Mohamed (Las Palmas, 1991) habla castellano con un marcado acento canario. También chelja, pero le cuesta más el árabe, aunque algo entiende, según dice. Su padre es de Farhana y su madre, de Melilla. Con ella habla en español y con él, en chelja. Regenta el quiosco junto a la iglesia del Sagrado Corazón.
-¿Desde cuándo lleva en el quiosco?
-Desde agosto.
-¿Cómo se le ocurrió comprarlo?
-Quería cambiar y lo vi en venta. Yo, toda la vida, me he dedicado a la hostelería y, ahora, por lo menos tengo algo mío. Nunca me había metido en el mundo de los quioscos, pero la verdad es que, de momento, va bien.
-¿Qué ofrece en él?
-De todo un poco: golosinas, prensa, revistas, recargas, llaveros de Melilla, juguetes para los niños, pizzas, empanadillas… De todo un poco. Tenemos variedad. Incluso pilas o pegamento.
-¿Qué es lo que más le pide la gente?
-Bebidas. Vendo mucho también las revistas, paquetes de patatas para los niños, bollería, recargas…
(Justo en ese momento, un señor le pide una recarga de internet de diez euros.)
-¿Qué más tiene?
-También vendo tabaco, mecheros o piedras. Lo que tú quieras para reparar el mechero.
-¿Cómo se ve la vida desde este quiosco?
-Mejor. Yo, aunque no soy de aquí, llevo en Melilla diez u once años. Tampoco yo era mucho de estar en el centro, pero ahora que veo el día a día la verdad es que no está mal.
-¿Qué es lo más raro que ha visto por aquí?
-Raro, raro, raro… (Piensa un segundo.) Algunas personas vienen pidiendo perchas para colgar la ropa. (Ríe.) Tengo un quiosco, no un bazar.
-¿Está contento? ¿Cómo ve la situación por el centro?
-Cada vez mejor. Con la pandemia, esto estaba muerto. Melilla es chiquitita y cada vez se iba más gente, pero, desde que ya se ha ido la pandemia, le estoy viendo más vida. Están abriendo tiendas que se habían cerrado. El centro lo veo más animado. Eso es algo bueno.
-Usted es de Las Palmas. ¿Cuándo vino aquí y por qué?
-Me vine en 2012. Cuando tenía 18 ó 19 años, hacía un poquito el gamba. Dejé muy temprano los estudios y me puse a trabajar con 16 años ayudando a mis padres. Después tuve una época que me gustaba mucho la marcha y mi padre me quiso meter a militar. Luego me llamó mi primo para que probara aquí de metopa, que era muy famoso. En teoría, me vine por eso, pero, entre una cosa y otra, a mí nunca me gustó mucho lo de militar y, al final, acabé en la hostelería. Empecé en la carpa de Eurofantasía, en bodas. Estuve trabajando en El Caracol Moderno. Después me marché a Canarias un año y pico y luego volví, y 11 años me los pasé en el Disco Burger, que es una buena empresa, hasta ahora que he abierto esto.
-¿Aquí ya para siempre?
-Tengo otra cosa, porque me gusta siempre tener un plan B, pero, de momento, aquí bien. Ya estoy más tranquilo. Nadie me dice lo que tengo que hacer (se ríe).
-¿Qué tal el trato con la gente?
-Bien. Exquisito. Es diferente, aunque, de camarero, el trato es también directo, como aquí. Esto es más tranquilo y hay buena gente.
-Entonces, está satisfecho con la adquisición…
-Sí. Como te he dicho, no conocía mucho el mundo de los quioscos, sólo porque mi hermano estuvo trabajando hace tiempo una época también, pero me ha sorprendido, y más después de un tiempo que hemos estado mal por la pandemia. Bien. Tengo a mi padre aquí conmigo y estoy contento, porque sacamos nuestros dos sueldos y me sobra para pagar todo esto.
-¿Cuándo cierra?
-No cierro ni un día. Me alterno con mi padre. Ahora, por ejemplo, mi padre quería descansar y se va a ir dos días a Marruecos. Yo, hace poco, estuve en Las Palmas de vacaciones. Nos vamos turnando. A lo mejor, él está por las mañanas, yo al mediodía, él por la tarde y vuelvo yo por la noche. Vamos cambiando. Los domingos, quizás, al mediodía no abrimos.
(Una señora le pide una botella de agua. -¿Pequeña?, pregunta Mohamed. –Sí, del tiempo.)
-¿Le piden muchos refrescos?
-Sí, y muchas bebidas energéticas. Y agua sobre todo: mucho agua.
-Por último, ¿nota cuando vienen los cruceros a la ciudad?
-Sí. Antes venían muchos, pero hace tiempo que no veo ninguno. Los turistas te compran imanes y recuerdos de Melilla que gustan a los extranjeros. Cuantos más vengan, mejor, sobre todo para que la ciudad se dé a conocer.
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