Opinión

Mis recuerdos navideños

Guardo en mi memoria, como verdaderos tesoros, los recuerdos de Navidades pasadas. Sobre todo, y muy especialmente los días previos para organizar y preparar el Nacimiento y los adornos de la casa.

Mi madre era “belenista”, y desde niña tuvo la ilusión de hacer en casa uno bien grande, con todos los misterios posibles.

Ese sueño llegó, si no recuerdo mal el mismo año del nacimiento de mi hermano Paco, en 1959. Su llegada fue motivo de gran alegría para mis padres, pero también para mi abuela materna que había perdido muchos hijos y eso la había sumido en una profunda tristeza. Aquel niño con carita de Ángel devolvió la ilusión a una mujer cuyo luto interior era más oscuro y profundo que el de sus ropas.

Mi madre pudo, ¡por fin!, hacer realidad su sueño infantil y tener un Nacimiento en casa. Esta tradición se mantuvo a lo largo del tiempo en nuestro hogar, con mucho más arraigo que el montaje del árbol.

En octubre, más o menos, comenzábamos con los preparativos. Para llevar a cabo sus pretensiones, desmontábamos, literalmente hablando, una habitación. Poco a poco, con mucha paciencia y mimo aquellos tableros, el monte primero de papel y luego de piedra se reconvertían en el escenario perfecto, para dar cobijo a las cientos de figuras que durante años había ido adquiriendo.

En Pepe, hoy mi marido, entonces mi novio, halló al aliado perfecto para esta actividad. Él, sabedor de lo importante que era para ella, dedicaba muchas horas de su tiempo a recrear un fragmento de desierto, una zona de montaña por la que comenzaba a discurrir el río con agua, desechando el papel plateado que tantos años simuló un cauce.

Yo los miraba y colaboraba en lo que podía. Normalmente mi misión era retocar con pintura aquellas figuras que estaban más deterioradas. Esto lo hacía semanas antes para que pudieran secarse bien.

Estas no se colocaban al azar. La anunciación a la Virgen María y a los pastores, la huida a Egipto, la posada…. En un lugar privilegiado situábamos el portal al que acudían algunas decenas de pastores. Recuerdo uno con la saya azul y calvo que me encantaba. Confieso que siempre he sentido debilidad por estas figuras y sus animalitos.

La última Navidad que hicimos un Belén a gran escala fue en los primeros años de este siglo, antes del cambio de casa. Después, por las circunstancias, montábamos solo el Nacimiento, con algunos pastores y los Reyes Magos. Pero lo que nunca faltaron fueron los villancicos. Ya desde los primeros días de diciembre comenzaban a sonar, sobre todo los de Manolo Escobar. Años atrás pidió que le grabásemos el disco en una cinta para no tener que depender de nadie y poder escucharlos cuando tuviese gana.

A pocas personas he conocido en mi vida que les gustase tanto la Navidad como a mi madre.

¡Qué decir de las celebraciones propiamente dichas! Días enteros en la cocina preparando unos platos maravillosos. Siempre, desde que Amas de Casa comenzó con su curso de cocina navideña, ella asistía y luego nos deleitaba con lo aprendido.

La Nochebuena era muy especial. Después de cenar, íbamos a la Misa del Gallo a nuestra parroquia de la Medalla Milagrosa, con zambomba incluida.

Finalizada la Eucaristía, mi Pepa, su querida comadre Paqui Campoy y otros miembros de la misma daban rienda suelta a sus gargantas de las que brotaban preciosos villancicos tradicionales.

Recuerdo un año en el que, de la iglesia pasamos al patio y allí alrededor de unos enormes bidones de leña prendidos, para mitigar el frio, cantamos durante horas.

Como decía al comienzo de estas líneas yo atesoro estos momentos vividos que ya, tristemente no se repetirán. Vendrán otros, no me cabe duda, si Dios lo quiere, pero no serán iguales.

Por eso, estoy muy de acuerdo con mi querida amiga Maribel Pintos Mota, en que debemos mantener vivas las tradiciones. Hay que inculcarlas a los más pequeños, porque ellos son el futuro.

Hablando de villancicos, quiero compartir con vosotros estos, que fueron publicados en El Telegrama del Rif de diciembre de 1959. Aquella primera Navidad que vivió con mucha alegría mi madre.

La selección de los mismos fue realizada por Elena Villamana y León Sanz, catedráticos del Instituto de Enseñanza Media y de la Escuela de Comercio de Málaga, respectivamente. He aquí algunos de ellos:

“Ángeles divinos

que vais volando,

que se duerme mi niño

tened los ramos”

(Lope de Vega)

Navidad

Todos los años, el día

25 de diciembre

naces nuevamente.

Siembre

este año también, la fría

luz invernal tu alegría.

Y que la mano del viento

Torne feliz en acento

De canción, su son agreste;

Hasta que en ella y en éste

Todo cante al Nacimiento

(Jaime Ferrán)

Villancico del marinero

A la lela, lela

Que aunque el mar se yela

de mis esperanças

ya llegó la vela.

Ya llegó el batel,

vino Dios en él,

que en mar de açucenas

navegó el clavel.

A la lela lela,

que aunque el mar se yela

de mis esperanças

ya llegó la vela.

(Padre Feliciano Delgado S.J.- Cancionero inédito)

Desear a todos los lectores una Feliz Navidad y que 2025 venga cargado de salud, paz y alegría para todos.

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