El Carnaval de Melilla salió esta noche a la calle para hacer sonreír a pequeños y grandes. Hay pocas fiestas que nos hagan sentir felices y en las que el objetivo principal sea repartir alegría por todos los rincones de la ciudad. Centenares de personas asistieron a esta cita con las carrozas y los pasacalles, algunos disfrazados y otros no, pero la actitud de pasarlo bien por unas horas y olvidar los problemas.
El espectáculo comenzaba con el primer pasacalles y el más tradicional: los gigantes y cabezudos. Aunque algunos daban miedo y en boca de los niños, “eran muy feos”, saludaron sin parar. La cabalgata de este año ha recuperado a unos protagonistas que siempre han estado en las verbenas populares y en las fiestas de los barrios de toda España. Se han restaurado algunos de ellos para que los pequeños de hoy en día conozcan esta tradición y no se pierda.
Los profesores del Juan Caro iban detrás vestidos de arlequín y bailando con los tambores de la batucada de La Cañada que no cesó de poner ritmo en todo el trayecto. Y fueron casi dos horas de camino hasta la plaza de España.
Un grupo de trogloditas iba después haciendo, pues cosas del hombre prehistórico, como gruñir y pelearse con huesos gigantes.
La Cabalgata de Carnaval seguía con unos atronadores arlequines cargados con ventiladores y cintas que enloquecían al público al acercarse.
Más de sesenta niñas vestidas de Minnie con luces continuaban detrás con sus acrobacias. Es que en Carnaval es posible hacer que una Minnie pase a ser una bailarina o una gimnasta.
Y antes de que apareciera la primera de las carrozas, dedicada a ‘Trolls’, un grupo de chicas mostraban que los aros que lanzaban volvían a ellas como si fuera magia y hacían saltos como si contorsionarse así en el aire formara parte de la vida de estos seres. ‘Trolls’ fue una de las carrozas más aclamadas por sus colores.
El siguiente pasacalles fueron unos árboles con cara de pocos amigos, aunque en realidad parecían amañados, porque saludaban a los niños y no intentaban tragárselos entre las ramas.
Los participantes en los concursos de disfraces de niños y adultos fueron intercalándose entre las carrozas y los pasacalles.
La siguiente carroza estaba precedida de un baile de primaveras. Delicadas bailarinas vestidas de verde y repletas de flores mostraron sus dotes ante el público y animaban a cuidar de la naturaleza. El verde predominaba en la carroza que las seguía de cerca también con miles de flores.
Y para continuar con la Cabalgata de Carnaval llegaban los Picapiedra. Esta gente de Piedradura tiene una marcha increíble y no paró de bailar. Unos dálmatas simpáticos les seguían de cerca y se movían al compás de una música clásica que procedía de un lugar algo singular: Damas gigantes tocaban el violín y la flauta desde las alturas.
Continuaban los pasacalles con pájaros de colores mil seguidos de un grupo de chicos apoyando el baloncesto local y es que justo detrás llegaba otra de las carrozas más aplaudidas, la del Melilla Baloncesto.
Sin darnos cuenta y tras la locura de querer saludar a nuestros jugadores de baloncesto, surgió la jungla en las calles del centro de la ciudad. Unos animales enormes, de un tamaño descomunal paseaban por la carretera: una rana, un camaleón, un loro y un lagarto. La cara de sorpresa de los niños al ver estos animales tan gigantes era de risa porque no podían cerrar la boca de la impresión y luego solo quería tocarles las patas.
Una África Star se colaba en un pack de Heineken. Y tras ellos llevaba el amor y la paz. Bollywood venía de la mano de El Invernadero Teatro.
Pero el amor no dura para siempre y unos horribles hombres aparecieron en la Cabalgata de Carnaval como si se hubieran escapado de la última temporada de Juego de Tronos. Podrían ser parientes de los caminantes blancos.
Menos mal que lo malo nunca dura para siempre y apareció la primavera para llevarse todo ‘este invierno’. Un gran número de hadas movían sus alas para llenar de verde y flores a la ciudad.
Para continuar con la magia, llegó la del Genio, no de cualquiera, sino el de Aladdin, con un séquito enorme de sirvientes bailarines a los que se les da muy bien la salsa y la bachata.
También hubo hueco para los superhéroes de los valores de Movimiento por la Paz. Y tras ellos más súper mujeres y heroínas que no siempre tienen hueco en las películas y cuentos.
Además, uno de los pasacalles trajo el circo de acrobacias y payasos a las calles del centro. Fue increíbles verles hacer figuras y rodar en monociclo muy cerca de una mujer con fuego.
Luego llegaron las chocolatinas con muchos chicos de Aspanies y otras organizaciones. Fueron un dulce saludando a todo el público.
La siguiente carroza fue la de Juventud. Llevaba una discoteca sobre ruedas.
Y la última de las carrozas fue un alegato a por qué hay que enterrar a una sardina. Las pobres salían de un mar, pero más bien parecían que iban ya preparadas para la lata. Y cerrando la comitiva, un grupo de mujeres de negro lloraba la muerte de uno de estos pescados portados por hombres de negro.
El entierro de la sardina es el punto y final a las fiestas del Carnaval. Un cortejo de jóvenes y no tanto vestidos de negro y ‘muy conmocionados’ acompañó al pobre cadáver de la sardina hasta la plaza de España, donde la vicepresidenta de la Ciudad, Gloria Rojas, cogió la antorcha de fuego y lo echó sobre esta figura. Se trata de una parodia de un cortejo fúnebre y sirve para decir adiós a la vida anterior, en la que pudo haber deslices. El fuego quema todo eso y da paso a una vida nueva de cara a la Cuaresma y al miércoles de ceniza. Cuando comienzan los cristianos a preparar la Semana Santa. Serán 40 días de recogimiento, reflexión y abstinencia, pues hay que hacer vigilia y no comer carne, al menos los viernes.
Pero, ¿por qué se saca a una sardina y se le acompaña con un complejo fúnebre? Son muchas las teorías que hay alrededor de esta tradición. Hay historiadores que marcan que la tradición del Carnaval viene de Grecia y otros que los sitúan en otras épocas, pero hay expertos que indican que Carlos III ordenó llevar sardinas para celebrar el carnaval en el XVIII y como hizo calor, el pescado se estropeó. Olía tan mal que el rey optó por enterrarlas y de ahí se cree que puede nacer que se queme una sardina para cerrar esta festividad.
Sea cual sea su origen, fueron decenas de personas las que aguantaron en la noche de ayer hasta que la sardina salió ardiendo frente al Palacio de la Asamblea. Fue una forma de despedirse de una de las fiestas más alegres que se pueden celebrar. Amigos y familiares de la sardina velaron sus restos hasta que no quedaron más que cenizas sobre la carretera con lágrimas de mentira.
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