PoR fin la Confederación de Empresarios de Melilla (CEME) ha decidido poner contra las cuerdas al Gobierno de España. Les ha costado tres años tomar la decisión de escribir al Ministerio de Exteriores en Madrid y contactar al Consejo de Europa para poner en conocimiento de ambos que Marruecos se salta deliberadamente los tratados de buena vecindad que tiene firmados con nuestro país. Ahora es que se dan cuenta de que Rabat nunca ha suspendido el intercambio de mercancías con España y Europa sino que se ha limitado a marginar a Melilla con el objetivo poco disimulado de asfixiarnos económicamente. Ha costado, pero han dado el paso que tenían pendiente desde hace tres años. Nuestros empresarios creyeron que el grupo de trabajo creado por España y Marruecos podría conseguir algo. Tras la primera reunión entre funcionarios de ambos países, se sabía que esto no iba a ninguna parte. El tiempo nos ha dado la razón. Ahora, por fin, Melilla ha entendido que si quiere que nuestra bandera siga ondeando en esta ciudad, tendremos que pelear en Europa lo que el Gobierno de España no considera una prioridad. Las primeras reacciones no se han hecho esperar. En Nador circula un meme con la noticia del cambio de postura de la CEME, pidiendo a Europa que obligue a Marruecos a restaurar las importaciones por la aduana de Beni Enzar, y una inscripción en letras rojas que dice: “El chiste del día de hoy en Melilla”. Si nuestros eurodiputados hacen su trabajo, la risa durará poco en Marruecos. Europa tiene que entender que lo que está en juego en la frontera Sur no es sólo una disputa territorial entre dos países aliados sino una batalla por desplazar las fronteras europeas a territorio continental. Esto no va de españoles y marroquíes sino de europeos y magrebíes. Melilla y Ceuta son hoy diques de contención de la inmigración irregular y eso a Marruecos no le interesa. Rabat quiere ser el único gendarme de África y le molesta la competencia. Sueñan con hacerse con todo el dinero que España envía a Melilla cada año, a cambio de vigilarnos las costas para decidir cuándo abren el grifo y cuándo lo cierran. Esto no va sólo de símbolos. Lo hemos dicho muchas veces pero no vamos a cansarnos de repetirlo. A esta situación no llegamos empujados por el coronavirus. Esto empezó cuando permitimos que Marruecos se adueñara de la tierra de nadie, que debió ser siempre territorio neutral. Esto se remonta a 2013 cuando oficiales de la Marina Real marroquí mataron a Emin y Pisly; cuando los mejanis se metían en la valla a echar una mano a la Guardia Civil, pisoteando nuestra soberanía; cuando incluso una lancha marroquí se adentró en el puerto persiguiendo a narcotraficantes. Esto en tiempos del PP en Madrid y Melilla fue un cachondeo. Los mismos protagonistas de esa infamia ahora se dan golpes de pecho apelando a la desmemoria colectiva. Prohibido olvidar. Mentiríamos si dijéramos que con el PSOE en Melilla y en Madrid han ido mejor las cosas. Haciendo gala de una ingenuidad imperdonables, desde la Delegación del Gobierno intentaron quitar hierro al cierre de la Aduana de Beni Enzar. No vieron en su momento, por ceguera e incapacidad política, que Marruecos estaba dando rienda suelta al hundimiento de nuestras exportaciones y, por tanto, de nuestro puerto. La novatada nos ha costado muy cara. Hoy los ingresos por IPSI se han desplomado en la ciudad y nuestro puerto es el que menos actividad registra en todo el país. Por increíble que parezca, Marruecos nos ha borrado del mapa. Estamos en medio del Mediterráneo y por aquí tiene que pasar todo el mundo, pero nadie nos ve. Nadie mira ni hace escala en Melilla. ¿Por qué? Porque somos un embudo taponado. Lo que entra en esta ciudad no tiene manera de salir de ella. Quienes soñaban con ofrecer a China una entrada a África con garantías, a través del puerto de Melilla, están hoy sin ases en la manga. Marruecos se encargó de cortar esa posibilidad. Si los chinos quieren llegar con sus productos de bajo coste al centro de África tendrán que hacerlo a través de Beni Enzar o Nador Med; tendrán que someterse a la corrupción endémica y la inseguridad jurídica que supone descargar la mercancía en esos puertos. No lo harán. Una cultura de la rectitud no se arriesgará a ser víctima del chantaje de gente que no sabe jugar limpio porque no respeta las reglas del juego. Sabíamos que el fin del comercio atípico llegaría tarde o temprano porque es intolerable que en Europa se dieran las escenas de mujeres cargadas con bultos que apenas podían sostener con sus cuerpos. No hablamos de normalizar esa situación. Hablamos de abrir la aduana y de exportar a Marruecos como manda la ley. Si no quieren comerciar con Melilla, en Rabat deberían tener claro que están renunciando también a comerciar con España y Europa. Ellos pierden más que nosotros. ¿Por qué no forzamos la máquina?
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