Más de 70 mascotas (muchos perros, un gato, dos tortugas, un pájaro y un conejo) recibieron esta tarde la bendición de San Antón, santo protector de los animales, de la mano del vicario episcopal, Eduardo Resa, quien derramó sobre ellos el agua bendita para dar cumplimiento de nuevo a una tradición que se remonta en Melilla a cuatro años atrás. Fue entonces cuando Resa decidió cumplir con la bendición de los animales, primero invitándolos incluso a asistir a la Misa y ya estos últimos tiempos en la puerta del Sagrado Corazón, donde se ha instalado una imagen del santo.
Un goteo continuo de mascotas acudió a la iglesia para obtener esta bendición. Fueron, sobre todo, perros de razas distintas, sobre todo los de menor tamaño, pero también acudieron gatos e incluso un gran conejo, acompañados de sus dueños, en varios casos niños que acudían ilusionados al evento. La pequeña Lucía, dueña del conejo, que cuenta con tres años de edad, manifestó que acudió a la iglesia “porque queríamos bautizar” al animal, llamado Emión, y que quiere volver en otras ocasiones.
Ana vio en Facebook el anuncio del acto religioso y decidió acudir porque, según dijo, sus perritos “son como mi familia” y quería “que les cayera el agua bendita”. Era la primera vez que acudía a esta bendición tan especial. “Yo tenía entendido que el patrón de los animales era San Francisco de Asís pero lo vimos anunciado lo de San Antón y aquí estamos”, comentó la dueña de Candela y Joy.
Cristina y Rosa también era la primera vez que llevaban sus perras a este evento cristiano. “Queríamos que las bendijera el vicario porque las queremos mucho. Se han portado porque cuando ven a un perro se ponen horrible”, comentaron para añadir que hace unos años venían con otros perritos “que ya no están”. Las mascotas, Keire y Blanquita, recibieron el agua bendita y se marcharon tan tranquilas.
San Antón es un santo muy reconocido en la iglesia católica como fundador del monacato, según explicó Eduardo Resa. “Es un santo de los primeros siglos de la era cristiana y la iconografía nos lo representa muy mayor porque, según dicen, murió con 105 años y, sin embargo, su entrega al servicio de Dios y de los demás lo inició con 18 o 20 años.
Joven quedó huérfano de padre y madre, una familia hacendada. Oyendo un día el Evangelio de San Mateo sobre oír la voz del Señor sobre todas las cosas, entregó todos sus bienes y se retiró a vivir en soledad, fundando así la vida monástica, comentó el vicario.
Los biógrafos de San Antón dicen que, aparte de ser un profundo conocedor de las escrituras, llegó un momento en que no le hacía falta ni leerlas porque las conocía de memoria. No obstante, tuvo “unas tentaciones terribles” para que se apartara de la senda elegida y se cuenta que solo los animales les daban consuelo y alivio y le inspiraban su vida retirada. Y ahí surge la tradición como santo protector de los animales.
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