Los colegios e institutos se han puesto en marcha haciendo malabarismos para atender a los escolares que debían volver a las aulas. Debían hacerlo por su educación y porque mantener esa situación de bloqueo, de paralización, podía convertirse hasta en un lastre psicológico. La reactivación de la educación se ha hecho de aquella manera, sustentándose más bien en el trabajo y profesionalidad de los docentes que en los recursos de los que se dispone. Sí, tenemos unos estupendos profesionales que ven a nuestros hijos como los suyos propios y que intentan sortear esta situación complicada haciendo todo lo posible porque el proyecto de las aulas burbuja salga adelante. ¿Pero en donde queda el Ministerio? No hay docentes suficientes, las plantillas debían haberse aumentado antes de poner en marcha la maquinaria, se han acumulado bajas y aislamientos derivados de la pandemia con lo que faltan aún más profesionales de los que ya de por sí eran necesarios. Tenemos una ministra de Educación que no conoce Melilla y a la que parece que le importa bien poco que una ciudad con tamaña tasa de fracaso escolar termine estrellándose. No se puede trabajar en estas condiciones, no hay derecho a que la educación se active sin recursos. No se puede mirar hacia otro lado. No se puede jugar con lo más sagrado.
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