Esto se nos fue de las manos. Vamos de ficción en ficción. No nos basta con aparecer en Internet con el rape a la Rusadir como plato típico de Melilla, pese a que en esta ciudad no hay restaurante que sirva esa exquisitez a diario, entre otros motivos, porque no es barata.
Así que la leyenda urbana de que era una receta de los antiguos pescadores de Melilla igual no es exactamente así. Se admiten matizaciones ahora que esa flota pesquera ya no existe. Los que lo hemos intentado sabemos que para hacer el rape a la Rusadir hay que rascarse el bolsillo y pagar el pescado importado de la península.
Pero bueno, ahí está en Google, con decenas de entradas dedicadas a nuestro rape a la Rusadir. Sin embargo, no es el plato de Miguel Benítez el que hemos llevado a Fitur. Ahora resulta que el plato típico de Melilla es una elegante corvina a la plancha sobre un manto de verduras y sin la salsa verde de perejil que aquí le ponemos a todo.
No quiero ser aguafiestas, pero si alguien pica en Fitur, enloquece de la noche a la mañana y viene a Melilla de visita, se va a enfadar cuando aterrice y no encuentre la corvina a la plancha con verduras en 13 kilómetros cuadrados a la redonda.
En Melilla básicamente hay unanimidad en que el plato típico de esta ciudad son los pinchitos y no entiendo cuál es la vergüenza que nos da decir que sí, que aquí comemos pinchitos, que son populares; que se hacen en todas las terrazas y que nos gustan.
¿Qué problema hay en compartir la gastronomía bereber de esta ciudad en Madrid? ¿De verdad vamos a echar un pulso a quienes llevan años haciendo corvina a la plancha con verduras?
Es cierto que el plato es sano y de buen ver, pero en Melilla no hay tiendas de Gucci ni tenemos un barrio de Salamanca. Somos de los pocos puntos de España donde sobrevive el combo de bebida y tapa, pero con pescaíto frito. Es así y renegar de ello es hacer el ridículo sin necesidad.
Es una broma macabra ver que en el stand de Melilla en Fitur exhibimos cajas de pimientos y verduras, cuando aquí no sembramos ni en los huertos escolares. Señores, la gente cuando va a Santo Domingo espera encontrar y beber ron. ¿Por qué vendemos en Madrid lo que no somos en Melilla?
No tenemos verduras en esta ciudad. Es más, aquí cuestan el doble que en cualquier mercadillo de Murcia, Málaga o Almería. ¿Por qué queremos aparentar lo que no somos?
Yo entiendo que hay que esforzarse por traer visitantes a la ciudad, pero mentir no es la mejor vía. ¿A cuántos turistas vamos a engañar? ¿Cuántas veces creen que vamos a engañarlos?
Creo que hay que hacer proyectos realistas. He visto el vídeo de los bonos turísticos y sí, reservando con seis meses de antelación, se pueden conseguir buenos precios, pero en el actual escenario de inestabilidad laboral y sanitaria, la gente hace planes a corto plazo. Hoy estamos aquí y mañana no lo sabemos.
El grueso de la clase media española básicamente decide a dónde irse de vacaciones de verano después de la declaración de Hacienda y todos sabemos que justo en esa época del año, los billetes para viajar a Melilla cuestan un ojo de la cara. Si te piden 900 euros por un vuelo y la ciudad te hace una rebaja de 150, ¿quién que no tenga familia en Melilla y esté en su sano juicio se puede plantear visitarnos?
A estas alturas, querer competir con Barcelona, Murcia, Valencia o Madrid en el mercado del turismo de congresos es valiente, pero nos podemos sentar a debatir si es viable.
Ya lo hemos dicho en otra ocasión, sin una oferta barata de billetes y sin rebajas fiscales, estamos tirando el dinero miserablemente a la basura.
Hay que remontar, pero con proyectos creíbles. Hay que dejarse de vender humo porque no podemos improvisar infinitamente.
Tenemos estos días a varios representantes del Gobierno de Melilla en Fitur y los ciudadanos desconocemos el programa de actividades que tienen entre manos. Hay departamentos de la KGB rusa más abiertos que la Comunicación de la Ciudad Autónoma.
Se van a Fitur y ni ellos mismos conocen la agenda del día. Por eso cuando les toca inaugurar el stand de Melilla reinan en el público la distancia de seguridad y los acólitos.
No hay colas ni trasiego de visitantes en el stand melillense. Ni siquiera para probar la corvina con verduras. De verdad, ¿cuánto nos está costando que esta gente vaya a vender historias a Madrid?
¿Hay que ir? Sí, pero a vender Melilla, no su mejor versión del metaverso. Los melillenses estamos cansados del pampaneo. Dinero va y dinero viene y el resultado siempre es el mismo: aquí a día de hoy los únicos turistas extranjeros que se mueren por entrar en Melilla son los marroquíes y nuestro turismo nacional usa uniforme de policía o de guardia civil. Hay que asumirlo. Sin transportes baratos todo lo que esta gente vende no lo compra nadie.
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