Categorías: Sociedad

Mucho trabajo por hacer y días para disfrutar en familia

La tradición dice que el hombre realiza el sacrificio del cordero, pero es sobre las mujeres donde recae la mayor parte del trabajo

Fatija se levantó muy temprano. Tenía muchas cosas que preparar en casa. En realidad lleva toda la semana organizando la fiesta. Ha llenado la nevera de verduras y ha comprado varios kilos de dulces. También encontró tiempo para terminar de coser la ropa de sus pequeños y compró otras prendas nuevas para estrenar en el Aid El Kebir. Tras llegar del rezo, la familia se congregó en su casa para llevar a cabo una de las tradiciones más importante de su cultura y su religión: el sacrificio del cordero.  
El papel de la mujer en la mayoría de las culturas es relevante y en la musulmana rifeña no lo es menos. Son ellas las encargadas de organizar la comida y todos los elementos necesarios para que la Pascua del Sacrificio se viva a lo grande en sus hogares.
Es tradición que sea un hombre que de forma habitual acude a la mezquita el que realice el sacrificio del borrego. Pero luego se reparten los papeles y toda la familia comparte las tareas. En unos hogares son ellos los que despiezan al animal y en otros, son ellas las que cortan la carne.
El trabajo no cesa en todo el día. Tras el sacrificio, se despelleja al cordero y para ello, hacen un hueco entre la piel y la carne a la altura de una pata y soplan llenado este espacio. Es el truco para limpiar bien el borrego. La cabeza se corta por completo y se quema. Hay quien se pelea por la carne de esta parte del cuerpo que queda tostada al estar en la lumbre.

Las tradiciones
Ayer en muchos hogares se cocinó un guise con varias vísceras y hoy primarán en las mesas los pinchitos y la pata de cordero al horno. Aunque da igual el orden de los alimentos porque lo importante es celebrar la fiesta en familia y con los amigos.
Además, hay quien consigue ganar algo de dinero en esta fiesta. Hay musulmanes que se ofrecen para matar a los corderos a aquellas familias donde no haya ningún hombre que vaya a orar a la mezquita con frecuencia. Se llevan una pequeña propina por esta ayuda y así, muchas mujeres que viven solas con sus hijos pueden celebrar la fiesta sin tener que pedir favores a los vecinos.

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