Melilla ha tenido una presencia muy activa en la Feria Internacional de Turismo de Madrid (Fitur). Pese a ser el encuentro más importante del sector en nuestro país, son muchas las voces locales que se han alzado esta semana para criticar nuestra presencia en el mayor escaparate turístico de España.
Pegas aparte, hay que estar en Fitur, independientemente de que nuestros problemas para atraer turismo dependen más del precio de los billetes que de las ganas que unos y otros tengan para visitar la ciudad.
Es cierto que tenemos el 'handicap' de que viajar a Melilla sin el descuento de residente en la ciudad autónoma desincentiva a cualquiera, habida cuenta de que hay destinos más golosos con mejor conectividad. Sin embargo, hay un punto diferencial a favor de esta ciudad, que el visitante no encontrará en ningún otro punto del planeta: lo emocional.
Hay una generación inmensa de españoles que hizo la mili en Melilla y seguramente querría regresar a visitarnos. Y esa es la generación que se va a Fitur y pasa por el stand de Melilla y recoge folletos sobre La Africana o el Desafío. No hay que perder la fe. Tarde o temprano terminarán viniendo.
El problema no es tanto de Fitur sino la caravana de palmeros que se apunta para acompañar a quienes de verdad tienen algo que decir y que aportar al futuro turístico de Melilla desde el recinto ferial de Ifema, en Madrid, donde hemos tenido en esta ocasión un desfile interesante de políticos de primera línea como la ministra de Turismo, Reyes Maroto; la presidenta del Congreso, Meritxell Batet o el portavoz en el Congreso, Patxi López.
Es un logro, sin dudas loable, que Melilla haya podido entrar en la Red de Medinas Andalusíes porque nuestra ciudad es una institución y hasta ahora o no se supo ver o no se supo creer en ella. El caso es que ya estamos dentro y ahora toca seguir trabajando en esa línea.
Los bonos turísticos, independientemente de que en estos momentos estén sin fondos y de toda la polémica que les ha acompañado esta legislatura, son todo un acierto y han traído turistas a Melilla le guste a quien le guste y le pese a quien le pese. Ahora hay que dotarlos de más presupuesto y seguir negociando con las líneas aéreas y las navieras para que viajar a nuestra ciudad no le haga un hueco en el bolsillo al visitante.
Hay que tener en cuenta que nos estamos recuperando de la crisis del covid y de los efectos devastadores del confinamiento en el transporte. Cuando creíamos que ya podíamos levantar la cabeza, llegó la guerra de Ucrania. No es lo mismo tener el aeropuerto Adolfo Suárez al lado, que estar en el norte de África, pero en Melilla sabemos levantarnos y recuperarnos. Lo hemos hecho siempre.
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