Siempre me he preguntado cómo es posible que en una ciudad tan pequeña alguien rompa o robe los espejos de un coche y nadie vea nada. Mucho menos me cabe en la cabeza que aquí, donde supuestamente todos nos conocemos, roben vehículos y no quede registro ni en las cámaras de la frontera; que quemen contenedores y los vecinos ni se huelan al pirómano y ya, para rizar el rizo, es que alguien tire entre 40 y 50 borregos muertos al Río de Oro sin levantar la más mínima sospecha. Un último ejemplo: ¿cómo puede ir alguien cargado de escombros hasta la bandera y dejar un vertido ilegal en la pista de carros sin llamar la atención? Aquí pasan cosas muy raras.
No es fácil deshacerse de medio centenar de animales muertos. Como mínimo se necesita una furgoneta. Y, ojo, seguimos en nivel de alerta antiterrorista 4 de 5.
No es difícil imaginar el motivo por el que la seguridad sigue dejando mucho que desear en esta ciudad. El principal es que no hay agentes suficientes ni de Guardia Civil ni de Policía Nacional ni de Policía Local. No dan abasto. Hacen lo que pueden y así nos va.
Falta muy poco para la Fiesta del Sacrificio y ya hemos tenido noticia de la muerte de casi un centenar de borregos de camino a Melilla. Unos 30 murieron en el barco y otros 40-50 fueron abandonados en el Río de Oro.
El Gobierno local ha intentado tranquilizar a la gente diciendo que murieron de asfixia, probablemente a causa del calor húmedo y asfixiante que tenemos en Melilla. Pero no sabemos si, además, ha habido maltrato animal.
No quiero ni imaginar cómo estarían de hacinados los borregos para que murieran por falta de aire. Esto no se ve en ninguna parte. En la fábrica El Pozo les ponen música clásica a los cerdos antes de pasarlos a mejor vida.
Doy por hecho que a estas alturas ya han sido inspeccionadas todas las granjas que han importado borregos a Melilla. Y lo doy por hecho porque no creo que sean muchas. Nuestra ciudad no es Sudán del Sur. Aquí hay que traer los animales con garantías.
Sobre todo porque la muerte por asfixia de los borregos crea una inquietud justificada entre la población musulmana de Melilla que pondrá en duda la salud del resto de los animales.
La gente no tiene por qué pagar un cordero con la preocupación de si está o no sano. Hay que mover cielo y tierra para tranquilizar a la opinión pública y eso sólo se consigue sancionando al o los culpables, con una acción eficiente de la Administración.
Mucho me temo que detrás de tanta y tanta delincuencia hay mucha gente que hace la vista gorda para no meterse en líos. No me creo que nadie haya visto nada.
El otro día me comentaba el consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, que los melillenses tienen que entender que la ciudad es el hogar común. Estoy de acuerdo con eso y con que a la gente hay que educarla.
Hay que explicar que denunciar las marranerías que hacen de nuestra casa común un estercolero, se llama civismo. Para eso es necesaria la colaboración de todos. Sin excepciones. Hasta que la gente no sienta que esto es suyo, no cuidará la ciudad como si fuera su propia casa. Tenemos mucho trabajo por delante.
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