Opinión

Melilla y Nador no aguantan más

EL ministro de Exteriores, José Manuel Albares, definió a Marruecos en su debut parlamentario como “socio, vecino y amigo” y dio por sentado que ha empezado una nueva etapa de relaciones bilaterales porque España está dispuesta a olvidar la invasión a Ceuta de mayo pasado.

La reconstrucción de los puentes dinamitados no depende de la mala memoria de los españoles sino de que Rabat olvide el tema del Sáhara porque, como bien dijo el ministro en el Congreso de los Diputados, nuestra postura sigue siendo la que marca la ONU. O sea, a favor del referéndum y en contra del reconocimiento exprés de la soberanía marroquí sobre territorio saharaui.

Es verdad que el rey Mohamed VI, en un acto de buena voluntad, dijo este 20 de agosto que estaba dispuesto a abrir una “nueva etapa inédita” con España, pero también lanzó el dardo envenenado de querer que nuestra relación se parezca a la que mantiene con los franceses.

En fin, hay ganas de los dos lados, pero persisten las diferencias irreconciliables entre ambos gobiernos porque el Sáhara es una línea roja para Marruecos, de la misma manera que la invasión a Ceuta debería serlo para nosotros.

Hace unos días hablaba con una amiga marroquí que vive en Nador y me comentaba que lleva dos años sin trabajar. Se me ocurrió decirle que me imagino lo duro que es y me rectificó: “No, no te lo puedes imaginar”.

Se me partió el corazón al escucharle decir eso a una persona que no se queja ni cuando le toca quejarse. Supongo que los melillenses que tienen familia del otro lado saben de lo que hablo. La situación es durísima para la gente que vive en Nador y es extrema también para la gente de Melilla que se buscaba la vida vendiendo aquí lo que compraba por allá.

Como adelantamos en El Faro, la frontera no abrirá de momento. La delegada del Gobierno, Sabrina Moh, que se cree que le creemos cuando dice que los pasos fronterizos permanecen cerrados por la pandemia, ha recalcado que como la situación sigue siendo la que era, las cosas se mantienen como estaban.

¿Qué excusa pondrá si la frontera abre a finales de septiembre? ¿Se atreverá a decir que abre porque se acabó el coronavirus? No creo que llegue a tanto y por lo que sabemos ahora mismo las negociaciones se centran en abrir conexiones marítimas directas entre los puertos de Almería y Nador y los de Algeciras y Tánger. Después se negociará la apertura de la frontera de Melilla y una vez abran nuestros pasos fronterizos, entonces habrá diálogo para decidir bajo qué condiciones se regulará el tráfico en la frontera de Ceuta.

Pero hay que prepararse para lo peor porque quienes dicen saber del tema, creen que la apertura será para “antes de que acabe 2021”. O sea, para Navidad. Ojalá se equivoquen porque ni Melilla ni Nador aguantan más.

Y mientras seguimos deshojando la margarita sobre si la frontera abre o no abre, nuestra ciudad sigue sin ver negro sobre blanco el famoso Plan Estratégico que nos prometieron para este verano.

El verano se acabó y el Plan Estratégico de Melilla no llegó. Supongo que en Madrid esperan que culpemos al ministro Miquel Iceta que lo tenía ya hecho y adelantado a la prensa.

En julio urgía dar respuesta a los territorios olvidados de Melilla y Ceuta. Estamos en septiembre y no hemos visto amagos de que desde el Gobierno central hayan vuelto a mencionar algo de nuestra entrada en la Unión Aduanera.

Fue soltar que íbamos a pedir pasaportes en la frontera y a enterrar los privilegios de la buena vecindad y hasta el mismísimo Mohamed VI reculó y sacó bandera blanca a España.

Sería una pena que sólo hayamos usado ese As en la manga para asustar a Marruecos. Por primera vez hay consenso entre todos los partidos políticos de Melilla para hacer algo que debimos hacer hace veinte años. Vamos con retraso y lo peor es que no hay prisas. Los únicos que tienen prisas en esta ciudad son los empresarios que tienen que pagar impuestos, facturas y nóminas a fin de mes. El resto vive en una especie de calma chicha encomendados a que “sea lo que Dios quiera”.

Es verdad que Dios ayuda, pero no se le puede recargar. Fíjense si ayuda, que aún hay comercios y restaurantes de esta ciudad que levantan la persiana cada día. Pero los milagros son finitos, como la vida. Nuestra relación con Marruecos es de vida o muerte.

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