Quien piense que la Semana Santa de Melilla no tiene arraigo se equivoca. Desde primera hora de la mañana el olor a incienso impregnaba muchos rincones del centro de la ciudad. Los melillenses daban así la bienvenida a su gran semana para revivir durante los próximos siete días la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
A esa mezcla de incienso se unieron lágrimas, instantes de silencio, de risas y de emoción. Sin duda, uno de los momentos más esperados fue la entrada de La Pollinica y la Virgen María Santísima de Gracia y Esperanza al parque Hernández. Alrededor de las 12.00 horas, muchos melillenses ya esperaban expectantes la llegada de los tronos al emblemático parque. Equipados con teléfonos móviles y cámaras fotográficas intentaban hacerse con el mejor lugar para presionar el disparador y capturar los mejores momentos. Mari Carmen García era una de ellas. “Es uno de los momentos más especiales, debido a este entorno casi mágico”, apuntó señalando a las palmeras del parque, cubiertas por un raso cielo azul. Javier Martínez, acompañado de sus tres hijos y su mujer, iba abriéndose el camino entre la gente para que sus pequeños pudiesen ver de cerca las imágenes. “Es complicado cuando vas con los niños, pero ellos son los primeros interesados, por ello intentamos que vivan esta tradición de la mejor forma posible”, indicó.
No todos los que salieron ayer a la calle viven estos días con la misma devoción. Hay quien ve en la Semana Santa, más que una fiesta religiosa, “un auténtico espectáculo”. “Lo singular de esta semana es su capacidad de expresar el contenido religioso, de tal forma que todo aquel que participe en ella, independientemente de su condición religiosa, puede disfrutarla”, explicó José Sánchez. De hecho, en la avenida Juan Carlos I, algunos curiosos, de origen musulmán, asistieron al característico desfile de la Legión y el paso de los tronos.
Porque aunque es posible introducirse en la extraordinaria complejidad de la Semana Santa, uno puede limitarse a vivirla con todos los sentidos: Con el oído escucharán las indicaciones de los capataces, el movimiento de los palios, el murmullo y los aplausos efusivos de la gente, así como las melodías de las diferentes bandas. El tacto será para el roce de las túnicas de los nazarenos. El olfato para las nubes de incienso que se extienden por la ciudad. El sabor, póngalo a prueba con una buena torrija. Y la vista para una larga semana de pasión que no ha hecho nada más que empezar.
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