La concertina, su instalación o retirada en la valla fronteriza de Melilla ha sido motivo de discusión en los últimos días. La polémica ha llegado hasta el Europarlamento después de pasar por el Congreso de los Diputados. Superados los minutos más fuertes del aguacero, ahora a nadie parece preocuparle qué sucede con los inmigrantes en Melilla. A ningún diputado (y muchos menos a ningún eurodiputado) le interesa conocer cuál es la situación en el CETI de nuestra ciudad. Las últimas entradas de subsaharianos han provocado que esta instalación supere su propio récord de ocupación al alcanzar el millar de inmigrantes. Cuando fue construido, sus dependencias se diseñaron para acoger a 480 personas, la mitad de las que hoy viven tras sus paredes a la espera de que se tramite su traslado a centros de la península.
La saturación de las dependencias representan un riesgo que no es suficientemente tenido en cuenta. Tal vez no genere demasiada preocupación entre nuestros representantes en el Congreso de los Diputados y en la Eurocámara porque afortunadamente nunca ha habido de lamentar desgracias personales. Tampoco se había vivido una tragedia de las proporciones de la ocurrida en Lampedusa. Hasta entonces la llegada de pateras y embarcaciones a las costas italianas no habían merecido la atención de nuestros políticos. Y ahora, cuando se han apagado los ecos de la tragedia y el suceso va cayendo poco a poco en el olvido, nada permite garantizar que cualquier día no haya que lamentar unos hechos similares.
Ocurre lo mismo con el asunto de la inmigración en nuestra ciudad. Todos han centrado la polémica en un único aspecto del problema (la concertina) y se han olvidado de abordarlo en su conjunto. La conclusión es que a nuestros eurodiputados les importa un bledo qué ocurre con los inmigrantes mientras éstos no salten a los titulares de los medios de comunicación. No les preocupa la sobrecarga de trabajo de los empleados del CETI, cuya plantilla se ve obligada a realizar un sobre esfuerzo para atender a todos los inmigrantes. Tampoco les interesan las dificultades administrativas para repartir a los inmigrantes por los centros de la península. No les importa cómo se ve obligado a vivir un millar de personas acogidas en unas instalaciones para sólo 480.
Nuevamente se demuestra que la hipocresía, por encima de la acción de las mafias, es la principal dificultad para tratar de buscar una solución sincera a este problema.
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