Opinión

525 años de Melilla: más española y amenazada que nunca

Representantes de la reina Isabel II de España y el sultán de Marruecos firmaron en Larache el 6 de mayo de 1845 un convenio para fijar la demarcación de la frontera de Melilla en terrenos cedidos a España a través de un tratado de paz que incluía indemnizaciones de guerra y la evacuación de Tetuán. Con las nuevas tierras cedidas se pretendía garantizar la seguridad de la plaza ante los ataques de los rifeños.

Pese a la existencia de los acuerdos firmados, los límites de Melilla no se empezaron a colocar físicamente hasta 1891. Las autoridades marroquíes aplazaron el cumplimiento de lo acordado e incluso incumplieron lo comprometido por escrito, dejando de indemnizar a los pequeños propietarios de Rif cuyas tierras quedaron, en algunos casos, dentro de la nueva ampliación de los límites de la ciudad.

Ese constante ceder ha marcado las relaciones bilaterales entre España y Marruecos que hoy, pese a lo que se diga oficialmente, no atraviesan su mejor momento. De hecho, estos días, en vísperas de la celebración del 525 aniversario de la españolidad de Melilla hemos tenido que tragar con el vídeo difundido por dos supuestos marroquíes, que desafían a la Guardia Civil asegurando que nuestras aguas son jurisdicción de Marruecos.

Desde el país vecino ponen en duda la nacionalidad de estos ciudadanos y dan por hecho que probablemente son españoles de la península (con doble nacionalidad) y sujetos inconscientes de las presuntas amenazas que se ciernen sobre España y Marruecos y que presuntamente vienen en camino. Desde Argelia, por supuesto. La culpa tiene que ser del eterno enemigo marroquí, ahora aliado de Putin.

Creo que no hay voluntad por la parte marroquí ni por la parte española para aplacar los ánimos y prueba de ello es que España no ha retomado la vieja normalidad en el tránsito fronterizo. Pese a que el Acuerdo de Adhesión de nuestro país al Tratado Schengen recoge textualmente que los trabajadores transfronterizos y los vecinos de Nador pueden entrar en Melilla sin necesidad de visado, una orden del Ministerio del Interior renovada este jueves limita el cumplimiento de lo fijado a nivel internacional.

Marruecos no nos deja otra opción. El acoso a Melilla ha ido a más desde la Marcha Verde fallida sobre Ceuta. Cuando creíamos que la implantación de piscifactorías en aguas españolas de las Islas Chafarinas era ya el colmo, llegó la reapertura de la frontera seguida del acoso a los propietarios de barcos españoles y ahora estrenamos la reivindicación marroquí de nuestras aguas. Eso por no hablar de la urbanización en terrenos de Beni Enzar que deberían respetarse por ser, de acuerdo a los tratados internacionales, 500 metros de 'tierra de nadie'.

A nivel oficial las cosas no van mejor. A través de la Agencia MAP nos hemos enterado este jueves de la reunión mantenida entre la directora del CNI español,  Esperanza Casteleiro Llamazares, y el director de Seguridad Nacional marroquí, Abdellatif Hammouchi. La difusión de este tipo de imágenes es poco común y, según el periodista Ignacio Cembrero, España esperaba que el tema fuera tratado con la discreción que se le presupone a la labor de los servicios secretos.

Pese a los compromisos contraídos en abril entre Pedro Sánchez y el rey Mohamed VI, las relaciones entre España y Marruecos siguen siendo turbulentas. Nunca antes los melillenses hemos tenido una sensación de desasosiego y abandono tan grandes.

La incertidumbre paraliza las inversiones. Hemos pasado de querer comprar casa en Melilla a querer venderla cuanto antes. La presión marroquí es superior al reconocimiento que la Unión Europea hizo el año pasado en torno a nuestra europeidad o el guiño que el presidente Sánchez nos hizo desde el Congreso durante el pasado debate del estado de la nación, recordando a toda España que el Gobierno no olvida a las ciudades autónomas.

Los grandes partidos no se pronuncian al respecto. Todavía no sabemos lo que opina el líder Partido Popular en torno a la presión marroquí sobre Melilla y Ceuta, más allá de la petición expresa de que quedemos bajo el paraguas de la OTAN por lo que pueda pasar.

España está tan preocupada por el precio de la cesta de la compra y de la factura del gas y la electricidad que no tiene tiempo de pararle los pies al Marruecos. Nuestro vecino es consciente de nuestra debilidad y no renuncia a su presión híbrida sobre Melilla.

En medio de estos tiempos tormentosos, hoy nuestra ciudad celebra 525 años de historia. Deberíamos haberlo festejado por todo lo alto. Nos habría gustado ver una Melilla engalanada para la ocasión; presta a protagonizar un desfile adelantado del Día de la Hispanidad.

En su lugar, tenemos una ciudad apagada, mortecina, con miedo a decir en voz alta que somos españoles y nos sentimos más españoles que nunca y eso hace que este 525 aniversario pase a la historia como una fecha tan gris como la celebración del centenario de Annual, que se nos escurrió entre las manos so pretexto de la pandemia.

Apuesto a que la decisión no es municipal sino que, quizás, desde las altas esferas se recomiende bajar el perfil de una celebración que escuece a nuestros vecinos, como si a nosotros no nos escocieran las piscifactorías, las patrulleras marroquíes en Aguadú o la facilidad con que cada vez se nos cuelan más emisoras de Marruecos en la radio del coche. Casi cuesta más sintonizar una emisora española que escuchar una marroquí.

Las crisis no se acaban de un día para otro. Sabíamos que la normalización de las relaciones entre los dos países sería gradual, pero lejos de avanzar parece que retrocedemos. Hoy, por tanto, no es un día celebración sino de reivindicación. No es más español quien más lo repite sino quien más lo demuestra. Por eso, al margen de los actos oficiales que celebre hoy el Gobierno, lo que de verdad necesita Melilla es un mensaje de tranquilidad y firmeza.

Somos conscientes de que corren tiempos difíciles para todos en todas partes, pero la facilidad con que Rusia invadió a Ucrania nos demuestra que la historia no ha terminado.

Si queremos seguir siendo lo que somos, tenemos la obligación de defenderlo. No tiene mucho sentido que mandemos a soldados de Melilla a Irak, a defender un trozo de arena en el desierto, y que renunciemos a escenificar la defensa de nuestra ciudad.

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