Este viernes nos enteramos por José Miguel Tasende, líder de Vox en Melilla, de un incidente ocurrido en las inmediaciones del puerto de la ciudad entre un barco de guerra marroquí y un buque de Balearia que intentaba atracar en la Estación Marítima local.
Según las Delegación del Gobierno no hubo más que "prácticas marineras habituales" entre las dos embarcaciones. En cambio Vox hizo hincapié en la gravedad de la situación y en la necesidad de defender la soberanía española de Melilla. Por su parte, el PP entró a última hora en la polémica para desmentir lo ocurrido en base a pruebas que no ha desvelado.
Desde Marruecos corroboran el argumento de Sabrina Moh, delegada del Gobierno, y aseguraron en declaraciones a El Faro que el acercamiento de la fragata marroquí al barco de Balearia, en el momento en el que éste maniobraba para entrar en el puerto de Melilla, obedeció a la intención de proteger al buque de pasajeros español.
Desde el otro lado de la frontera explican que Marruecos estaba desarrollando maniobras militares en aguas cercanas a Melilla y que el buque de guerra se acercó al Balearia para protegerlo de esas maniobras.
En un clima crispado como el que vivimos actualmente en el Magreb hay que tener muchísimo cuidado con este tipo de maniobras y de malentendidos. No voy a entrar a valorar si el incidente es tan grave como dice Vox, tan normal como apuntan la Delegación del Gobierno y fuentes marroquíes o que ni siquiera existió como dice el PP.
Pero me preocupa que en el contexto actual se produzcan este tipo de situaciones propensas a tensar las relaciones, a alarmar a la ciudadanía y, lo peor de todo, que pueden alejar aún más, si es que eso es posible, la normalización de las relaciones entre España y Marruecos.
Vaya por delante que estoy a favor de la reapertura de la frontera aunque creo que debería hacerse con las garantías necesarias para saber quién entra y quién sale de esta ciudad. Sólo así detectaremos si una mujer entra con un niño y regresa sola a Marruecos, dejándonos a su hijo de regalo cerca de La Purísima.
Sólo así se puede cribar y dejar pasar únicamente a quienes vienen a trabajar o de compras y vuelven cada noche a su casa. También así se puede detectar a quienes cobran ayudas en Melilla, pero viven en Marruecos y sólo entran una vez al mes a la ciudad. Si eso no se puede hacer en Madrid, tampoco debe permitirse en Melilla.
Volviendo al incidente o no-incidente del viernes, quiero recordar que en Melilla hemos tenido barcos de la Armada, como el Intermares A-41, que en junio pasado hizo escala de tres días en nuestro puerto. Más cerca tenemos el desfile militar que organizamos por el centenario de Annual este 16 de octubre. Entiendo que ninguno de estos dos acontecimientos gustaron en Marruecos.
Tampoco nos gusta a nosotros que un país como Marruecos, con 3.500 kilómetros de costa, tenga que organizar maniobras militares pegado a la frontera de Melilla. Se puede interpretar como un gesto hostil, pero hay que admitir que es también un ejercicio de su soberanía.
En todo caso estamos ante un incidente o no-incidente feo, por llamarlo de alguna manera. No está el horno para bollos y tengo la sensación de que Marruecos está desbocado. Se vino arriba con el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental por parte de Donald Trump, un presidente de Estados Unidos que pasará a la historia por haber culminado su mandato con un asalto al Congreso estadounidense, hasta ese momento, un templo desde el que se daban lecciones de democracia al mundo entero.
Nosotros, los españoles, queremos paz y estabilidad en la región pero a juzgar por el discurso de Mohamed VI en el 46 aniversario de la Marcha Verde, Marruecos va a apostar por el distanciamiento con nuestro país al menos hasta que haya un cambio de Gobierno.
El rey de Marruecos presiona para que nos sumemos a los 24 países (la mayoría africanos) que han abierto embajadas en el Sahara Occidental, pero en el fondo esto tiene que ver con Podemos y con su apuesta pública por la causa saharaui.
Mientras los comunistas formen parte del Ejecutivo español será difícil avanzar hacia la normalización de las relaciones bilaterales. Pero cuando eso ocurra, que no se nos olvide pedir la dimisión de Nasser Bourita, el ministro de Exteriores marroquí, que ha hecho gala de su beligerancia hacia España hasta el punto de negarse a cogerle el teléfono a la ex embajadora Arancha González Laya.
Mientras tanto, cada vez gana más fuerza la corriente que en Melilla apuesta por mirar hacia Europa, de espaldas a Marruecos. De la misma forma que los empresarios dedicados al tránsito fronterizo han perdido dinero en este año y medio de cierre, hay otros a los que les ha ido bien y no quieren que las cosas vuelvan a ser como antes.
Ignoran a los miles de melillenses con familias, amigos o propiedades del otro lado de la frontera que no sólo quieren sino que, además, necesitan que reabra la frontera.
Creo que ante la situación de crispación que se vive en el Magreb, nosotros como país con una democracia consolidada, tenemos que mantener la calma, las formas y la estabilidad en la región. Dos no se pelean si uno no quiere. Marruecos tiene que tener claro que no queremos conflicto. Y eso tiene que notarse en Melilla y, además, es responsabilidad de nuestros responsables políticos.
Si Marruecos quiera dar el primer paso, que lo dé. Nosotros ni vamos a darlo ni vamos a caldear el ambiente para que eso ocurra. Pero la paciencia tiene límites.
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