Imbroda salió en tromba el viernes contra el presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, que, en medio de la que está cayendo en Melilla, con los bares cerrados y la pandemia descontrolada, decidió coger un avión hacia Sevilla a resolver asuntos personales. Ha hecho bien Imbroda en denunciar la falta de empatía del presidente, pero se dejó en el tintero mencionar que De Castro no fue el único político que pegó la espantanda. Al menos otros dos cargos públicos han sido vistos arrastrando la maleta este fin de semana y en verano casi todos se cogieron unos días de descanso. En ese momento nuestra oposición no se opuso. Entiendo que sólo caben tres motivos: o estaban también de vacaciones o no se enteraron o hicieron la vista gorda. Cual de los tres, peor. Digamos, señor Imbroda, que estamos donde estamos porque tenemos los políticos que tenemos. Cuando uno entiende que tiene derecho a la vida privada siendo representante de una ciudadanía aterrada por un virus que nos mantiene en jaque y nos está devorando las empresas, entonces algo está fallando, sin dudas. En condiciones normales, y me refiero a un Gobierno de un solo partido, sostenido por una mayoría sólida, la salida de Eduardo de Castro de Melilla habría sido escandalosa. Pero en un tripartito donde un súperconsejero prepara una orden que obliga a cerrar los bares durante 15 días y la presenta en nombre del Ejecutivo sin que hubiera pasado antes por Consejo de Gobierno, es un incidente menor. Sobre todo, si comprobamos que la oposición no se ha leído la orden 4137 de 14 de octubre, emitida por la Consejería de Economía y Políticas Sociales, que en su artículo 8, relativo a la aplicación de las medidas adoptadas, dice textualmente que “los incumplimientos individualizados (…) podrán constituir infracción administrativa de conformidad con lo dispuesto en el Decreto Ley 7/2020, de 23 de julio por el que se establece el régimen sancionador específico por el incumplimiento de las medidas de prevención”. Tras leerlo, quedamos en shock. Primero porque hasta donde sabemos Melilla no tiene capacidad de emitir decretos ley y cuando, por curiosidad, uno revisa ese Decreto Ley se encuentra con que esa norma fue emitida por la Comunidad de Castilla y León. ¿En qué momento nos convertimos en una provincia o municipio castellanoleonés? ¿Por qué nuestras sanciones obedecen al ordenamiento jurídico de esa comunidad autónoma? ¿Es un error? ¿Es un plagio o un homenaje? Pero la oposición de Melilla no ha reparado en ese detallito y ese es el motivo por el que tenemos el Gobierno que tenemos. Cuando una oposición no está a la altura, se verán horrores. Y el PP nos ha abandonado a nuestra suerte. Está bien que denuncien la escapada de De Castro, pero estaría mejor si salieran en tromba a preguntar por qué sólo Melilla y Cataluña han cerrado los bares de manera drástica. Estaría, sin dudas, infinitamente mejor si confirmaran que la orden aprobada no pasó antes por Consejo de Gobierno y ya nos harían unos reyes si aprietan al súperconsejero y confirmamos que no falta a la verdad cuando dice que hay dinero para compensar a los hosteleros por estas dos semanas de cierre. Por otra parte, vamos a seguir hablando del presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, que también salió de Melilla el 12 de octubre en representación de los melillenses y su ausencia no significó entonces un peligro mayor. Es evidente que su imagen sufre un desgaste tremendo en Melilla. Por WhatsApp circula un vídeo de una entrevista en la que estuvo más bien torpe y esto viene a reforzar el runrún opositor de que tenemos un palurdo al frente de la Ciudad. Sin embargo, en Madrid lo ven con otros ojos y está considerado como el tercer presidente autonómico más elegante, sólo superado por el gallego Núñez Feijoó y la navarra María Chivite, según el ránking elaborado por el diario La Razón. De él destacan que con su estilo sencillo este año ha desbancado al nacionalista Íñigo Urkullu y le halagan lo bien que combina el traje y la moda sport. O sea, domina como nadie el armario “arreglao, pero informal”. Puede parecer una frivolidad, pero una se alegra de que por primera vez no salimos en los medios nacionales para destacar que tenemos medio Gobierno imputado por corrupción. En todo caso, creo que hace usted bien en denunciar la salida de Melilla de Eduardo de Castro. Todos conocemos el rencor infinito que le mueve, pero es legítimo. A ningún político serio en su sano juicio se le ocurriría poner por delante los motivos personales, por muy justificados que estos sean, al interés colectivo. Si lo pensamos bien, no ha pasado nada distinto de lo que venía pasando en Melilla en el día y medio que el presidente estuvo de viaje. Pero ¿y si hubiera pasado? ¿Habría llegado a tiempo? Como decía la madre de Pablo Escobar a su hijo: cuando vayas a hacer algo mal, asegúrate de hacerlo bien hecho. Pue eso. Creo que la inexperiencia política está pasando factura al tripartito. Llevan un desgaste que no es normal a falta de dos años de legislatura y con una oposición blanda, que ha pasado más tiempo buscando un pacto, que haciendo su trabajo: oponerse.
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