DAD a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Una sola frase le bastó a Jesús sacudirse a quienes trataban de insuflar un discurso político en su mensaje religioso. Si no con tanta elegancia, al menos con sí igual contundencia, todos los responsables de los partidos que concurren a las próximas elecciones en Melilla deberían mantenerse apartados de quienes traten de influir en los votantes desde iglesias, mezquitas, sinagogas o cualquier otro templo. El debate político en libertad es difícil si el razonamiento se basa en argumentos doctrinarios y resulta del todo imposible con posiciones próximas al fanatismo.
Los partidos que concurren en Melilla deberían manifestar públicamente su rechazo a cualquier discurso de carácter religioso que, con independencia de si les perjudica o beneficia, pretenda influir en los votantes. O, por el contrario, los electores sólo deberíamos tener en cuenta como posibles destinatarios de nuestro voto a partidos que previa y públicamente hubieran renegado de quienes pretenden utilizar su influencia sobre una comunidad religiosa para intentar influir en las elecciones. Ningún argumento expuesto por una eminencia cristiana, musulmana, judía, hindú... es superior a la propia reflexión política de cada votante. No es necesario ni conveniente el consejo de nuestro guía espiritual para que cada ciudadano sepa a quién debe votar el próximo 24 de mayo. Quienes pueden resultar magníficos para traer calma a nuestro espíritu no tienen porqué ser los más indicados para aconsejarnos soluciones en nuestros asuntos terrenales.
Hoy, cuando llegue la media noche y comience la campaña electoral, en Melilla nuestros candidatos deberían iniciar el llamamiento al voto con una petición a los electores para que no valoren ninguna opción política que previa, pública y contundentemente no se hubiera desvinculado de cualquier proclama política surgida de ámbito religioso. Es importante que, por encima de quién gobierne nuestra ciudad los próximos cuatro años, estemos seguros de que la convivencia en Melilla va a continuar estando garantizada. Y esto sólo podrá ser así si la fuerza política al frente del Gobierno de la Ciudad puede actuar con total libertad para buscar un trato justo, equilibrado e igualitario entre las distintas confesiones religiosas sin tener que agradecer a ninguna de ellas el haber propiciado su triunfo electoral.
No debemos permitir que haya urnas para cristianos, musulmanes, judíos o hindúes, del mismo modo que no sería tolerable que existieran iglesias, mezquitas, sinagogas o templos específicos y diferenciados para simpatizantes de cada una de las opciones políticas. Si al entrar en un recinto donde se está celebrando un oficio religioso nadie pregunta por nuestra ideología política, ¿por qué hay quien pretende que cuando salgamos todos tengamos claro a quién tenemos que votar? No hay sitio en las urnas para la religión, al igual que no tiene sentido ir a buscar la paz espiritual a la sede de un partido político. Dios no quiere denarios ni César aceptaría unos cuantas plegarias como pago de impuestos. Eso, con las consecuencias que todos conocemos, trató de explicarlo Jesús primero a los mercaderes del templo y luego a los sacerdotes cuando éstos quisieron enfrentarle a Roma.
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