Categorías: Sociedad

No todos están cableados

No todos los edificios de la ciudad están hasta los topes de cables. La fachada de la Fundación Gaselec es de las pocas que se libran pese a tener pantallas de vídeo y numerosas lámparas. Cuando se quiere, se puede. No todos los edificios más llamativos de Melilla tienen sus fachadas hasta los topes de cables de electricidad, televisión o telefonía. Hay uno, el de la Fundación Gaselec, que destaca entre los demás por su pulcritud. Ni un solo cable afea su frontal ni su lateral pese a que tiene instaladas dos pantallas gigantes de vídeo y una decena de lámparas. Ahí, el cableado está donde tiene que estar: Soterrado.
La fachada de la Fundación Gaselec contrasta con la cara fea de los edificios declarados Bien de Interés Cultural de la avenida Juan Carlos I (números 19, 21,23 o 25, en la foto) que, aun restaurados, lucen más cables que gloria.
Y lo peor es que esos cables permanecerán en esas fachadas de los inmuebles protegidos hasta que entre en vigor la nueva ordenanza municipal que prohibirá mantener  a la vista las instalaciones de teléfono, televisión o electricidad.
En principio no parece que la ordenanza de Melilla nazca con la intención de hacer sangre. Sólo busca corregir algo que no se permite en ninguna ciudad de España. La última en vetarlo ha sido La Rioja que ha preparado multas trimestrales de 175 euros por cada kilómetro de tendido eléctrico que contamine visualmente la ciudad y deje las fachadas hechas unos zorros.
A primeros del mes que viene la Consejería de Fomento entregará a los grupos de la oposición el borrador de la ordenanza anticables en fachada. A partir de entonces estará prohibido dejar los cables a la vista en los inmuebles rehabilitados.
De momento el Plan General de Ordenación Urbana de Melilla sólo obliga a soterrar cables en los edificios recién construidos.
Está claro que ocultar los kilómetros y kilómetros de cables que afean el paisaje modernista de la ciudad costará dinero. Pero también es evidente que las grandes empresas no sólo prosperan con euros. De siempre han hecho falta ganas de hacer las cosas bien hechas y que los melillenses exijan que su patrimonio cultural esté tan impoluto como la fachada de la Fundación Gaselec. No es tan difícil.
Con los cables soterrados, Melilla daría un paso más en su carrera hacia la declaración de Patrimonio de la Humanidad y los visitantes no se llevarían fotos de lo que hoy es una ciudad cableada. Lo dicho: Cuando se quiere, se puede.

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