Cultura y Tradiciones

Mhamed Lachkar: “El Rif es mucho más que el desastre de Annual”

El autor rifeño presentó el pasado miércoles en la UNED de Melilla su última obra, titulada El exiliado de Mogador, que tiene como protagonista al caíd Haddou, uno de los grandes líderes de la guerra del Rif.

–Creía que haríamos esta entrevista en francés y en árabe. Pero me ha sorprendido que habla muy bien español, ¿Dónde lo aprendió?

–Yo nací en 1950 en la entonces llamada Villa Sanjurjo, en Alhucemas. Los españoles han vivido con nosotros, había en esos momentos unos 4.000, y siempre me he sentido mitad y mitad. Nunca estudié el castellano en ninguna escuela. Lo aprendí con nuestros vecinos, vivíamos casi juntos, en lo que entonces llamábamos los patios. Tengo muchísimos amigos españoles que vivieron y crecieron allí, eran nuestros vecinos. También el impacto de la televisión, de la música o del fútbol es muy importante y además he viajado continuamente a España. Y formo parte de la primera generación de francófonos de Alhucemas, somos los primeros que estudiamos ya en francés y no en español. Entré en la escuela tarde, con siete años, y ya se había producido la independencia de Marruecos.

–Esta semana ha vuelto a Melilla, ciudad que conoce bien ¿Recuerda cuándo vino por primera vez?

–Sí, es una historia curiosa. Yo tenía 16 años, era el año 1966, y vine desde Alhucemas en un barco de pesca porque mi hermano era el patrón. Después, y durante todos los años que he vivido en Alhucemas, solía venir a Melilla con mi mujer al menos una vez al mes. Conozco Melilla como mi ciudad y tengo aquí muchos amigos y muy buenos.

–¿Cuál es el rincón que más le gusta de nuestra ciudad?

–La parte del puerto porque cuando yo era joven viajaba mucho en auto stop y, para llegar a España, siempre hacía el viaje en barco desde Melilla. Cogía el barco de la noche hasta Málaga. Tengo muchos recuerdos de ese barco y de esa parte del puerto. Sé que todo eso ha cambiado muchísimo ahora, desde luego.

–En el año 2010, con 60 años, escribió su primer libro, titulado ‘Courbis, mon chemin vers la verité et le pardon’ (‘Courbis, mi camino hacia la verdad y el perdón’). En él narra como fue detenido y retenido durante siete meses en un centro de detención secreta, en Courbis, durante los denominados años de plomo de Marruecos ¿Cómo recuerda aquellos momentos?

–Un día, cuando estaba estudiando en la Facultad, tenía 23 años, me cogió la Policía marroquí y estuve desaparecido durante casi siete meses. No pasé ni por un juez ni por nada: de una Comisaría a otra. Yo no sabía dónde estaba y mi familia tampoco. Me detuvieron como preso político. Al final, como no encontraron nada, me liberaron. Nos soltaron a cuatro en el centro de Casablanca. Después de siete meses sin ver la luz nos abrieron la puerta del coche y nos dejaron: “Salid. Ustedes ya están libres. Pero sabemos dónde están y podemos volver a cogerlos cuando nos dé la gana”. Mi familia sufrió mucho con lo que me pasó. Y cuando terminé mi carrera en Rabat en 1980 como cirujano volví a vivir a Alhucemas con mis padres. Ya estaba casado, conocí a mi mujer en la universidad, y tenía dos hijos, luego llegó la tercera. Volví porque pensé que al final había tenido mucha suerte. El sueño de mi madre era tener un hijo médico. En mi ciudad he vivido desde entonces hasta el año 2011 que me trasladé a Tánger y abrí una clínica.

–Imagino que le habrá costado muchísimo abrirse así y escribir este libro, ha podido ser como una especie de catarsis…

–Es que no quería escribir solo de mí. Yo era uno más. Pero había centenares de personas. Yo no quiero hablar de mí como un héroe sino como una persona que ha sufrido. Y quizás quería recordar esto un poco a mis hijos, a mis nietos: todo lo que mi generación ha sufrido para poder conseguir lo que hoy en día tenemos. Las libertades y todo eso. Digamos que hoy en Marruecos yo me puedo expresar libremente sin temor.

