Ya en 2018 empezó a apagarse la alegría del comercio melillense. Antes, incluso, de que cerrara la Aduana de Beni Enzar, hablábamos del bajón provocado por el "reordenamiento de la frontera" del ex delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani.
Aquellos tapones y colas inmensas en Beni Enzar y el celo con que en ocasiones se controlaba el tráfico de mercancías por el principal puesto fronterizo hacían desistir a muchos marroquíes de venir de compras a Melilla.
Estoy segura que ni en la peor de nuestras pesadillas, a los melillenses se nos pasó por la cabeza que podía cerrar la frontera. Pero cerró y empezaron a bajar la persiana muchos comercios y bares hasta el punto de que pasear por el centro hace que se le encoja a una el corazón.
Sobre todo, cuando recuerdas que hubo locales que cerraron por los desperfectos ocasionados por el terremoto de enero de 2016 y ya nunca abrieron sus puertas. Otros se fueron al centro comercial para pagar menos por el alquiler y el resto se fue marchitando. Así fue como el centro se nos quedó desangelado.
A día de hoy tenemos una veintena de comercios cerrados en la calle Ejército Español y al menos 13 en la Avenida, sin contar todos los pisos que tienen colgado en esa zona el cartel de "Se alquila" o "Se vende" a precios, como todos sabemos, casi siempre prohibitivos.
Escucho a muchas personas quejarse de lo fea y descuidada que está Melilla. Yo creo que nos falta verde, pero ahora en Navidad, la ciudad tiene su encanto, con olor a castañas, el rojo de los pascueros y las luces, que tal y como está el kilovatio, es un privilegio tenerlas encendidas.
Melilla no está fea. Lo que hace que se vea fea es la poca vida que hay en el centro ante el aluvión de cierres de comercios. Eso le da un toque triste a nuestra ciudad.
Y eso, además, tiende a confundir. Yo misma estuve tentada de dedicarle un artículo a la sobriedad de nuestra Navidad, pero me temo que la sobriedad se ha extendido por España. Si uno se aleja de la calle Larios, en Málaga, comprobará cómo los precios de la luz han bajado la intensidad lumínica a la Navidad en sus barrios.
Y no sólo eso, amenazan la recuperación económica de nuestro país y de nuestras familias. Todos somos conscientes de que nos enfrentamos a las navidades más caras.
Pero este año (de momento) muchos melillenses tendrán la oportunidad de celebrar la Navidad o el fin de año con la familia y con prudencia, pero juntos, porque si algo nos ha demostrado la pandemia es que somos afortunados por estar vivos y sanos. Otros tendrán un año más, un cierre de año triste por no poder reunirse con los suyos en Marruecos. La frontera ha abierto un abismo entre las familias.
Este año, las luces de Navidad han llegado en Melilla a zonas como el Rastro que se ha convertido en un pulmón comercial de nuestra ciudad.
De la misma manera que tenemos las principales calles del centro de capa caída, el Rastro mantiene sus comercios abiertos y se resiste a dejarse caer.
De hecho hace unos días (antes del pasaporte covid) me di un paseo por allí en busca de una costurera y encontré un modisto bueno, rápido y barato. Pero también vi tiendas pequeñas, con mucho movimiento de clientes. Tuve la sensación de que todo el ajetreo comercial que antes se escapaba a Nador y Beni Enzar se ha concentrado en el Rastro.
Daba gusto ver los cafetines animados, con señores disfrutando el momento. Vi las tiendas de especias, el cartel antológico de Foto Fikri y las carnicerías con aires de normalidad.
Allí, en sus calles y en sus tiendas, se habla español y tamazigh y hay una mezcla riquísima de colores, olores, sabores y gentes. Es una zona comercial muy viva, llena de todo lo que echamos de menos y hemos perdido en el centro. Y en ese entorno, las luces de la calle Margallo, más bonitas que las de Reyes Católicos, me recordó a aquel político madrileño que tenía por máxima que no quería caerle bien a quien nunca iba a votarle.
Pero no hay que darlo todo por perdido en Melilla. Los comerciantes del centro se han puesto manos a la obra y han ideado una campaña publicitaria con un sorteo de una gran cesta de Navidad para atraer clientes y este jueves llega a la ciudad el secretario de Estado de Política Territorial. Estamos ardiendo en deseos de escuchar en qué consiste el Plan Estratégico que le urgía a Pedro Sánchez en junio y del que nunca hemos vuelto a saber.
A ver qué nos cuenta.
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