Opinión

Mascotas

Forman parte de nuestra vida, de nuestras emociones, sentimientos y circunstancias. Soportan y comparten la soledad y la desazón, tanto como la alegría y el estímulo. Tan solo y a cambio, piden sin palabras la atención y el cuidado mínimos para ofrecerlo todo, todo lo que tienen. Esperan pacientemente el regreso y este siempre es festivo. Mascotas que se van demasiado pronto debido a su corta vida, pero esta, para quien les protege y cuida, siempre es intensa e incondicional de principio a fin.

España ocupa el triste honor del país europeo con mayor abandono y, por ello, maltrato animal. Por diversos motivos, se suspende en ese indispensable componente de la condición de la persona: el factor humanitario en la protección y cuidado de los animales, especialmente es los de compañía. No faltan otros ejemplos de cómo llegar al esperpento y la diversión a costa del daño. Los llamados “bous carrer”, la suelta de toros, empitonados de fuego, atados para ser apalizados o arrojados al vacío o al agua, colman una maraña de llamadas “tradiciones” de difícil encaje en la razón humana.

Interesante sería comprobar la reacción de soltar a la carrera a algunos o algunas con llamaradas en la punta de las orejas y sin posibilidad de zafárselas mientras el rebaño jalea.

Ante este debate del porqué del ranking en el abandono y maltrato, siempre permanece viva la cuestión de las “corridas de toros”, la lidia. La lucha y muerte es defendida por tradicionalistas como parte de nuestra identidad. Desde el respeto a quienes esa defensa la hagan por convicción, hay otra parte interesada en convertirla en arma arrojadiza política contra quienes no quieren la tauromaquia por ser símbolo de sufrimiento animal. Incluso se les afea de ser menos España, díscolos del amor patrio. Es curioso cómo, entre los defensores de la llamada “Fiesta Nacional”, hay quienes y por ocasión, parece como si no hubiesen salido nunca de la plaza ni abandonado el capote. Diferenciarse del adversario (aunque hoy en día son más enemigos que adversarios los existentes) incitar el aplauso incondicional de los acólitos y que estos sigan alimentando la egolatría, curioso.

Muchos pequeños animales, gatos y perros, se ven abandonados en nuestras calles, demasiados a merced de la compasión y el potencial humanitario de protectoras, entidades privadas o personas individuales que les procuran una mínima dignidad. Solo, a veces, alguna franja de luz asoma cuando en la búsqueda de la notoriedad mediática se anuncian programas institucionales de atención y que suelen quedar en los flashes, imágenes y palabras del momento para “cumplir” con ese capítulo.

Cuidar de las mascotas y en quienes pueden ser motivo de adopción mediante una dedicación razonable, necesitan poco, hace más humanos a quienes portan esa condición y esa responsabilidad por la misma. La única tradición ajena a la controversia, por otra parte, es la de la ciudadanía, no uniforme en la fe pero si igual en valores. Es solo una opinión.

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