Por ejemplo, a raíz de la publicación de mi último libro, el que acabo de presentar en Melilla, me entrevistaron en el canal de televisión público de mi país, en 2M. El periodista es muy conocido y me dijo que había dudado, que tenía miedo por si mi presencia le podía causar problemas, porque en esa obra hablo del Rif, de la República del Rif y claro, yo soy un antiguo preso político y usted se puede hacer una idea del actual sistema político en Marruecos… Y el programa fue tan bien que días después me invitó a presentar la novela en un café literario de Casablanca.

–Bueno, sí, pero yo he visto esa entrevista en 2M y allí, efectivamente, solo se habla de este último libro, que se centra en los años 20 y en la guerra del Rif. Ni una mención a su pasado o a su primera obra…

–Es que mi primer libro es casi, casi, un tabú. Es cierto que a partir del año 2000, con el nuevo rey, hicimos lo que se ha llamado el acuerdo por la equidad y la reconciliación. Pero yo me voy a acoger a esta iniciativa política porque no estoy de acuerdo.

–Haciendo un juego de palabras con el título de su libro. Doctor Lachkar, sinceramente, ¿Se consigue perdonar? ¿O, como decimos por aquí: Ni perdono ni olvido?

–Como bien explico en mi libro, el perdón es un asunto entre dos partes. Tengo un capítulo titulado ‘Soy acusado de haber nacido en el Rif’. Al final, cuando me interrogaban, cuando me querían sacar algo, no encontraron nada. Pero para ellos era un problema el hecho de que yo fuera rifeño. Por eso, en el título de mi libro, que muchos no entendieron, hablo del camino hacia la verdad. Porque yo cuento mi verdad. Y para perdonar, primero hay que decir la verdad. Y en esta verdad hay dos partes: los que han sufrido y los responsables del sufrimiento. Y los que han hablado hasta ahora son solamente las víctimas. Yo, como víctima, cuento mi verdad. La otra parte, cuando quiera, que nos pida perdón y entonces yo estoy dispuesto a perdonar.

–En su libro cuenta que, casualidades de la vida, años después se encontró con uno de sus guardianes…

–Sí. Yo operé a la madre de uno de mis guardianes. Cuando terminé de operar a la madre hablé con él y le estuve preguntando: ¿Tú, en el año tal, dónde estabas? Él, al final, se dio cuenta de quién era yo. Porque cuando me apresaron yo estaba en cuarto de Medicina. Y entre los presos se sabía y me llamaban incluso ‘médico’ porque yo podía ayudar y darles consejos. En el centro de detención éramos más de mil personas. Entonces, esta persona se puso a besarme los pies y a pedirme perdón. A mí no me supuso ningún problema perdonarles, porque se había arrepentido. Pero lo de olvidar, nunca. Esto no se puede olvidar. Podemos pasar a otra fase pero hay condiciones. Así que lo del perdón es solo un camino, tenemos que llegar a perdonar.

–¿Su primer libro se puede adquirir fácilmente en Marruecos o está prohibido?

–Hoy en día este libro ya no se vende. Solo tenemos la primera edición, tanto en árabe como en francés. Pero sí, sí, mis libros se pueden comprar y están en todas las bibliotecas. A mí no me hacen ningún regalo, pero tampoco me quedo en casa llorando y presento mis libros donde me dejan. Con mi edad ya no me permito más enemigos; lo que quiero son amigos.

–¿Se nota cierto cambio, cierta apertura en Marruecos?

