El presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas, mantiene su defensa de la eliminación de la excepción del tratado Schengen que permite a los residentes en Tetuán y Nador entrar en Melilla sin visado. De la misma manera que melillenses y ceutíes entramos en Marruecos mostrando sólo nuestro DNI.
Vivas está convencido de que se tome la decisión que se tome, ésta tiene que ser consensuada con el Gobierno de España y con Melilla, que como todos sabemos, no está por la labor. El Gobierno local ha presentado un Plan Estratégico hasta 2029, que no sólo cuenta con Marruecos sino que apuesta por normalizar la relación transfronteriza cotidiana, con circulación de personas, trabajadores, visitantes de terceros países y turistas de origen marroquí.
Sin esperar a que el Gobierno de Melilla diga alto y claro si apuesta o no por pedir pasaportes en la frontera, en Marruecos han filtrado el globo sonda que apunta a que ellos tienen la intención de pedir pasaportes a todos los españoles aunque aclaran que los de origen rifeño y doble nacionalidad hispano-marroquí o residencia podrán entrar a Nador con la necua. Es algo contradictorio, porque Marruecos no reconoce la doble nacionalidad.
Ya de Marruecos no hay quien se crea nada. Estamos convencidos de que la desinformación es una de sus armas en la guerra híbrida contra Melilla. Por eso nos dicen hoy una cosa y mañana otra. Están jugando a volvernos locos.
Así nos han mantenido en vilo con la apertura de la frontera (aérea), que esta semana parece estar cerca porque el ministro de Exteriores, Nasser Bourita, dijo este lunes que quieren abrir el país al tráfico aéreo, pero quieren hacerlo con garantías.
No sabemos si entre esas garantías se incluirán nuevas acusaciones de falta de control sanitario como las vertidas contra España a finales de diciembre de 2021, cuando el Ministerio de Sanidad marroquí hizo público un comunicado en el que explicaba que optaba por Portugal en lugar de España para repatriar a sus nacionales atrapados tras el cierre de las fronteras tras haber constatado que nuestro país no estaba aplicando controles estrictos en los aeropuertos.
El ministro de Exteriores de España protestó, pero al parecer lo hizo de la misma manera y seguramente con el mismo tono con que protestamos por la instalación de una piscifactoría en mitad de las aguas españolas de Chafarinas. Las jaulas siguen en su sitio, muy a pesar de las patrullas de la Armada.
El rey Felipe VI tendió hace poco la mano a Marruecos y la semana pasada se hizo en el pabellón marroquí de Fitur, la foto que no se tomó en el stand de Melilla. Y de momento, no hemos conseguido más que la promesa vaga de Marruecos de que reabrirá la frontera aunque pidiéndonos pasaportes a todos.
Básicamente Mohamed VI parece estar reivindicando la figura del rey emérito Don Juan Carlos, que conseguía el deshielo y rebajar tensiones a la velocidad de la luz, pero ahora, en el exilio, le dejan poco margen de maniobra. Igual en Rabat están esperando a que le dejemos entrar en acción para regalarle una victoria, que buena falta le hace.
Para cuando eso ocurra, si ocurre, ya estarán cambiados el nombre y los sellos de la Comisaría de la frontera de Melilla, que perderá el término "frontera" de su nomenclatura.
Se trata de una vieja reivindicación antiespañola que data de 2010 y que ha necesitado 12 años y una crisis monumental para salir adelante.
Cuando Marruecos aceptó que sus comisarías eran de frontera, legitimó la españolidad de Melilla y Ceuta. Es un caso similar a la instalación de la concertina en las inmediaciones del vallado fronterizo de nuestra ciudad. Nadie se monta un foso con cuchillas en mitad de su patio. Hacerlo es también reconocer que lo que hay a continuación del patio no es suyo. Tuvieron que elegir entre chovinismo barato y los cheques de Madrid y Bruselas.
Mientras en el Gobierno de España al ministro José Manuel Albares no le queda piel en las rodillas de arrastrarse ante Marruecos, Alemania, con menos esfuerzo, ha conseguido que la embajadora marroquí Zohour Alaoui regrese esta semana a Berlín.
La receta que propone Rabat parece simple: reconocer la marroquinidad del Sáhara. Pero todos sabemos que si les damos esta victoria, después irán a por Ceuta y Melilla, en ese orden.
Marruecos ha dicho que son lentejas y no sólo no quiere dar su brazo a torcer sino que, además, ya está haciéndole competencia a la naranja Navel, que compite con la española. Esto no tiene para cuándo parar. Rabat sigue adelante con su rosario de desafíos.
Hemos pasado de jugar en el mismo bando a hacernos zancadillas. Pero España tira la piedra y esconde la mano. Extranjería sigue sin resolver las renovaciones de trabajo a transfronterizos marroquíes atrapados en Melilla. Al no haber frontera, no puede haber transfronterizos.
Se ve que nos sale más rentable darles ayudas sociales que permitirles que se ganen un sueldo con su trabajo. Es duro de digerir, pero en el actual contexto de confrontación hasta se puede llegar a entender si nos encerramos con la consigna de que al enemigo, ni agua.
La pregunta es simple: ¿es Marruecos el enemigo?
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