Nuestra ciudad es un ejemplo de convivencia, paz, tolerancia y respeto. Así lo recordó ayer el presidente Juan José Imbroda durante la ruptura oficial del ayuno. La gran mayoría de los melillenses estamos de acuerdo con esa afirmación.
Sin embargo, aún no hemos conseguido que ésa sea la imagen que nuestra ciudad proyecte al exterior. Melilla, a ojos del resto de los españoles, actualmentes es sobre todo saltos a la valla. Ésa es la percepción con la que llegan a nuestra ciudad muchos visitantes. La pasada semana El Faro de Melilla recogía los testimonios de jóvenes llegados desde distintos puntos del país para participar en las colonias de Cáritas. Todos coincidían en que habían venido a nuestra ciudad con un conjunto de ideas preconcebidas que no se ajustaban a la realidad, y ésta (lo que habían podido ver con sus propios ojos) les había asombrado positivamente hasta el punto de sentirse atrapados por Melilla y sus habitantes. Les sorprendía, por ejemplo, que instituciones cristianas se preocuparan por la situación de niños de familias musulmanas desfavorecidas económicamente.
Esta imagen de Melilla, mucho más acorde con la realidad que vivimos a diario en nuestra ciudad, no es, por desgracia, la que proyectamos al exterior.
Por otra parte, aunque es totalmente cierto la convivencia y el respeto entre culturas en Melilla, esto no es suficiente por sí solo. No es bastante mientras que, por ejemplo, las mayores cuotas de pobreza se registren entre la población musulmana. Hasta que no se ponga fin a esta situación, nuestra ciudad podrá presumir de ser tolerante, pero no de dar las mismas oportunidades de prosperidad a todos sus habitantes.
Si no hay ningún motivo para que una religión se imponga al resto de las que existen en nuestra ciudad, dando que vivimos en un Estado aconfesional, tampoco lo hay para que se produzcan estas desigualdades sociales ni para no hacer todo lo posible para que desaparezcan. En el caso de nuestra ciudad, acabar con estos desequilibrios va a necesitar un esfuerzo prolongado a lo largo de años, principalmente, en el área de la educación.
Sin embargo, en otras ocasiones, poner fin a la desigualdad sólo depende del talante y de la predisposición al entendimiento. El Faro de Melilla publica hoy la petición de un agente de la Benemérita a la Dirección de la Guardia Civil para que los guardias de confesiones distintas a la cristiana reciban subvenciones similares a las que pueden optar los fieles de esa religión puedan viajar a sus lugares de culto. En concreto, solicita unas ayudas iguales para que agentes musulmanes puedan peregrinar a La Meca.
Probablemente, cuando llegue a manos de los máximos responsables de la Benemérita en Madrid su petición, ésta cause cierta extrañeza o sorpresa. Aquí, en nuestra ciudad, una solicitud de ese estilo sería tramitada con total normalidad; se pondría fin a esa discriminación de manera inmediata y con absoluta naturalidad. Por desgracia, no todas las desigualdades en Melilla son tan fácilmente solucionables porque, además de voluntad política, necesitan un esfuerzo grande y un trabajo constante a lo largo de años que necesitará tiempo antes de que dé algún fruto.
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