Stephen Chbosky dirigió en 2012 la adaptación cinematográfica de su propia novela ‘Las ventajas de ser un marginado’. En ambas versiones, el autor proyecta una perspectiva positivista sobre los casos de marginación en los institutos y cómo estar solo en ciertos contextos y ser el único en algo tiene, faltaba más, sus cosas buenas. El principio, sin salir del ámbito académico, es aplicable a los jóvenes que llegan a Melilla como parte del programa Erasmus de movilidad. Son muy pocos y lo hacen casi por accidente, pero no por ello dejan de disfrutarlo y valorar las posibilidades que les ofrece la ciudad autónoma.
El caso de Giulia y Diletta es particularmente curioso. Ellas, naturales de la isla italiana de Cerdeña, no sabían a dónde venían. Literalmente. En su país de origen, estudian el equivalente nacional a Magisterio en la Facultá di Scienze del’Educazione de la Universitá de Sassari, institución que guarda convenios de movilidad con la UGR. “Nos dijeron que en la Universidad de Granada está la mejor facultad de Educación de España”, cuenta Giulia, quien añade que, durante el proceso burocrático correspondiente, ninguna de ellas vio que, al final de toda la denominación del nuevo centro al que iban a acudir, un paréntesis matizaba ‘Campus de Melilla’.
“Pensábamos que estaba cerca”, fue el primer pensamiento tras la adjudicación de la, en el caso de la ciudad autónoma y según su universidad de origen, “segunda mejor facultad de España”. Y puede ser que lo sea, pues uno de los aspectos con los que las chicas están más satisfechas es con el recibimiento y la ayuda que han recibido por parte del departamento de relaciones internacionales de la sede local de la UGR.
Los demás que citan cuando El Faro les pregunta son la tranquilidad de la ciudad, la sensación de seguridad en sus calles, la comida, el clima y especialmente la gente. “Cuando preguntas por un lugar, la gente te acompaña. Eso en Italia es impensable”, aseguran.
¿Y la parte mala?
Como ciudad Erasmus, a Melilla aún le queda un largo camino por recorrer. De entrada, carece de delegación de la ESN, Erasmus Student Network, una especie de organización sin ánimo de lucro que coordina actividades para los estudiantes de programas de movilidad y está presente en la mayor parte de destinos Erasmus de Europa. Sólo en España, hay 35.
Giulia y Diletta echan en falta alguna institución de este tipo que les facilite el contacto con el entorno y el resto de estudiantes extranjeros en su misma situación. Saben que en Enfermería hay algunos, pero aún no los conocen.
“No es una ciudad Erasmus” es la sencilla respuesta que dan cuando se les pregunta qué es lo que menos les gusta de Melilla y un irónico “¿Qué ambiente?” cuando la cuestión alude al ambiente universitario. Llegaron el 16 de septiembre y, desde entonces, no han echado nada de menos más allá de “un poco más de vida” en la noche y los días festivos. Diletta y Giulia se marcharán en marzo, así que ese es el plazo que tiene la ciudad autónoma para convencerlas de que se equivocan.
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