacidad de empatizar con los demás, es decir, de ponerse en los zapatos del otro. Este experto resuelve en El Faro más dudas sobre las razones que llevan a los ciudadanos a emprender estas acciones altruistas.
–¿Participar en acciones solidarias es una forma de acallar la conciencia?
–Puede que existan personas que las labores solidarias las realicen por acallar su conciencia e incluso por distracción. El caso es que éste no podría ser el estímulo que impulsara las conductas prosociales o altruistas. Puesto que la conducta prosocial se define como cualquier comportamiento que beneficia a otros o que tiene consecuencias sociales positivas. En realidad estas conductas presentan muchas formas, como por ejemplo, las de ayuda, la cooperación y la solidaridad. Es precisamente con el termino altruismo con el que nos referimos a las acciones prosociales que realizamos de forma voluntaria. Estas conductas tiene como motivación principal, la de beneficiar a lo demás.
–¿Realmente los ciudadanos son tan solidarios como parece?
–No podemos ni debemos hacer generalizaciones en ningún área del comportamiento humano. No todos somos, en la misma medida, solidarios, como tampoco lo somos en otros muchos aspectos de nuestra personalidad. La conducta altruista está estrechamente relacionada con aquellas personas que entre sus factores de personalidad se encuentra un alto grado de empatía. El caso es que todos podemos desarrollar la empatía, que se puede definir como “la capacidad que tiene el ser humano para sintonizar con otra persona y responder de forma adecuada a sus necesidades, a compartir sentimientos e ideales, de tal forma que se logra que la otra persona se sienta entendida y cómoda”.
–¿La empatía no es un instinto natural?
–La manera en la cual funciona el desarrollo de la conducta prosocial a lo largo de nuestro ciclo de vida vital podemos decir que el ser huma no nace con una predisposición a sentir empatía. Son los procesos de maduración y las experiencias socializadoras las que permitirán que un determinado sujeto lleve a cabo conductas reales de ayuda. En el caso de los niños pequeños, tienen una visión egocéntrica y por tanto, sólo actuarán por recompensas tangibles, como caramelos o juguetes o por indicaciones de los adultos. Conforme maduran, las recompensas tangibles se van sustituyendo por recompensas de tipo social y simbólico. Éstas suelen ser más del tipo elogios, alabanzas, reconocimientos, participación grupal.
–¿Qué beneficios se obtienen a nivel personal? ¿Por qué ayuda la gente?
–La gente ayuda por diferentes motivos. Entre ellos se encuentra el refuerzo y el aprendizaje social. La conducta altruista se adquiere por las consecuencias positivas que de ella se derivan, es decir, las recompensas sociales. En el caso del aprendizaje social, éste incluye la observación de modelos que actúa de forma altruista y observan también, las consecuencias que éstos obtienen. De esta forma, el observador también quiere recibir las mismas consecuencias y por tanto, actúan por imitación. Asimismo, existen factores emocionales y motivacionales
El hecho de observar a alguien necesitado produce una activación emocional. Pero no siempre esta activación emocional conducirá a una conducta de ayuda. La activación dependerá de la interpretación que haga cada sujeto. En esta interpretación concurrirán atribuciones de causalidad: ¿por qué me siento mal? Por último, también están las normas sociales. Todas las culturas crean normas implícitas que regulan la conducta prosocial. Algunas de esas normas son hay que ayudar a quien ha ayudado, es legítimo negar ayuda a quien no la da, el no necesitado debe ayudar al necesitado o hay que ayudar a quien depende de la propia ayuda.
–¿Se siente mejor tras colaborar en una acción solidaria? ¿Se es consciente de que no es suficiente?
–Hay varios reforzadores positivos que se pueden adquirir por la propia actividad altruista llevada a cabo. Por tanto, la respuesta es positiva. Las personas que participan en actividades altruistas se sienten satisfechas con la propia actividad.
–¿Hay aspectos negativos después de estas experiencias como voluntarios? ¿Se puede sentir una sensación de insatisfacción?
–Si la pregunta es relativa al voluntariado, deberíamos empezar por aclarar que el voluntariado no siempre se realiza de forma correcta. Es más, las acciones voluntarias están sujetas a legislación estatal y regional. Uno de los aspectos del voluntariado está relacionado con los derechos y deberes. No todo el mundo está preparado o tiene aptitudes adecuadas para realizar según qué acciones voluntarias. Sobre todo, porque si la acción voluntaria es con un colectivo delicado, como por ejemplo, discapacitados, podría el voluntario, sin mala intención, perjudicar a al colectivo, a la organización o a algún individuo de ese colectivo. Los voluntarios deben pasar por unos filtros, sobre todo, cuando tiene que colaborar con personas con necesidades especiales.
Menos ayuda con más personas
Daniel Ventura indicó que el caso de una joven llamada Kitty Genovese en 1964 sirvió a los expertos para determinar que “en una situación en la que alguien requiere ayuda, la probabilidad de intervenir disminuye a medida que aumenta el número de observadores directos de la escena”. Fueron los expertos John Darley y Bibb Latané los que determinaron a través de estudios experimentales esta conclusión a raíz del caso de Kitty Genovese.
Esta chica fue agredida hasta la muerte durante más de media hora frente al portal de su casa. Los vecinos no intervinieron porque pensaban que otra persona llamaría a la Policía o actuaría para ayudar a esta joven.
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