‘Para mí, no hay otra opción’ es una exposición que hace un recorrido por la vida del diplomático sueco Raoul Wallenberg, que salvó a miles de judíos del Holocausto.
Esta muestra llega a Melilla hoy de la mano de la Embajada de Suecia en España y de la Fundación Yehudi Menuhin. Además, colabora la Consejería de Educación y la UNED. Y es que precisamente en el centro de esta universidad es donde se expondrá esta muestra sobre la vida de Wallenberg. La inauguración será hoy a las 19:00 horas en la UNED por parte del embajador de Suecia en España, Teppo Tauriainen, y está abierta a todos los ciudadanos de Melilla.
Además, la exposición sobre este gran hombre, desconocido para muchos, pero que merece la pena conocer y más aún en estos tiempos que vivimos, estará en la UNED del 9 al 24 de este mes.
Asimismo, la Fundación Yehudi Menuhin ha diseñado una actividad complementaria con alumnos de la ciudad que permitirá tomar de muestra la vida de Wallenberg y hablar con los estudiantes de Primaria y Secundaria sobre los derechos humanos a través del arte. En este proyecto también participa la Consejería de Educación y Cultura de la Ciudad.
¿Por qué este título? La exposición toma esta cita de Wallenberg que nos ha llegado a través del diplomático Per Anger (1913-2002), también destinado en la delegación sueca en Budapest durante la guerra.
De hecho, la cita completa es: “Para mí no hay otra opción. Acepté esta misión y nunca podría regresar a Estocolmo sin saber que he hecho todo lo humanamente posible por salvar al máximo número de judíos”.
Pero, ¿qué nos vamos a encontrar en esta muestra sobre Wallenberg?
La muestra cuenta la historia de este empresario y diplomático sueco desde su niñez hasta su desaparición. De una forma sencilla, cualquier ciudadano se puede acercar a esta ventana que nos abre la exposición para conocer a este gran hombre. Y nos permite, si lo deseamos, plantearnos que, como individuos, todos tenemos una responsabilidad ante situaciones tan terribles, como el Holocausto.
Raoul Wallenberg fue un empresario y diplomático sueco que salvó a miles de judíos del exterminio de los nazis durante las últimas etapas de la Segunda Guerra Mundial.
Pero este gran hombre nunca pudo contar su historia en primera persona. Tampoco recibió el agradecimiento, el reconocimiento y el aplauso que otros sí pudieron vivir en persona.
Sin embargo, sus acciones le llevaron a ser un héroe inmortal y eso se descubre en esta muestra.
No obstante, esta exposición va más allá de un resumen sobre la biografía de Wallenberg.
“Se trata de una historia sobre todos nosotros, nuestras responsabilidades como individuos y las elecciones morales que tomamos en la vida”, se recoge en la muestra.
“Y un recordatorio del hecho de que todos podemos cambiar las cosas”.
Este gran hombre nace el 4 de agosto de 1912 en Lidingö, un municipio cercano a la capital de Suecia, Estocolmo. Su padre moría antes de que naciera con tal solo 23 años por un cáncer. Pero el nacimiento de Raoul fue un gran consuelo para la familia tras esta gran pérdida.
El padre de Raoul solo quería que su hijo fuera un hombre bueno y humilde.
La madre, Maj, tiene un vínculo especial con su hijo al que anima a ser una persona independiente y responsable.
Pero en su infancia también tuvo un papel destacado el abuelo Gustaf Wallenberg, embajador de Suecia en Tokio y en Estambul y un hombre de negocios.
La familia viaja por el mundo y le educa en ser un ciudadano cosmopolita, a descubrir culturas y a aprender idiomas.
Su madre tuvo un segundo matrimonio y Raoul pudo tener a dos hermanos, como son Guy y Nina.
Raoul Wallenberg tiene una personalidad artística y creativa y opta por estudiar arquitectura en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, en Estados Unidos. En 1935 ya había obtenido su título y su abuelo le envía a Sudáfrica para formarse en las “fronteras” como él mismo dice.
La siguiente parada fue Haifa, en el norte de Israel y luego Palestina, donde trabaja de aprendiz de un banco holandés. Allí entra en contacto con judíos que han llegado de Alemania, de donde huyen por la represión.
En 1936 vuelve a Suecia y un año más tarde fallece su abuelo. La II Guerra Mundial le lleva a unirse a la Guardia Nacional, donde pone en práctica sus habilidades organizativas.
En 1941 acepta un trabajo en una empresa comercial que exporta alimentos entre Suecia y Hungría. Su dueño, Koloman Lauer, es judío húngaro y no puede hacer negocios por las leyes antisemitas. El joven realiza varios viajes a Budapest.
En una película que ve en la embajada británica en Estocolmo descubre una historia de un arqueólogo que salvaba a judíos de los nazis.
4. Europa y la situación de Budapest a la altura de 1944
A inicios de 1944 había unos 800.000 judíos en Hungría. Unos 60.000 murieron a inicios de la guerra. Vivían bajo leyes discriminatorias, pero las autoridades húngaras no tenían la intención de exterminarlos.
En marzo de 1944, Alemania ocupa y toma el control de Hungría.
Las SS se proponen aniquilar a la población judía lo más rápido posible. De hecho, entre el 15 de mayo y el 8 de julio de 1944, cerca de 150 trenes transportan a 437.000 judíos desde Hungría hasta Auschwitz-Birkenau. En 8 semanas, la mitad de la población judía de Hungría es enviada a la muerte. Viajan sin comida ni bebida durante cinco días.
Es oficial de las SS. Fue el cerebro administrativo detrás del exterminio de la población judía húngara. Vio en su designación en Hungría como un medio para ascender en la jerarquía nazi.
