Melilla ha recibido con los brazos abiertos a la reina emérita Sofía, que ayer se desplazó a la ciudad para interesarse por el funcionamiento del Banco de Alimentos que dirige Pedro Paredes. Todo el mundo sabe que doña Sofía es una clara defensora de las cuestiones sociales, que siempre ha colaborado en campañas y acciones que beneficien a los más vulnerables de nuestra sociedad y que por eso no es extraño que haya querido ver personalmente cómo es la situación de esa entidad en este rincón de España.
Las redes sociales se llenaron ayer de comentarios a favor de este viaje. Se contaban por centenares los mensajes de bienvenida y muchos de ellos ponían de manifiesto el respeto y el apoyo de los melillenses a la reina emérita, a la que se lanzaban piropos y se resaltaba su buen hacer durante su etapa como monarca consorte en España.
Sin duda, es una extraordinaria noticia que doña Sofía haya estado en Melilla. Es hora ya de que se normalice la relación de la institución monárquica con esta ciudad y nada sería mejor en ese sentido que contar con la presencia de Felipe VI, venga o no acompañado por Letizia, que eso, desde el punto de vista político, no tiene la menor importancia tampoco.
Dice el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que España y Marruecos mantienen las mejores relaciones de la historia entre los dos países. La pregunta sería, entonces, ¿no se podría aprovechar semejante luna de miel hispano-marroquí para que el jefe del Estado español visite la ciudad? Si los acuerdos de Rabat del año 2022 establecían que no habría ataques a la soberanía española sobre Melilla, ¿por qué no se organiza una visita del Rey a los melillenses?
Esta ciudad ha demostrado siempre una lealtad inquebrantable a la corona, a pesar de los desplantes o en ninguneo que ha padecido en más de una ocasión. Sin embargo, la presencia de Juan Carlos I junto a Sofía en 2007 fue una explosión de alegría; miles y miles de ciudadanos se echaron a la calle, bandera en mano, para festejar semejante visita. La Plaza de España era un hervidero, los ciudadanos se agolpaban en las calles por donde pasaba el séquito y volvió a poner de manifiesto que si un rey quiere darse un baño de multitudes, debe venir a esta tierra.