Cultura y Tradiciones

"Marruecos no es un problema militar, pero sí es un problema para España porque no es un vecino amistoso"

Tras cerca de medio siglo dedicado a la Armada, el almirante Juan Rodríguez Garat es actualmente un reputado analista en materia de defensa y dedica buena parte de su tiempo a la divulgación. Acaba de publicar 'Tambores de Guerra', un libro que abarca todos los aspectos de la Defensa Nacional en tres partes diferenciadas.

El Faro ha hablado con Rodríguez Garat para conocer en profundidad su obra, pero también para saber de primera mano cuáles son los problemas más acuciantes en el entorno geopolítico nacional e internacional en unos tiempos convulsos en el panorama mundial.

“El libro se divide en tres partes. La primera de ellas, nos explica qué razones históricas nos han llevado hasta la situación de relativa indefensión en la que estamos, así como los factores de esa indefensión reflejados en lo que el pensador prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz denomina la trinidad de la guerra. Se trata de un triángulo, en el que se considera la capacidad de liderazgo del Gobierno, el conocimiento de la cultura de defensa, la conciencia y defensa del pueblo, así como la calidad del material y personal de las Fuerzas Armadas”.

Un triángulo, tres puntos de vista y cualquiera de ellos da como resultado que España “es deficitaria porque tenemos gobiernos con escaso liderazgo al igual que todos los gobiernos de Occidente. El ejército padece las consecuencias de 20 años de falta de inversión en los presupuestos de defensa que son los más bajos de la OTAN y, a pesar, de que han subido algo en los últimos años nos dejan, por así decirlo, en una frase de Sun Tzu que rezaba: “si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas”.

La segunda parte de 'Tambores de guerra' estudia cuáles son, hoy en día, los enemigos de nuestro país porque los hay.

“Creemos que no tenemos enemigos porque siempre se nos ha dicho que si no hacemos daño a nadie no nos harán mal a nosotros. Eso desde luego no es cierto y por ello se analizan los países que pueden presentar problemas de seguridad para España, empezando por Rusia que desde la invasión a Ucrania se ha convertido en el gran problema de la comunidad internacional lo cual ha provocado polarización, desorden y un rearme global. Todos estos factores nos llevan a considerarlo el enemigo más difícil que, en estos momentos tiene Occidente y, por lo tanto España. Después de Rusia está Irán que provoca toda esta inestabilidad. El Irán moderno fue creado en 1979 y el propósito de Irán es extender la revolución islámica y ese objetivo lo convierte en un país difícil de controlar dentro de la comunidad internacional. Respecto a China, este país no es un enemigo militar hoy por hoy, pero sí está creciendo enormemente. El problema es que China está invirtiendo mucho más en educación, en industria que ningún otro país y tiene un modelo de sociedad que es el comunista, aunque con rostro capitalista a la hora de abarcar la economía, pero es un modelo que no respeta los derechos humanos. Es un modelo expansivo que está intentando apoderarse de territorios marítimos en su zona lo que traduce en inestabilidad para el mundo”.

Sin embargo, el gran problema para España, aunque, para Garat no desde el punto de vista militar es Marruecos: “Marruecos no es un problema militar porque las guerras son complicadas, pero sí es un problema para España porque no es un vecino amistoso y es una frontera difícil no sólo para España sino para toda Europa. Se trata de una frontera entre norte y sur, entre la tradición cristiana y el islamismo que son dos formas distintas de entender el mundo y, por encima, con reivindicaciones territoriales históricas que, de vez en cuando, el Gobierno de Marruecos aprovecha para estimular a su sociedad, enfrentando a las ciudades autónomas en el norte de África”.

En cuanto a la tercera parte de este libro, su autor estudia en profundidad el poder militar actual de España y “cómo podría reconstituir sus programas de armamento, el cambio de modelo que pudiera ser necesario en las Fuerzas Armadas y, fundamentalmente, vuelvo a insistir, en cuáles son los talones de Aquiles del poder militar español. Ambos están en la sociedad”.

En este sentido, el almirante Garat subraya que: “hay una conciencia nacional que no se estudia en las escuelas. No toda la sociedad entiende qué es una nación y falta cultura de la defensa. No se trata de que la sociedad no conozca a las Fuerzas Armadas o que los militares tengamos el rechazo que había hace 30 ó 40 años. Al contrario, estamos muy bien valorados, pero la gente no entiende exactamente para qué tenemos un ejército, cuál es el papel de las Fuerzas Armadas, qué papel desempeñan las Fuerzas Armadas en las relaciones internacionales y, mientras estos factores no se solucionen, es difícil que España se convierta en un país poderoso. En nuestra sociedad hay mucho más miedo al exterior de lo que nuestros posible enemigos nos temen”.