Eichmann había organizado deportaciones a los campos de extermino de Polonia desde toda Europa. Pero su plan en Hungría era acelerar el ritmo y hacer del proceso de exterminio algo aún más eficiente para impresionar a sus superiores.
El presidente de EEUU, Franklin D. Roosevelt, crea la Junta de Refugiados de Guerra (WRB) en enero de 1944. La idea es salvar a personas de la deportación. La WRB se acerca a Suecia porque era país neutral y tenía buena relación con Alemania. Los estadounidenses quieren que vaya un representante del Gobierno sueco a Budapest a salvar a todos los judíos que sea posible. Koloman Lauer propone la tarea a Raoul Wallenberg, como agregado especial de la delegación sueca.
Puede usar métodos no convencionales y cuenta con el dinero estadounidense para alquilar propiedades que serán refugios, comprar comida e incluso sobornar.
En julio de 1944, Raoul Wallenberg llega a Budapest. Hungría cede ante las presiones de los jefes de Estado extranjeros, como el rey de Suecia, y para las deportaciones de los judíos.
Wallenberg establece entonces una sección humanitaria especial en la delegación sueca con la tarea de rescatar a los judíos húngaros.
Antes, tanto la Cruz Roja, como la delegación suiza, habían emitido documentos de protección, pero no fueron respetados en muchas ocasiones por las autoridades de Hungría. Por ello, opta por crear el pasaporte protector, el Schutzpass. Da a las personas con vínculos con Suecia la ciudadanía sueca de forma temporal. Y la persona que lo lleva no tiene por qué usar la estrella de David ni cumplir con las leyes antisemitas. Se hacen 4.500 de estos pasaportes.
Además, Wallenberg emplea a cientos de judíos en la sección humanitaria para protegerlos.
En septiembre, Wallenberg anuncia a la Junta de Refugiados de Guerra que se han parado las deportaciones de forma definitiva. Pero se queda en Budapest porque sabe se precisa de más ayuda.
Junto con Cruz Roja logra enviar comida y abrigo a los judíos que fueron enviados a Austria a ‘obligaciones laborales’. Y no quiere marcharse hasta ver qué sucederá cuando el Ejército Rojo entre en esta ciudad.
Pero la situación política cambia en semanas. En octubre de 1944 el regente húngaro anuncia que va a negociar con la Unión Soviética, pero los alemanes dan un golpe y ponen de primer ministro a un exoficial del ejército húngaro fanático antisemita. Dos días más tarde, vuelve a Budapest Eichmann para reanudar su trabajo.
Como el ejército alemán pierde terreno y los trenes se desvían, ahora Eichmann obliga a los deportados a caminar hacia los campos de exterminio. Se las llamó las marchas de la muerte. Quien caía al suelo, era asesinado a tiros o a palos.
Wallenberg se echa a la carretera en varias ocasiones para distribuir alimentos y salvar a los que se pudiera.
En noviembre, las autoridades húngaras establecen guetos donde se reúne a los judíos para ser deportados.
Los que tienen documentos de protección están en el gueto internacional. Más de 100 casas son declaradas de protección sueca y suiza. Es un refugio temporal.
Pero eso no impide que miembros del partido de la Cruz Flechada entren en las viviendas y maten a cientos de personas atadas de manos y fusiladas a orillas del río de aguas heladas.
Otro gueto se instala en el antiguo barrio judío. Allí encerrados sin comida ni productos básicos, esperan la deportación. Wallenberg se encarga de que se envíen alimentos a diario.
Este hombre comprende la situación y usa su red para intensificar los trabajos de rescate.
Cuando se produce el golpe en Hungría, Wallenberg deja de hacer su trabajo en la oficina para ir a estaciones de tren y otros puntos y exigir la liberación de judíos que constaban en su lista.
Y sobre el terreno, amplía esas listas salvando a todos los que son posibles. Llega a manipular el sistema aprovechándose de que los alemanes tienen un gran respeto a los documentos y títulos oficiales.
Va más allá de su funciones cuando llega a detener una redada del Partido de la Cruz Flechada a una de las casas suecas. Llega con un camión lleno de policías y logra evitar la masacre.
Eichmann está convencido en su misión y no cesa en ella aunque se sabe que el estado nazi va a perder la guerra.
A finales de diciembre el Ejército Rojo entra en Budapest y los líderes del partido de la Cruz Flechada han huido y también lo ha hecho Eichmann.
En enero de 1945 el Ejército Rojo entra en la capital húngara. La Unión Soviética ve a Hungría como un país enemigo. El 16 de ese mes, los judíos del gueto internacional son liberados por las tropas soviéticas. Pero Wallenberg no quiere marcharse sin dejar iniciado un plan para reagrupar familias, cuidar de los huérfanos y restablecer servicios médicos y viviendas para todos. Logra un permiso para viajar a Debrecen y presentar allí su plan, pero tanto él como su asistente desaparecen.
La guerra se cobró más de 60 millones de vidas y eso la convierte en el conflicto más letal de la historia de la humanidad. Se mató a más civiles que combatientes y se practicó el asesinato a escala industrial en campos de exterminio y se usó las armas nucleares en Japón.
A cerca de esta exposición
La exposición ‘Para mí, no hay otra opción’ está comisariada y producida por el Instituto Sueco en estrecha colaboración con The Living History Forum. La información recogida en estas páginas procede de la documentación elaborada para esta muestra. Créditos de las fotos: Karl Gabor, Bundesarchiv (Alemania), Magyar Távirati Iroda (Hungría), The National Archives and Records Administration (EEUU), Ria Novosti Archive (Russia), Scanpix (Suecia).
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