Opinión

No a esta investidura

Las negociaciones para una eventual investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno se han convertido en el problema más importante para la convivencia pacífica entre los españoles. Poco parece importarle al candidato, que parece recrearse en aquel principio, compartido discretamente por José Luis Rodríguez Zapatero con Iñaki Gabilondo, cuando le dijo que “las cosas iban bien, pero que hacía falta un poco más de tensión”. Pues para tensión, la que está generando este proceso de negociaciones conducentes a una eventual investidura del Presidente en funciones.

Resulta ya nostálgico recordar el pacto de legislatura que, a finales del mes de agosto, ofreció Alberto Núñez Feijóo a Pedro Sánchez, para un gobierno de dos años por parte de la fuerza que había resultado más votada en las elecciones generales, el Partido Popular, seis pactos de estado en seis asuntos cruciales para el interés general y plantear nuevamente, en dos años, si se concluía la legislatura o se convocaban elecciones. La respuesta conocida y por otra parte ya tradicional del Sr. Sánchez, fue negativa. Diálogo y negociaciones sí, con todos; menos con la derecha. Esto es lo que hay.

Después vino el intento de investidura, que fue calificado anti democráticamente como “pérdida de tiempo” por todo el entorno del presidente en funciones y en aquel momento, eventual segundo candidato para una posible investidura.

Ahora nos encontramos en el hito en el que el candidato negocia, tratando de aislar, nuevamente, a los representantes de media España, apoyándose en el sumatorio de fuerzas cohesionadas por su interés en que esa media España siga aislada. Ya saben, “por lo menos, no gobierna la derecha”.

Así nos encontramos con las negociaciones en curso, de consecuencias imprevisibles hasta para los negociadores, porque, como saben, a cada propuesta de mayor presión por parte del Sr. Puigdemont, la respuesta de Pedro Sánchez parece ser persistentemente la misma, “lo que sea, lo que sea, pero salgamos pronto de este lío”.

Lo que sí se conoce, al menos aparentemente, son los tres pilares básicos de la negociación: amnistía, aunque no se sabe con qué alcance, autodeterminación, aunque no se sabe por qué vía y condonación de deuda, aunque no se sabe, aún, hasta qué punto.

El foco, de momento, está puesto en la amnistía y en la condonación de deuda. Lo de la autodeterminación, por ahora, aplazado, pero con esperanza de los independentistas de plantearlo en el futuro. De hecho, la CUP ya está forzando al Parlamento catalán a adoptar disposiciones con ese fin.

Hablando de la amnistía, objeto principal de atención en el estado actual de las negociaciones, es preciso recordar que tanto el propio candidato, como, al menos siete de los Ministros de su actual gobierno en funciones (Robles, Montero, Marlaska, Llop, Rodríguez, Alegría y Bolaños), manifestaron la inconstitucionalidad de la misma, antes de las elecciones, habiendo cambiado diametralmente de opinión después de las mismas, justificando ahora, su presunta absoluta constitucionalidad. Todo por los siete votos que necesita de Junts para ser investido.

A este respecto, Felipe González se ha manifestado públicamente en el sentido de decir que este cambio de opinión por siete votos para una investidura, ni siquiera para una legislatura, no merece la pena. Parece ser que para él y para muchos millones de españoles no, pero para Sánchez sí.

Y este proceso conducente a una posible investidura que nos lleve a una incierta legislatura no es considerado una “pérdida de tiempo”, no. Esto es democracia en estado puro. La claudicación del estado de derecho ante unos delincuentes convictos y condenados y ante unos prófugos de la justicia, imputados por graves delitos, eso no es una pérdida de tiempo. Es el camino hacia la venturosa y feliz victoria de quien perdió en las urnas y lleva a España hacia un futuro tremendamente incierto e inestable, pero, eso sí, progresista y de izquierdas. Hay tantos ejemplos ya en nuestra historia y en todo el mundo, de períodos de inestabilidad e incertidumbre apoyados en procesos fraudulentos, como el que vivimos, que resulta sorprendente y escalofriante ver cómo nos lanzan a todos a él de una manera, en mi opinión, ciertamente irresponsable.

El propio magistrado del Tribunal Constitucional y anteriormente Ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, justificó por escrito la concesión del indulto a Oriol Junqueras sobre la base de que esta medida, de carácter individual, está contemplada en la Constitución, no estándolo, por el contrario, la amnistía, que, según él, en aquel momento, no cabía en la Constitución. Y es que indulto y amnistía son cosas distintas. La amnistía exonera del delito; el indulto, de la aplicación de la pena. Indulto es sinónimo de perdón. Procede cuando el delito ya ha sido juzgado y sentenciado, y consiste en la suspensión del cumplimento de la pena. Hubo delito y hubo condena, pero se exime del castigo. La amnistía es sinónimo de olvido, el delito se tiene por no sucedido. La amnistía constituye una censura a las leyes aplicables o a la interpretación que los tribunales hicieron de las mismas.

Al Poder Legislativo le corresponde regular qué es delito, pero no quién lo comete y quién no; esa potestad es del Poder Judicial. Si el Parlamento, sin contemplarlo expresamente la Constitución, dicta una ley por la que declara no cometidos delitos aún no juzgados o da por no juzgados delitos ya condenados, está usurpando el ejercicio de otro poder del Estado, pervirtiendo el principio de separación de poderes e invalidando la vigencia del Estado de derecho.

Es por todo ello que, compartiendo la misma preocupación por la deriva que está tomando este proceso, manifestada por Felipe González y por muchos otros conocedores acreditados de las posibles consecuencias que esta acumulación de cesiones y concesiones tiene sobre la estabilidad de nuestro sistema de convivencia, me posiciono abiertamente en contra del sometimiento del futuro de nuestra nación a quien no lo comparte ni quiere compartirlo y a quien no puede hacerle ningún bien, sino más bien todo lo contrario y manifiesto mi más convencido no a esta investidura.

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