Los avisos de Marruecos no son nada gratuitos y lo hemos podido comprobar en los últimos días. No es casual que el pasado domingo más de cien marroquíes entraran en Ceuta, jugándose la vida, a nado, donde se han producido dos muertos y que por la noche se frenara un intento de asalto a la valla por parte de varias decenas de subsaharianos.
Esta actitud marroquí es ya histórica cuando tienen algún enfrentamiento con nuestro país o cuando desean realizar un aviso. Avisos que, de alguna manera, siempre tienen que ver con Melilla y con Ceuta. Ellos saben a la perfección que las dos ciudades autónomas son la parte más débil de sus relaciones con nuestro país. Es de lo que nunca quiere hablar el Gobierno español cuando se reúne con Marruecos y lo que Marruecos siempre enarbola cuando le interesa para su política exterior. Y en medio, indudablemente, los melillenses y los ceutíes y que, en definitiva, somos quienes padecemos todos estos problemas.
¿Qué ha sucedido en los últimos días entre los dos países? A lo mejor nos estamos equivocando, pero resulta que el Gobierno marroquí llamó a consultas al embajador de nuestro país en Rabat para hacerle ver su malestar porque el líder del Frente Polisario había sido trasladado hasta un hospital de Logroño para ser tratado al haber contraído el COVID. Eso no ha gustado para nada en el país vecino y a los pocos días, casi cuarenta y ocho horas después, vinieron las consecuencias. En el caso de Ceuta les salió bien esa presión y en el caso de Melilla se pudo frenar la entrada de subsaharianos por le valla.
Porque de otra manera no se puede entender, un aviso más que claro, que los agentes policiales marroquíes se cruzaran de brazos el domingo por la tarde y no hicieran nada para que los inmigrantes marroquíes llegaran a nado hasta Ceuta y que, por ejemplo, veinticuatro horas después frenaran, con todos los métodos a su alcance, nuevos intentos por parte de ciudadanos de este país que se sentían felices por intentar llegar hasta la ciudad autónoma después del éxito veinticuatro horas antes por parte de sus compatriotas. Y la prueba de este aviso por su enfado, lo único que había sucedido era esa atención médica al líder del Polisario, es que a partir del martes permitieron la entrega por parte de nuestro país, de madrugada, de los grupos de marroquíes que habían entrado a nado.
Primero sueltan la espita y miran para otro lado, un día después ya no dejan pasar a nadie y dos días posteriormente resulta que permiten el regreso con las respectivas órdenes de expulsión en la mano. ¿Cuál es la enseñanza? Que cuando lo deseen nos pueden complicar la vida, como en otras ocasiones lo han hecho con los subsaharianos. Normalmente han impedido siempre la entrada de los mismos a través de la valla, pero cuando les ha interesado para presionar han mirado hacia otro lado y han entrado cientos, ya sea por la valla de Melilla como por la valla de Ceuta.
Marruecos ha demostrado siempre que unas relaciones diplomáticas razonables con nuestro país son imposibles, porque dentro de su política exterior nunca les ha temblado el pulso para realizar el chantaje en plena acepción de este vocablo. Y la historia de los últimos cincuenta años está llena de ejemplos y de ejemplos, comenzando por chantajes muy importantes como fue la propia Marcha Verde, a los más recientes como el goteo de entrada de menores no acompañados hasta las dos ciudades asfixiando sus centros de acogida o su objetivo más reciente como es el estrangulamiento económico de las dos ciudades, iniciado por la eliminación del comercio transfronterizo u otras medidas como la complicación para que ciudadanos marroquíes vengan a Melilla y a Ceuta para realizar compras. Un estrangulamiento que permanecerá si en alguna ocasión se vuelven a abrir los pasos fronterizos entre las dos ciudades autónomas y Marruecos.
Lo del pasado domingo fue una nueva advertencia de lo que puede suceder si en algún momento el Gobierno español, sea del color que fuere, realiza algún tipo de movimiento político que no sea bien visto en Rabat.
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