¡No solo hay que ser, también parecer!

"I have a dream” (“Yo tengo un sueño”). Martín Luther King Jr. marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad, agosto 1963.

A muchos nos suena de seguro esta tan famosa frase pronunciada al finalizar esta marcha. Una breve reseña sobre este gran hombre y otras dos figuras muy relevantes que hicieron historia. Grandes hombres que merecen ser recordados los cuales hicieron políticas excelentes que beneficiaron a toda la humanidad.

Martín L. King, pastor y activista estadounidense. Contrario a la guerra de Vietnam y condecorado con el Premio Novel de la Paz en 1964. Defendió el derecho al voto de los negros. Se consolidó como uno de los más grandes oradores de la historia estadounidense. La mayor parte de los derechos reclamados por el movimiento serían aprobados. Ley de derechos civiles 1964 y Ley de derecho al voto 1965. Recordado como uno de los mayores líderes y héroes de la historia de los EE.UU.

Abraham Lincoln. Político y abogado estadounidense. Decimosexto presidente de los EE.UU lideró a este país durante la Guerra de Secesión. Preservó la unión, abolió la esclavitud, fortaleció el Gobierno Federal.

Promovió una rápida modernización de la economía a través de sectores como el bancario, los impuestos y ferrocarriles. Prohibió de forma definitiva la esclavitud. Considerado por los historiadores como uno de los mejores presidentes de los EE.UU.

Mahatma Gandi. Dirigente más destacado del movimiento de independencia de la India contra el Raj británico. Pacifista, político, pensador y abogado hinduista indio. Rechazó siempre la lucha armada e instauró métodos de lucha social como la huelga de hambre. Héroe nacional, reclamó la independencia de la India. Sobre economía política también se pronunció defendiendo el desarrollo material y la justicia.

Mucho podríamos decir de qué tienen en común estos personajes, la lucha por la igualdad, contra la pobreza y la discriminación racial y social, etc. Pero me voy a quedar con una coincidencia la cual une lamentablemente a los tres y es que fueron asesinados por sus ideales políticos, principalmente. Desgraciadamente no han sido los únicos en tener un final tan trágico sino que son muchos los que conforman esta tan larga lista de personajes políticos asesinados a lo largo de la historia. Nombres como John F. Kennedy, Luis Carrero Blanco, Isaac Rabín, componen esa tan trágica lista.

Fruto de la polarización más radical y llevada al extremo son estos resultados, pero sin tener que llegar a este punto tan lejano y extremo, unos pasos antes de esta barbaridad, podemos ver, lamentablemente y con mucha tristeza, al menos para mí, cómo los foros políticos se han convertido en auténticos ‘campos de batalla dialéctica’ donde la agresión verbal es normalizada y donde el agravio, insulto en muchos casos y desdén por el adversario político se ha convertido en práctica común.

Personalmente, y me consta que no es sólo una percepción personal, creo que el ámbito político ha perdido ciertas cualidades las cuales convertían esta tarea en algo más creíble. Señorío y elegancia, y no necesariamente hago referencia a la vestimenta, la cual creo que también debiera ser la más apropiada para un servidor público, es lo que falta.

Un político o política debe tener muy presente que de un depositario de voluntades se trata, por ello la refinación y la sensibilidad a la hora de exponer o rebatir cuestiones debiera ser parte intrínseca de la misma exposición. No solo hay que serlo, también hay que parecerlo. El exceso de agresividad verbal que vemos a diario en el mundo político, llegando incluso hasta lo más personal de aquellos que forman parte de tan importante misión como lo es el dirigir una sociedad, creo que ya está tan normalizada que lo que realmente nos sorprende es cuando ocurre justamente lo contrario.

Defender una ideología política, totalmente lícita y respetable por supuesto, intentar convencer de lo beneficioso de nuestro proyecto político, no debe ser motivo de rebajar aquellos proyectos o programas diferentes al nuestro. Una de las técnicas de marketing que hay que aplicar a un producto el cual queremos introducir en el mercado para vender, no es la de rebajar a los otros que son competencia del nuestro, sino el potenciar y resaltar los beneficios y bondades del que queremos vender. Si yo les digo que piensen en un buen coche, estoy segurísimo que podría acertar las tres o cuatro marcas de vehículos que me dirían. Nuestra mente de forma automática pensará en esas marcas, las cuales ya damos por hecho que son de las mejores. Aunque esta misma técnica es aplicable a cualquier otro producto cuando se pretende ofrecer. Para vender un artículo del cual estamos seguros de su calidad y fiabilidad, pocas son ya las palabras que hay que utilizar y mínimo el esfuerzo que hay que emplear para ello, casi podríamos decir que por sí solo se vende. Querer comprar un buen coche, por ejemplo, automáticamente nos hace descartar muchas otras marcas.

Pues bien, la política no crean que queda tan lejos de todo esto. No necesito, y tampoco es recomendable, en mi humilde y pobre opinión, el desprestigiar o rebajar al adversario político, a su proyecto, programa o gestión. Si centro mis energías en mi ‘producto’, si creo en él y en lo beneficioso para la sociedad que puede ser y lo defiendo con pasión, elegancia y señorío. Si soy capaz de obviar la confrontación y la sustituyo por la proyección y exposición, si me limito a presentar con transparencia y de forma muy accesible qué estoy ‘vendiendo’ tengo clarísimo que el ciudadano de a pie sabrá agradecer en primer lugar mi sinceridad y en segundo lugar mis muestras de respeto hacia el contrario y, por supuesto, hacia el ciudadano mismo, pues le ahorro el presenciar tan bochornosa conducta.

Dejamos así únicamente en manos del ciudadano la última palabra, sin miedos, sin coacciones, sin presiones. Es como entrar en un establecimiento, vemos lo que hay expuesto y finalmente elegimos libremente comprar lo que creemos que pueda venirnos mejor, independientemente de que al final podamos creer habernos equivocado en la elección o no.