La escritora mexicana celebra los 25 años de su novela Nadie me verá llorar con una edición especial de una obra que es considerada un clásico de la literatura hispanoamericana.
Argumento
Corre el año 1920 y Joaquín Buitrago, que por azares de su atormentada vida acaba dedicándose a fotografiar a los internos del manicomio mexicano La Castañeda, se topa de pronto, entre las mujeres a las que retrata, con Matilda Burgos.
Obsesionado por la identidad de esta mujer, pues cree haberla conocido años atrás en el célebre burdel La Modernidad, trata de recabar información sobre ella. Joaquín descubre poco a poco, Matilda, nacida en los campos donde se cultiva la olorosa vainilla, llegó de niña a la capital para caer en manos de un pariente que la utilizó para poner en práctica una singular teoría médico social.
La marea de recuerdos, de la que va surgiendo la turbulenta existencia de Matilda, provoca también en el fotógrafo una reflexión sobre su propia vida y sobre los motivos de su dependencia de los narcóticos.
Y tal vez atisben los dos un porvenir que los redima de la derrota moral y psíquica en la que ambos se encuentran. Sea como sea, el viaje al pasado habrá valido la pena.
Fragmento
“En 1900, cuando Matilda Burgos llegó a la capital del país, el casco de la ciudad terminaba, hacia el norte, en el río del Consulado, y frente a la Beneficencia Española hacia el sur. Los límites por el oriente estaban demarcados por Jamaica, mientras que por el occidente se prolongaban hasta el Bosque de Chapultepec. Las líneas de los tranvías eléctricos unían ya a las amenas villas de Tacubaya, Mixcoac y San Ángel con el ritmo acelerado de la ciudad.
Desde las primeras horas de la mañana, la prisa de la gente cambiaba la dirección del aire en las calles, y de noche las luces incandescentes del alumbrado público protegían a los vecinos de colonias acomodadas y las correrías de los transeúntes en perpetuo desvelo. Al empezar el siglo habitaban la ciudad, de acuerdo con el censo general de población, 368,898 capitalinos.
Matilda Burgos, a los quince años, se convirtió en la número 368,899. Con la frente apoyada en el cristal de la ventanilla del tren, Matilda observó la lenta aproximación del animal urbano con una mezcla de terror, asombro y desesperación. Era la primera vez que veía edificios.
El pulso aumentó de ritmo en sus muñecas y una súbita marea de sangre en la parte posterior del cerebro le ocasionó un efímero dolor de cabeza. Sus manos quietas sobre el regazo y su rostro impávido frente al espectáculo de la ciudad, sin embargo, no la traicionaron. Decidió esconder su miedo. Nadie la vería llorar".
Premio Pulitzer
Cada vez que la mexicana Cristina Rivera Garza intentaba escribir sobre el feminicidio de su hermana Liliana, asesinada en 1990 con apenas 20 años, las palabras le fallaban.
Finalmente, en 2020, incentivada por el auge de los movimientos feministas en América Latina, la escritora decidió abrir las cajas de las posesiones de su hermana, intactas desde su muerte. Los papeles que encontró la ayudaron a encontrar nuevas formas de hablar sobre lo sucedido. El resultado fue El invencible verano de Liliana (2021), la obra más íntima de una de las autoras más importantes de la literatura actual en español, que ahora fue galardonada con el premio Pulitzer en la categoría de Memorias o Autobiografía.
Argumento
Fue a partir de 2007 cuando el público lector español captó el gran interés de la obra de Cristina Rivera Garza (Matamoros, México, 1964), con la publicación de La muerte me da, una novela donde la hibridación de géneros y la indagación en la potencia expresiva del lenguaje resultaba en una historia que conjugaba audazmente el relato policial con el vanguardismo literario.
Desde esa novela-hito y conforme ha crecido la demanda de textos más complejos y ligados a los conflictos del presente, de impacto global, Cristina Rivera Garza se ha consolidado como una autora de referencia en sus distintas vertientes: ensayista, narradora y poeta, con títulos como El mal de la taiga, Había mucha neblina, humo o no sé qué, Autobiografía del algodón y Los muertos indóciles: necroescrituras y desapropiación, que nos invitan a buscar sus primeras novelas, Nadie me verá llorar o La cresta de Ilión, conscientes de que conforman una reflexión sobre México, sobre migración y fronteras, sobre la historia de la violencia y del cuerpo violentado; en esta reflexión el lenguaje actúa de arma de resistencia y de reconstrucción.
En El invencible verano de Liliana, la indagación sobre la violencia sistémica contra las mujeres, que en México ha acuñado el término feminicidio para definir el asesinato de mujeres por el hecho de serlo, que en otros países se llama violencia de género o violencia conyugal, cierra el foco sobre el asesinato de Liliana Rivera Garza, la hermana pequeña de la escritora, presuntamente por obra de su ex novio durante la enseñanza secundaria, Ángel González Ramos, fugado y en paradero desconocido desde entonces.
El invencible verano de Liliana es un texto de exhumación y curación, de reparación del silencio, cargado de símbolos como el de ese verano que Cristina Rivera Garza le ha devuelto a Liliana. Pero queda mucho por decir y muchos cambios que consolidar.
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