El problema marroquí

Rusia o Irán se han convertido en posibles amenazas para España, pero un enfrentamiento entre España y Marruecos, ¿sería factible?: “el problema de Marruecos es diferente. Tenemos problemas políticos, pero la guerra es un escenario muy complicado. En el mundo actual, ¿quién es capaz de provocar una guerra? se pueden contar con los dedos de la mano. Puede hacerlo Rusia porque tiene el arma nuclear que impide que la comunidad internacional se una contra esa agresión, y tiene independencia. Rusia produce el material de guerra que necesita, vende petróleo y gas suficiente como para financiarse la guerra. Si Marruecos quisiera, que no es su intención, declarar la guerra a España seguiría sin tener armas nucleares, seguiría sin tener independencia estratégica a la hora de fabricar armas. Marruecos compra armas a los aliados de España, como Estados Unidos, o a aliados de Occidente e incluso a Israel, aunque en estos momentos no nos llevemos tan bien como debiéramos. La guerra es una cosa muy dramática, muy inusual. Ahora, de repente, como vemos una agresión a Ucrania parece que la guerra puede llegar mañana. La última guerra formal contra Marruecos fue hace prácticamente un siglo, fue una guerra de invasión de nuestros territorios y hay que recordar que el pueblo español es pesimista por desgracia y cuando mira a Marruecos lo mira con miedo. Recuerda el Barranco del Lobo y Annual, pero nos olvidamos del desembarco de Alhucemas con el que ganamos aquella guerra. Ya le digo, una invasión de carros de combate marroquíes en Ceuta y Melilla no va a pasar”.

La realidad es que, hoy en día, en Melilla existe un problema económico de gran magnitud con el cierre de la aduana comercial por parte de Marruecos que asfixia a esta ciudad y, por otra parte, no es menos cierto que Marruecos está modernizándose a pasos agigantados y también rearmándose: “España también está invirtiendo más dinero en defensa, aunque menos en porcentaje, España destina más dinero en defensa que Marruecos. El rearme de Marruecos es real, pero el nuestro también. El primer objetivo de Marruecos en política exterior es el Sáhara Occidental y eso le enfrenta a Argelia, pero nosotros tenemos una frontera mal trazada por la descolonización que perjudica a Marruecos. Al igual que ha habido espionaje del Gobierno marroquí a Argelia también lo ha habido a España. Marruecos se rearma porque tiene miedo de lo que pueda suceder con Argelia, pero si vemos el material que está comprando Marruecos no tiene cabida para un enfrentamiento en el Mediterráneo. En el desierto con Argelia, Marruecos no necesita fragatas antisubmarinas para enfrentarse a los submarinos. El armamento que adquiere Marruecos es para un combate en el desierto contra formaciones argelinas. Si analizamos el conjunto, cada vez que Marruecos quiere presionar a España abre la mano con la inmigración. A pesar de que se han hecho concesiones al Reino de Marruecos seguimos con esa espada de Damocles. Hoy en día llegan más personas a Canarias desde el Sáhara que desde Mauritania. Estas acciones no son amistosas, pero no llegan en absoluto a una confrontación militar y son acciones de las que aprovecha Marruecos ante la falta de firmeza del Gobierno español”.

Aunque Europa ha dicho en más de una ocasión que Ceuta y Melilla son fronteras europeas, Garat echa de menos más contundencia: “Ceuta y Melilla son fronteras europeas y contamos con el apoyo de la comunidad internacional, pero es verdad que se echa de menos más firmeza en la Unión Europea a la hora de abordar estas acciones de guerra híbrida que requieren soluciones políticas y no militares”.

Sobre la sensación de abandono que existe en Melilla respecto al Gobierno central e incluso respecto al resto de españoles, Garat opina que: “quizás tendrían más éxito los esfuerzos de la población de Melilla si en lugar de centrarse en la amenaza militar de Marruecos, nos enfocamos dónde existen esas acciones híbridas. En la península preocupa mucho más la inmigración que la cuestión fronteriza”.

Desde la invasión rusa en Ucrania, el mundo ha cambiado mucho y se ha “dividido no ya en bloques sino en banderillas. Si en Marruecos se produce una crisis como la de Libia con múltiples bandos y decide, con el respaldo de Irán, Yemen e incluso Argelia, bombardear a los barcos que pasan por el Estrecho de Gibraltar o lanzar cohetes sobre Ceuta y Melilla eso sí sería factible a largo plazo. Por ello hay que prevenir esa hipotética crisis a través de la política. Hay que ser firmes con Marruecos, hay que procurar que progresen social y económicamente para que se convierta en una plena democracia comparable a las europeas y hay que procurar ser firmes también cuando reivindiquen territorios. Y éste es un problema del Gobierno de España que debe mostrar firmeza y, si llegara el caso de ese cambio en el tablero internacional, si Marruecos atacase a las ciudades españolas del norte de África entonces sí se convierte en un problema militar. No es que vaya a pasar mañana, pero no estaríamos preparados. España, en este momento, tiene un problema importante y debe reforzar su defensa para que estas cosas por medio de la disuasión no sucedan”.

