Opinión

Melilla bien vale una misa

De los 11 migrantes que pretendían llegar a Melilla el pasado viernes, cinco eran menores y seis adultos, de los cuales, cinco eran mujeres y uno era hombre. Una foto de la realidad del fenómeno migratorio que desborda nuestra capacidad de acogida y que tiene dividido en dos bloques a las fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados, con dos visiones enfrentadas de la situación. El bloque del PP, Vox y Junts per Catalunya, que votaron en contra del debate de la reforma de la Ley Extranjería para el reparto solidario y obligatorio de menores. Y el del resto de fuerzas políticas, incluidos los socios de Gobierno del PP en Canarias, Coalición Canaria, y el propio Gobierno del PP de Ceuta, que urgen una solución estructural del problema.

PP y Vox vuelven estos días a la ofensiva parlamentaria endureciendo su discurso en la materia. El primero presentó el martes una Proposición No de Ley para reforzar el control de fronteras. Los de Abascal han solicitado la comparecencia en el Congreso de los ministros de Interior, Inclusión y Exteriores, ante lo que califican de “invasión de fronteras”. Ambas fuerzas coinciden señalando a la migración como germen de delincuencia, y dirigentes de las dos formaciones, junto con la nueva ultraderecha de Alvise, volvían la semana pasada a criminalizar a todo el colectivo en declaraciones públicas y en redes sociales.

Ante la situación de colapso, el Gobierno de Pedro Sánchez y el Ejecutivo canario han redoblado la presión al PP para que acepte el reparto obligatorio de menores migrantes entre comunidades. Acordaron intensificar los trabajos a fin de obtener apoyos necesarios en el Congreso para una modificación legislativa del artículo 35 de la Ley de Extranjería que permita aliviar la congestión de recursos en las Islas, Ceuta y Melilla.

El Ministro de Política Territorial ha insistido en que el objetivo es construir una mayoría parlamentaria y ha anunciado que en agosto no se han suspendido las negociaciones con los grupos del Congreso. El titular de la cartera, el también canario Ángel Víctor Torres, cargó contra el Partido Popular: “espero que tengamos un partido, que es el mayoritario en la oposición, con 11 presidencias y que cogobierna Canarias y preside las ciudades de Ceuta y Melilla, que se coloque en el lado de la solución y no del problema, del acuerdo y no de las dificultades”.

¿Cómo puede ser que el PP, en esta materia, prefiera hacer una oposición destructiva, alineándose con la ultraderecha y la derecha catalana en su odio declarado a las personas migrantes y menores extranjeros sin adulto a cargo, antes que alcanzar una solución parlamentaria con el resto de fuerzas políticas en beneficio de los territorios donde gobierna? ¿Cómo se puede dar la espalda de esta manera a Melilla, que ya empieza a sufrir de nuevo la presión migratoria, principalmente de menores buscando una vida mejor?

El PP se debate entre ser un partido de Estado, ideológicamente moderado, que asume con responsabilidad y humanidad los desafíos del fenómeno migratorio, y de niños y niñas que llegan a nuestro país por pura supervivencia; o formar parte del bloque que erróneamente considera que su nicho electoral está al lado del odio. Una decisión que, no solo les corresponde como partido, sino a todos y cada uno de sus miembros, líderes autonómicos y representantes en parlamentos y asambleas, que esta semana se mostraban divididos en cómo abordar el reparto de estos menores que actualmente desbordan la capacidad de acogida en Canarias y Ceuta, y que urgen de una solución territorial solidaria.

De todos es conocida la expresión: “París bien vale una misa”. Frase que se le atribuye al primer rey Borbón que tuvo Francia, Enrique IV, quien también fue rey de Navarra, y que tuvo que convertirse de nuevo al catolicismo en una misa solemne para ser reconocido rey. Es una expresión que indica indiferencia en las convicciones u obrar por conveniencia saltándose toda convicción y que decimos, en concreto, cuando queremos indicar que no importa realizar algo que no queremos o va contra nuestras ideas si eso puede reportarnos un gran beneficio.

Esta es la tesitura en la que se debe encontrar en estos momentos cualquier miembro del PP, entre actuar con responsabilidad y humanidad o satisfacer la elección del odio que enarbola la ultraderecha. Desde aquí, le pido a nuestra Diputada por Melilla que prime los intereses de su tierra y que, la próxima vez que se vote en el Congreso este asunto, haga lo que haga su partido, vote por el bien de los melillenses y emule al rey francés. Melilla bien vale una misa.

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