El presidente de Promesa, Jesús Delgado Aboy, respondía este jueves a la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, que ya es hora de pasar de las buenas palabras a los hechos y dar un paso más hacia la normalización de las relaciones bilaterales entre España y Marruecos con la reapertura de la aduana comercial de Melilla que, como todos sabemos porque nos lo dijo el miércoles la delegada, sigue sin fecha para entrar en funcionamiento.
Nadie ha explicado hasta el momento qué es lo que frena la reapertura de la aduana. Marruecos se justificó en el caso de Ceuta agarrándose a la falta de espacio en el recinto fronterizo para habilitar la oficina dedicada al control de mercancías, pero aún no ha explicado qué es lo que impide poner en marcha el cobro de aforos a camiones procedentes de nuestra ciudad, algo que se ha hecho toda la vida hasta que el 1 de agosto de 2018, las autoridades marroquíes decidieron cortar el tránsito de mercancías.
Desde Marruecos son ambiguos y extraoficialmente dicen que España pide una aduana comercial y ellos quieren seguir como estábamos, con una aduana de tránsito. Eso quiere decir que el control aduanero no se realiza en el paso de Beni Enzar sino, como se hacía hasta 2018, con el custodio de camiones procedentes de Melilla hasta el puerto de Beni Enzar, donde quedaban aparcados hasta que pasaban por "la aduana".
Empresarios que esperan como agua de mayo la reapertura de la aduana comercial no ponen pegas a que las cosas se sigan haciendo como se hacían hasta el cierre unilateral de 2018 y no entienden a qué se debe la ralentización de una reapertura que convertiría nuestra frontera en un paso comercial y no solo en un corredor humanitario.
Tampoco tiene mucho sentido que Mohamed VI hable de convertir las fronteras en puentes en el discurso que dio hace cinco días con motivo del 23 aniversario de la Fiesta del Trono, celebrada el pasado 31 de julio. En esa alocución, que finalmente pronunció el rey marroquí pese a los rumores que apuntaban a su cancelación por problemas de salud, no hizo mención a España.
Siendo como es, uno de los discursos más importantes del año, el monarca alauí mencionó expresamente su deseo de que las fronteras que Marruecos comparte con Argelia "se conviertan en puentes", pero desgraciadamente (para España) no aludió a la normalización del tráfico de mercancías en los pasos fronterizos con Melilla y Ceuta. Seguimos sin existir en su relato.
Mohamed VI no hizo un solo guiño a la reconciliación con España lo que podría indicar que da por hecho que todo marcha según lo previsto y no hay necesidad de tocar el tema o sencillamente es un gesto deliberado para demostrar que no estamos en su agenda.
Con la mejor de las intenciones, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio un paso histórico reconociendo el plan de autonomía marroquí para el Sáhara como "la base más seria, creíble y realista" para la resolución del diferendo.
Pues bien, casi tres meses después de a reapertura de la frontera de Melilla no hay avances significativos hacia una normalización postpandémica y crece la desesperación entre jóvenes rifeños por entrar en nuestra ciudad cueste lo que cueste.
La juventud marroquí intenta entrar en Melilla por donde puede hasta tres y cuatro veces al día. Las embarcaciones de recreo se nos cuelan hasta la cocina y no podemos pensar que es solo porque nos faltan agentes para vigilar las costas, que seguro que sí. El problema está en que la desesperación es tal que no hay Ejército capaz de frenar lo que se nos vi8ene encima.
No sé por qué en países como Marruecos, la gente prefiere tirarse al mar y perder la vida a protestar contra un sistema que no es capaz de garantizar un futuro para sus jóvenes.
Quizás por eso, en el discurso del Trono, Mohamed VI hizo referencia a la situación económica del país tras la pandemia y dio un toque feminista a su alocución, reclamando el respeto a los legítimos derechos de las mujeres.
Fue, sin dudas, un momento progresista (entendido como progreso) al menos en cuanto a derechos se refiere, pero como decía Jesús Delgado Aboy ya es hora de pasar de las buenas palabras a los hechos.
Es bueno que Mohamed VI muestre un acercamiento a Argelia, especialmente ahora que con la guerra de Ucrania el gas argelino podría darle a Rabat un balón de oxígeno impagable.
Marruecos necesita a Argelia y es bueno que esté por la labor de normalizar las relaciones bilaterales. Rabat ya medio arregló las cosas con España y le queda acabar con la enemistad histórica con el Ejecutivo argelino. Un gobierno que se lleva mal con todos los vecinos con los que comparte frontera no es de fiar.
Forzado o no por las circunstancias, Marruecos no está en condiciones de plantar cara a nadie. Las revueltas de Alhucemas pueden volver en cualquier momento. El Rif es un polvorín a la espera de que alguien prenda la mecha. Con la aduana de Melilla abierta nadie podrá negarse a dar a Rabat, lo que pida. Pero como no nos fiamos, exigimos que vaya el muerto delante y el funeral detrás.
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