Opinión

Muhammad, mensajero de la Misericordia y de la Paz (i)

En el Nombre de Dios el Clemente el Misericordioso. El Profeta Muhammad, que la paz sea con él, dijo: “Quien no agradece a la gente, no agradece a Dios”. En base al cumplimiento estricto de este dicho profético queremos empezar este artículo agradeciendo a la directora de El Faro de Melilla y a todo su equipo por darnos de nuevo la oportunidad de colaborar con este medio a través de nuestros artículos semanales y poder así ofrecer al lector la verdadera imagen del islam.

Hace justo una semana que los musulmanes de todo el mundo conmemorábamos el nacimiento del Profeta de la Misericordia, Muhammad, que la paz de Dios sea con él, es por eso que creemos de justicia dedicar este primer artículo a hablar de algunos de los aspectos más importantes de su personalidad.

Normalmente un escritor debería ser neutral e imparcial, e incluso, distante del objeto de su composición. Esto significa que debería escribir sin involucrar sus propias opiniones y sentimientos personales; simplemente debe dar cuenta de los acontecimientos y sucesos, y por tanto, permitir a los lectores que lleguen a sus propias conclusiones. Sin embargo, no podemos ser neutrales cuando escribimos sobre el hombre más cercano y más querido para nuestros corazones. Muhammad, el Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones de Dios sean con él. Después de todo, no estamos escribiendo sobre un dirigente político, que a través de sus ideas y esfuerzos, ayudó a establecer el bienestar en su país; sino sobre el Mensajero del Señor de todo lo que existe, sobre un hombre que fue enviado como una misericordia para toda la humanidad.

Al escribir acerca de él, no podemos ser imparciales. Después de todo, no estamos escribiendo sobre un líder que tuviera un gran séquito de sirvientes, que poseyera grandes tesoros de oro y plata, que apareciera ante su pueblo llevando una corona, atuendos lujosos y joyas de incalculable valor. Tal fue el camino de innumerables reyes a lo largo de la historia, pero no el camino del hombre sobre el que escribimos este artículo. Su riqueza también era muy grande, pero era una riqueza de tipo espiritual, no material. Era y sigue siendo una fuente constante de bendiciones para toda la humanidad. Él es Muhammad, el Mensajero de Dios.

No podemos ser neutrales con respecto al tema de este artículo porque estamos escribiendo sobre el líder y guía para toda la humanidad. Los musulmanes cuando rezamos nos acordamos de él, porque él dijo: “Recen como me han visto rezar”. Al realizar la Peregrinación a la Meca nos acordamos de él, porque él dijo: “Tomen de mí los ritos de su peregrinación”. Con cada acto que hacemos los musulmanes nos acordamos de él porque él dijo: “Quien se aparte de mi camino, no pertenece a mi nación”. En cada segundo de nuestras vidas los musulmanes lo recordamos porque Dios dice: “Hay un bello ejemplo en el Mensajero de Dios… Corán 33:21”.

La llegada del Profeta Muhammad a la tierra fue similar a la caída de la lluvia en época de sequía. Cuando se trata de modales, el Profeta Muhammad era superior a todos los demás, ¿y cómo no iba a ser así si fue Dios quien lo educó y refinó su carácter? Como tal, el Profeta Muhammad tenía los mejores modales, era el ser humano más honesto al hablar, la persona mejor guiada, quien tenía más consciencia de Dios, el más amable con sus parientes, la persona más valiente que haya pisado la Tierra, la más generosa, la más justa, y por todo lo anterior: era superior a todas las personas. Debido a sus cualidades maravillosas, el Profeta era cercano y querido por los corazones y almas de la gente. Era bendito, flexible, y tenía sobre sí un aura de dignidad y solemnidad que igualaba a su noble carácter. Su cara brillaba con la luz de la guía, su boca sonreía con amor, su corazón estaba realmente vivo, y su mente estaba iluminada con pensamientos elevados. Él tenía la habilidad de hacer feliz a todos los que le rodeaban, y de hacer que su Compañeros se sintieran a gusto. Era costumbre del Profeta perdonar los errores de los demás. Era generoso, incluso más que el viento suave y que la lluvia en época de sequía. Hacía que la gente creyera en su mensaje, no por medio de la espada, sino con su generosidad, misericordia y buenos modales. Quien lo vio, lo amó; quien lo conoció, le tuvo respeto; y quien se encontró con él, lo veneró. Su discurso cautivó los corazones de la gente y con sus nobles modales instantáneamente subyugaba sus almas.

El Profeta fue siempre veraz, no sólo al dar discursos sino también con sus gestos y señales. Si la veracidad tomara forma de hombre, este hombre sería Muhammad que la paz de Dios sea con él.

El Profeta Muhammad fue un dechado de paciencia. Para él ser elegido como el último y el Sello de los Profetas, no significaba una vida fácil, sino una vida llena de dificultades y penurias, de pruebas y tribulaciones, de dolor y sufrimiento. De hecho, nadie en la historia de la humanidad se enfrentó con tantas dificultades como lo hizo el Profeta Muhammad. La muerte habría sido más fácil que las tragedias personales que el Profeta experimento a lo largo de su vida, y sin embargo, nunca se quejó; sino que al contrario, se mantuvo firme, paciente y agradecido con su Señor. Sufrió con paciencia las penurias de ser huérfano, pobre y padecer de hambre. Fue paciente cuando fue perseguido, cuando algunos de sus Compañeros fueron asesinados. Él fue paciente cuando los beduinos actuaban de manera ignorante contra él, cuando los hipócritas conspiraron contra él para hacerle daño, cuando muchos de sus propios parientes lo abandonaron y le declararon la guerra. Fue paciente de distintas formas. El Profeta resistió pacientemente las tentaciones de este mundo, la seducción de las riquezas y el atractivo de ser fuerte y poderoso. En lugar de estas atracciones mundanales, él sólo deseaba complacer a su Señor. En cada aspecto de su vida, así como en cada etapa de su profecía, el Profeta fue paciente. De hecho, la paciencia fue su armadura contra todo lo que pudo ser dañino en su vida. Cuando su tío murió, él fue paciente, cuando su esposa murió él fue paciente, cuando su tío Hamza fue asesinado de una manera horrible, él fue paciente, cuando su hijo murió, él fue paciente, cuando la mayoría de su pueblo rechazó su mensaje, él fue paciente, cuando su mujer pura y casta fue acusada de realizar un acto vil, él se mantuvo paciente. Cuando su pueblo lo tildaba de poeta, brujo, mentiroso y loco, se mantuvo paciente. Cuando ellos lo maldijeron, persiguieron, lo asaltaron físicamente, él siempre se mantuvo paciente. Él era y sigue siendo, el Imam (líder) de aquellos que practican la paciencia, y el modelo ideal para imitar.

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