El migrante que saltó la valla volando en parapente no se ha personado aún en el CETI de Melilla. Se lo tragó la tierra. Puede que incluso esté herido después del aterrizaje forzoso junto a la carretera de la Circunvalación, pero aún no ha hecho acto de presencia ante las autoridades españolas.
No sabemos de dónde salió el parapentista de Melilla, de dónde se tiró, o cómo consiguió altura para volar porque tampoco había mucho viento este jueves en la ciudad. Todo lo que le rodea es un misterio.
En Melilla (y en gran parte de España) el vídeo se ha hecho viral y el migrante que usó este método novedoso para saltarse la ley y entrar de manera irregular en la ciudad se ha ganado la simpatía de la gente porque si hay algo que apreciamos los españoles es el talento y la creatividad.
Por eso muchos melillenses piden para el parapentista de la valla el permiso de residencia automático. Aunque me temo que no será eso lo que le den en cuanto las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado descubran su identidad y su país de procedencia. Como mínimo le espera un interrogatorio porque nadie va a creerse que es un espontáneo que se echó a volar y consiguió hacer realidad su sueño. No es común que alguien se juegue el tipo sin conocimientos previos.
En este caso, o es un deportista de élite como la nadadora siria Yusra Mardini, que llegó a la isla de Lesbos en patera y luego se preparó las olimpiadas y compitió en el Mundial de Río en 2016 o tiene formación militar. Para la prensa es noticia sea un espontáneo, un deportista o un soldado porque este vuelo en parapente es lo más original que hemos visto en la valla desde que se construyó la alambrada.
En cualquier caso, el parapentista ha demostrado que en materia de inmigración irregular no está dicha la última palabra: no importa cuánto más se eleve la altura de la valla. El hambre y la desesperación siempre encuentran una rendija para entrar. Hay cosas que no se pueden parar ni con armas, ni con policías, ni con obstáculos. La inmigración es una de ellas: solo se para con inversiones. Nadie quiere irse del lugar donde nació. La gente se marcha de su tierra cuando no le queda más remedio y siempre lo hace con la intención de regresar.
Si todo lo que nos gastamos en Occidente en centros de acogida, lo invirtiéramos en ayudar a los países del avispero del Sahel a estabilizar sus gobiernos, a acabar con el terrorismo y a enfrentar la emergencia climática y la sequía feroz que los azota, seguramente notaríamos un descenso en las cifras de la inmigración.
No vamos a reducirla a cero porque eso es ir contra natura. La gente, como los pájaros, como la Tierra, se mueve. Pero sí podríamos evitar los grandes flujos migratorios de jóvenes sin formación que vienen a comerse el mundo y terminan devorados por el sistema.
Europa debería plantearse acoger no sólo refugiados sino también mano de obra necesaria, pero eso debería hacerse en los países de origen. No hay necesidad de obligar a nadie a cruzar el desierto argelino para trabajar en los invernaderos de Almería.
Estados Unidos una vez al año abre un sorteo de visas que permite emigrar legalmente desde muchos puntos del planeta. Canadá y Australia también conceden permisos de trabajo en origen, pero Europa se ha cerrado en banda y solo quiere refugiados.
España ha vendido como un éxito haber concedido este año un millar de asilos en origen. ¿De verdad puede estar satisfecho un país de 47,6 millones de habitantes por acoger a 1.200 personas que huyen de la guerra, de la discriminación o que son perseguidos por sus ideas políticas? Es sencillamente ridículo.
Como también es ridículo el bulo que circula desde hace días por Melilla alertando de un posible cierre de la frontera en vísperas del partido España-Marruecos en octavos de final. Delegación del Gobierno lo ha desmentido a preguntas de El Faro aunque viendo cómo se las gastan los hinchas marroquíes, deberíamos prepararnos para prevenir disturbios. Yo soy de las que cree que en Melilla no hay muchos valientes que se tiren a la calle con una bandera marroquí.
Será sin dudas un partido que se vivirá a lo grande en nuestra ciudad porque aquí hay muchos con el corazón 'partío'. Y no me refiero solo a los marroquíes o descendientes de marroquíes residentes en la ciudad. Hay muchos en Melilla que al margen de la política, tienen a Marruecos en el corazón.
Pero hay que reconocerlo: Marruecos ha tenido la mala suerte de cruzarse con España en octavos, en un partido de eliminación directa. Sólo puede ganar uno. Y tiene que ser la Selección Nacional. Pero no hay que confiarse. Somos favoritos. Somos mejores, pero en fútbol no hay nada escrito.
Para Melilla, una victoria de La Roja, sería una inyección de moral y de fuerza. Lo necesitamos.
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