Europa y el ejército

En contra de lo pudiésemos pensar, hoy en día en Europa ningún país es una potencia militar: “lo que sucede en España ocurre en toda Europa. Hemos dejado de creer en la posibilidad de una guerra y desde el Pacto de Varsovia todos los países europeos se han ido desarmando y prácticamente conservan Fuerzas Armadas testimoniales. Evidentemente, Francia y Gran Bretaña tienen más poder militar porque tienen armas nucleares, pero el resto de Europa ha pecado de ingenuidad a la hora de afrontar el futuro y como Europa, además, se mostrado desunida en la mayor parte de los conflictos internacionales, el poder militar de Europa ha dejado de contar en el mundo. Europa querría parar la guerra de Ucrania, no puede, querría parar la guerra del gas, no puede, querría que los hutíes dejaran de disparar a los mercantes en el Mar Rojo, no puede. A decir verdad, desde el régimen chino, iraní o ruso lo que quiera Europa les trae sin cuidado”.

Y, Estados Unidos, ¿podría parar estos conflictos?: “la solución militar no es una varita mágica y cada vez lo es menos desde que afortunadamente se han prohibido los bombardeos masivos sobre ciudades. Estados Unidos puede poner todos sus portaaviones en el Mar Rojo que no va a frenar el conflicto. Lo mismo le sucede a Israel. Su poder militar es incuestionable, pero no ha conseguido ni siquiera, tras ganar la guerra en el Teatro de Gaza, que dejen de caer cohetes desde Gaza en Israel. Por lo tanto, la solución militar no es una varita mágica sobre todo cuando uno no se enfrenta a un estado organizado sino a otras formas de poder más sutil, pero despreciables como puede ser Hamás”.

“Evidentemente, Estados Unidos podría parar la Guerra de Ucrania, pero tendría que desplegar un par de brigadas en Ucrania para imponer la paz y Estados Unidos no está por esa labor, ni lo estará con el presidente Trump. Trump creo que hará un esfuerzo serio para que se sienten en una mesa a dialogar Israel y Palestina, pero no creo que lo consiga”.

La guerra entre Ucrania y Rusia ha marcado un antes y un después en el panorama internacional, dando como resultado una clara polarización: “durante estos años se ha pisado en la comunidad internacional la Carta de Naciones Unidas, el propio concepto de Naciones Unidas que es la multilateralidad para resolver los problemas. Una vez que se pisa no tiene arreglo. Tendremos que sufrirlo con paciencia hasta las cosas lleguen a su fin por el agotamiento de los contendientes. En lo que sí tendríamos que esforzarnos es que una vez que llegue la paz a estos escenarios deberíamos crear una estructura de seguridad y paz capaz de resistir a los autócratas a los que les compensa hundir el mundo a cambio de lograr su triunfo”.

Decíamos antes que la invasión rusa supuso un cambio de mentalidad y nos hizo creer en que una III Guerra Mundial podría ser posible. Garat, sin embargo, no ve factible este escenario: “la única diferencia entre el escenario actual y el de la II Guerra Mundial es el arma nuclear. El arma nuclear es lo único que nos mantiene en paz. En la II Guerra Mundial, los líderes de los países enfrentados no corrían peligro, por lo tanto mandaban a morir a los civiles. Cualquiera que decida embarcarse en una III Guerra Mundial sabe que a morir en ella y eso cambia mucho la situación. Estoy plenamente convencido que no se llega a liderar un gran país como Rusia o Estados Unidos con tendencias suicidas”.

Jubilación

Con 45 años, los militares son jubilados y su incorporación al mercado laboral es muy compleja. Sobre este vacío laboral también hablamos con Garat: “la edad es un problema para ir al frente con un fusil, pero no para ser profesor en una escuela o para reparar un sistema de armas. Lo que el modelo nuestro quiere es que ese soldado de Infantería que va con un fusil al monte a los 25 años se recicle y aprenda una profesión para convertirse en otra cosa cuando tenga 55 ó 60 años. Ese programa debería dar oportunidades a todos para que se mantengan más allá del ejército. Si no progresan en sus competencias se debe principalmente a la falta de estímulo de las Fuerzas Armadas. El primer escollo es el sueldo, pero también la falta de reconocimiento social y la aceptación en la misma. Sería muy positivo que, en un momento dado, un militar por el prestigio que tiene pueda pasar a la sociedad civil, a otra clase de trabajo y sea bien aceptado como ocurre en los países anglosajones".

 

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