–Es cierto que hay cosas que han cambiado, pero no como ha ocurrido, por ejemplo, en América Latina. O el caso que conozco muy bien de España, con la Transición. En Marruecos no han tomado el mismo camino. El fracaso del progreso -mire, por ejemplo, lo que ha ocurrido en Túnez – viene quizás por los límites. Porque los límites están por definir. Si uno quiere hacer algo solo para él, no merece la pena. Y si lo quiere hacer por el pueblo, pues el pueblo tiene una serie de referencias que, al menos, hay que tratar de entender. Por ejemplo, yo hay cosas sobre el islamismo que no las puedo discutir en Marruecos. En Francia, sí. He escrito muchos artículos sobre islam y democracia dando mi propia visión.

–¿Queda camino por recorrer?

–Sí. Para mí, se han conseguido muchas cosas. En libertad de expresión, bastante. Pero es que el poder es tan poderoso… Hoy se puede pensar que, como te dejan hablar, se puede hacer algo para cambiar las cosas. Pero hay desesperación. La gente no tiene ninguna esperanza de que vayan a cambiar las cosas. Pueden cambiar, claro… Pero sigue habiendo también verdaderos disparates entre los que tienen de todo y los que no tienen nada. Por ejemplo, yo mismo vivo una situación un poco compleja: soy médico, vivo en una casa con una piscina y a veces, ni una parte ni la otra me entienden muy bien. Porque yo sigo con la misma ideología: identificado con el Rif y con las injusticias y el abandono que hay.

–¿Alguna vez se le ha pasado por la cabeza la idea del exilio?

–Cuando nos soltaron en 1964, después de siete meses preso, quizás. Pensé que quizás fuera más fácil. Pero el hecho de poder volver a estudiar y de ir aprobando con éxito, me hizo convencerme de que me quedaba en mi país y de que iba a resistir. Para mí creo que ha sido una justa decisión. Porque he visto los que se fueron y casi todos han vuelto. Están en una situación lamentable a nivel económico, a nivel social… Y han estado durante años sin poder ver a su familia. Es cierto que hay algunas presiones que me hacen de vez en cuando… Por ejemplo, los de la prensa es raro que me llamen como sí llaman a otros escritores digamos conocidos.

–Se ha referido varias veces a su país, a Marruecos ¿Cómo se definiría: rifeño y marroquí?

–Sí, eso es. Presenté mi libro en París y acudieron algunos rifeños refugiados. Y siempre he tenido discusiones con algunos refugiados, republicanos. Yo digo que primero soy rifeño, soy marroquí y soy mediterráneo. Pienso que hoy en día, la mejor manera de luchar es no aislándose y ganándose la simpatía de todos. Solos no podemos hacer nada. Si queremos luchar por la democracia, tiene que haber una democracia en todo Marruecos. Y al mismo tiempo, luchar por nuestra identidad. Por eso yo también doy mucha importancia a la lucha cultural. Para los marroquíes, yo soy poco menos que un separatista porque yo hablo de la República del Rif, de lo que pasó en el 58 y 59, de los que se fueron… Todo esto no gusta.

–Hace unos días ha presentado su último libro en la UNED de Melilla. Lleva por título ‘L’exilé de Mogador’ (‘El exilidado de Mogador’). Con él vuelve a la temática del Rif ¿Por qué este giro ahora?

–Es una novela de más de trescientas páginas, que tiene como protagonista al caíd Haddou, uno de los grandes lideres de la guerra del Rif, con Abdelkrim El Jattabi. Él va contando la historia en primera persona. El título viene porque pasó sus últimos años exiliado en la isla de Mogador, frente a Essaouira.

Esta persona se encargó más de las relaciones entre Abdelkrim y los franceses y se ha escrito muy poco sobre él. Me he documentado mucho y, sobre todo, a través de la prensa. Y cuanto más investigaba, más iba viendo que era un personaje de película. Me he dado cuenta de que tanto en el Rif, como en Marruecos como en España o en Francia, no saben nada de la historia del Rif. Los españoles, cuando hablan del Rif, solo hablan del desastre de Annual. Y el Rif es mucho, mucho más. Y ha tenido muchas otras influencias sobre España y viceversa. En Marruecos ha habido un silencio total sobre Annual, eso no se puede admitir.

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