Un grupo de once jóvenes de Madrid, Asturias, Valencia, Navarra y Aragón participa en un campo de trabajo sobre arqueología que ha desarrollado la Viceconsejería de Juventud.
No tenían ni idea de arqueología. Para ellos era esa actividad que salía en las películas de aventuras y que tiene que ver con recuperar cosas antiguas. Cuando llegaron a este campo de trabajo aprendieron que los arqueólogos se levantan temprano. Trabajar al aire libre se convierte en una tarea pesada si el calor aprieta, así que es preferible desayunar pronto y ponerse bajo el sol antes de que llegue el medio- día. Con pantalones cortos y fuertes botas han caminado por lugares que muchos melillenses no conocen. Quitando malezas, barriendo el terreno y picando con cuidado en el suelo han ido descubriendo cómo la tierra guarda en su interior parte de la historia de los melillenses. En una semana, han aprendido que la arqueología no son las aventuras de Indiana Jones, sino el trabajo duro de expertos que logran encajar las piezas del pasado de los melillenses.
Los fuertes de Victoria Grande, Victoria Chica o del Rosario son un conjunto de piedras que pasan desapercibidas para muchos ciudadanos. En cambio, para este grupo de jóvenes forman parte de sus vivencias gracias a la experiencia que han tenido en el campo de trabajo. Se trata de una iniciativa que se ha llevado a cabo por parte de la Viceconsejería de Juventud. Un total de once chicos de Valencia, Navarra, Asturias, Madrid y Aragón han compartido mañanas de excavaciones y tardes de visitas turísticas a la ciudad.
Estos jóvenes han estado trabajando junto al Fuerte de Victoria Chica. Su misión era localizar la base del garitón de San Bernardo, una especie de estancia militar que servía para vigilar desde las alturas todo el terreno. En los días de búsqueda han encontrado muchas rocas y piedras sueltas e incluso un esqueleto de un animal. No es que tenga mucha relevancia para los arqueólogos este hallazgo, pero ha permitido a los chicos conocer cómo se desentierra un esqueleto desde el punto de vista de la arqueología para conservarlo lo mejor posible.
Sara Fernández es la arqueóloga encargada de enseñar a este grupo las técnicas que se utilizan en las excavaciones. Explicó que estos chicos aprendieron a marcar una zona del terreno para iniciar los trabajos, delimitaron el lugar con picas y comenzaron a barrer y quitar las malas hierbas y los matorrales. Luego, comenzaron a excavar por capas para ver poco a poco cómo la tierra deja ver ‘sus secretos’. La mayor parte de los días de este campo de trabajo han estado en esta zona de Melilla. Aunque también han tenido tiempo de visitar uno de los almacenes donde se guardan las piezas que se han encontrado en otras excavaciones arqueológicas de la ciudad. De esta forma, se les han mostrado pequeños pedazos de cerámica y otros restos que los arqueólogos han clasificado para su estudio.
Las experiencias
Es curiosa la historia de dos chicas, Lucía Valdovinos y Elena Giménez. Las dos vienen de Huesca. Lucía tuvo que acampar, es decir, hacer noche en la calle para poder optar a una de las plazas de los campos de trabajo. Gracias a que Lucía estuvo en esta cola, Elena también consiguió un hueco en el proyecto de Melilla. Aseguran que la ciudad les ha sorprendido, pues no se la imaginaban así. Les ha gustado la experiencia y no les importaría repetir otro año.
Miguel Castillo es de Valencia y tiene 29 años. Le gusta trabajar al aire libre así que el programa de Melilla encajaba en su idea de campo de trabajo. Explica que lo que no le gusta de esta experiencia es que se reduzca a una semana, pues le gustaría seguir la excavación un poco más y continuar visitando más rincones de Melilla. Si tiene que destacar algo de la ciudad, resalta la hospitalidad, la amabilidad y lo servicial que es la gente. No se imaginaba que Melilla fuera tan abierta.
María Fernández asegura que en esta semana de trabajo ha cambiado mucho la imagen que tenía de la ciudad. Afirma que nunca se habla de Melilla en la península y por eso, es tan desconocida.
Álex Pérez de Asturias también está de acuerdo con María. Melilla no es una zona de España de la que no se tienen noticias, aunque “tenga su importancia”, apunta.
Para Roberto Rojo, de Madrid, la parte que más le ha gustado de esta experiencia es el trabajo en equipo. Estudia Turismo y aunque la arqueología no esté relacionada de forma directa con esta carrera, afirma que le ha aportado otra visión sobre la historia que le servirá en sus estudios.
Ximo Albors resalta que si no es por un campo de trabajo sería casi imposible visitar Melilla. A través de esta iniciativa ha tenido la oportunidad de aprender sobre arqueología, pero también ha descubierto la convivencia que hay entre las diferentes culturas que residen en Melilla y su centro modernista.
Hoy este grupo se despide de Melilla. Se llevan una semana de aprendizaje, de risas mientras el sol les hacía sudar la gota gorda al excavar en la tierra, de paseos por el centro modernista, de baños en la playa de los Galápagos, su favorita, y de charlas con los melillenses, pues han comprobado lo hospitalaria que es la gente que vive en esta tierra.
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