Opinión

Mucho que hablar con Marruecos

Ya era hora. El presidente Pedro Sánchez prevé retomar las Reuniones de Alto Nivel (RAN) con Marruecos, que dejaron de celebrarse en el año 2015, cuando Melilla y Ceuta eran escenarios de continuos saltos a la valla, aunque la versión oficial de la suspensión de las famosas cumbres bilaterales apunte hacia otros motivos.

Desde Rabat lo achacan a la inestabilidad política en España y a la celebración de cuatro elecciones generales desde entonces hasta la fecha, pero los que vivimos el clima previo a la suspensión de la última RAN sabemos que, en ese momento, el horno no estaba para bollos.

Por mucho que el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz decía que Marruecos era nuestro amigo del alma, todos sabíamos que no era así. El tiempo nos dio la razón, en su autobiografía, luego confesó que Mohamed VI respondió en agosto de 2014 con una crisis migratoria después de que el Servicio Marítimo de Ceuta lo detuviera en aguas del Estrecho, cuando el monarca se daba un paseo por la zona en una moto acuática. Casualidades de la vida, después de eso no hubo más RAN.

Pues bien, ahora habrá reunión España-Marruecos antes de que la coalición PSOE-UP tenga aprobados los presupuestos generales para 2021 (eso será previsiblemente el 29 de diciembre). O sea, Madrid y Rabat se sentarán a dialogar antes de que ambos tengan la certeza al 100% de que la legislatura irá para largo. El compromiso está, todos lo sabemos, pero los que no nos fiamos de los independentistas, de los separatistas y de la izquierda radical preferimos pájaro en mano a ciento volando.

Por tanto, la inestabilidad política no ha sido ahora un obstáculo insuperable. Es evidente que urge retomar el diálogo bilateral, fijando la primera RAN en cinco años para el próximo 17 de diciembre, según las filtraciones.

Nuestro país irá al encuentro con la presión migratoria en Canarias echándole el aliento en la nuca y Rabat seguro que quiere hablar del Sáhara, su talón de Aquiles.

¿Se hablará de Melilla en la RAN? Confiamos en que por lo menos se intente desde esta ciudad. El ‘no’ ya lo tenemos. Debemos solicitar formalmente al Gobierno central que en esa Reunión de Alto Nivel se aborden o al menos se mencionen los temas que nos afectan: el cierre de la Aduana comercial en 2018; el fin del comercio transfronterizo y la asfixia económica a la que Marruecos está sometiendo a esta ciudad autónoma.

No estamos pidiendo que se salga de ese encuentro con resultados. Después de tanto tiempo, el acercamiento debe ser prudente y comedido, pero si sólo se menciona la palabra Melilla en esa reunión podemos darnos por satisfechos.

Albergar esperanzas de que las cosas se van a resolver de una sentada, más que ingenuo es fantasioso, pero creo que en el diálogo y en la necesidad de escuchar al otro. En este momento en que las cosas entre Marruecos y España no van bien, si existe la más mínima posibilidad de encarrilar la relación entre los dos países, estamos en el deber de intentarlo, por el bien de esta ciudad y por el futuro de esta tierra.

Pero, sobre todo, por Canarias, que se ha quedado sola ante la llegada de 18.000 migrantes en pateras. No ha habido solidaridad con ellos en plena pandemia. Nosotros mejor que nadie sabemos lo que significan palabras como hacinamiento o colapso.

España no da su brazo a torcer en Europa porque considera que no es justo que los migrantes se queden en el primer país que pisan al llegar a la Unión. Nuestro país entiende que por esa regla de tres, junto a Grecia e Italia, estaría condenada a absorber todos los flujos migratorios que están por venir. Sin embargo, condena a Canarias a quedarse con todos los migrantes que llegan en patera para evitar el efecto llamada.

¿De verdad creen que los migrantes dejan su país y se arriesgan a morir en el mar sólo porque saben que los sacarán de Canarias? Lo que los empuja a huir de sus países no es ese reclamo sino los 110 muertos civiles que dejó este domingo Boko Haram en Nigeria; la hambruna en Yemen después de 5 años de guerra, o la inestabilidad en Mali y Mauritania. Esto empieza ahora y para cuando esos flujos migratorios se hagan constantes necesitamos tener a Marruecos dispuesto a vigilar nuestras fronteras.

Lo que querríamos realmente es que el Gobierno de Sánchez incorpore a la delegación de empresarios que viajará a Rabat una representación de Melilla. Pero sabemos que eso sería hablar de la soga en la casa del ahorcado. Es no sólo una quimera sino algo improbable con el actual Ejecutivo que ni siquiera permitió que los Reyes vinieran a visitarnos en la gira nacional que hicieron por España.

Nuestros 563 años de españolidad no sirvieron de nada para persuadir a la coalición de izquierdas que dirige este país de la imperiosa necesidad que tenemos de ser reconocidos como lo que somos: españoles.

Sabemos que hay mucho que hablar con Marruecos. Hay problemas enquistados y hay que empezar por tomarnos un té. El primer paso siempre es el más difícil, pero hay que darlo.

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