El problema de los MENA en Melilla no es nuevo ni tampoco va a desaparecer en los próximos meses. Lo que sucede es que nuevamente se han producido una serie de acontecimientos que han vuelto a situar esta problemática, porque es un verdadero problema, a la altura de los medios informativos y, por tanto, al alcance de la opinión pública de nuestra ciudad. Por un lado, ha sido por las declaraciones del presidente nacional del Partido Popular, Pablo Casado, quien ha manifestado que si gobierna después de las elecciones del próximo mes de noviembre elevará la situación de los MENA a primer plano de las preocupaciones de su gobierno. La segunda de las cuestiones es lo sucedido a los autocares de la COA cuando regresaban de Marruecos el pasado domingo, con un espectáculo más propio de una frontera tercermundista que del paso de una frontera más cercana al primer mundo. La situación de Melilla con el número de MENA acogidos por la Ciudad Autónoma sigue siendo una asfixia tanto ciudadana como monetaria para las arcas de la Ciudad Autónoma. Una asfixia ciudadana porque al final existe, se quiera o no, una sensación de seguridad subjetiva que permanece en los cerebros de los ciudadanos. El número de MENA acogidos es verdadera y exponencialmente inaguantable para una población de ochenta y cinco mil habitantes. Así de claro. Es una presión constante para una ciudad que aguanta y que en cualquier otro lugar de nuestro país hubiera provocado más de un incidente. En este caso, los melillenses están dando un ejemplo más que plausible. En cuanto al segundo de los conceptos, la situación monetaria, está muy claro que son millones y millones de euros que no cuentan con el apoyo estatal en su totalidad por la consiguiente asunción de competencias que tiene la Ciudad Autónoma. Pero se debe seguir defendiendo, aunque haya cambiado el color del Ejecutivo autonómico, que el tema de los MENA no deja de ser una problemática totalmente integrada en el de la inmigración en general. Estos menores al final lo que pretenden no es llegar a Melilla sino poder salir hacia la Península. La edad de quien desea emigrar no tiene una cifra ni tampoco es exclusiva de los mayores. El Gobierno presidido por Eduardo de Castro está en la obligación de mantener esa tesis que no está reñida en absoluto con el cumplimiento de la legislación vigente en cuanto al mantenimiento y atención hacia estos menores. No es óbice para que se continúe manteniendo esa tesis que, al final, es beneficiosa para la ciudad y reduciría la presión si alguna vez en Madrid hicieran caso. Es un tema que supera la propia política partidista en la Asamblea y se debe considerar claramente una cuestión de todos y para todos. Cuestión distinta es el espectáculo que hemos podido ver de los menores marroquíes intentando subirse o colarse en los autocares de la COA el pasado domingo cuando regresaban a Melilla. Una situación vivida bajo la mirada totalmente tranquila y mirando hacia otro lado de la Policía marroquí destinada en la frontera de Beni Enzar. Porque aquí el principal problema ya no es solamente la propia integridad de los conductores sino que cualquiera de estos menores pueda sufrir, en un momento determinado, un despiste y terminar bajo la rueda de los autocares con los problemas añadidos que nos encontraríamos. No es cuestión de hablar de MENA cuando suceden estos hechos que llevan a los menores a ocupar nuevamente las primeras páginas. Es un problema permanente y por tanto no se debe olvidar que necesita de una solución.