La última campaña contra el contrabando se ha aplicado por el momento en Ceuta, pero el paso siguiente será Melilla, "si queremos ser lógicos con nosotros mismos y queremos llegar a la normalidad".
Así lo anunció a Efe el director general de las Aduanas marroquíes, Nabyl Lakhdar. En la primera entrevista concedida a un medio español tras el comienzo de la campaña -aunque él prefiere hablar de "medidas"- contra el contrabando el pasado octubre en Ceuta, Lakhdar da a entender que el contrabando ya no tendrá vuelta atrás, aunque entiende que "Ceuta y Melilla, o sus economías, pueden sufrir". Ceuta y Melilla -que para Lakhdar "no son fronteras" por tratarse de ciudades que Marruecos no reconoce como españolas- "no son ni han sido nunca pasos comerciales, sino de pasajeros": en este sentido, deben pasar a ser "como los aeropuertos", donde los pasajeros entran con bienes para su consumo personal a pequeña escala.
Lakhdar dio a entender que la prohibición de lo que los ceutíes y melillenses llaman "comercio atípico" ya no tendrá vuelta atrás, "salvo que vengan a ordenarme que se legaliza el contrabando". Si las medidas no se han aplicado aún a Melilla ha sido "para no crear problemas o una fuerte incomprensión (entre su población) de manera profunda", dado que en esa ciudad ya se comenzó con una primera medida de cierre de la oficina de aduana urbana en verano de 2018. Lakhdar explica el cierre de esa frontera por una cuestión de competencia entre los puertos: según él, el puerto de Melilla y el de Beni Ensar (en la periferia de Nador) están pegados el uno al otro, y es normal que Marruecos quiera promocionar el suyo. "Cuando me dijeron que no había línea marítima con Beni Ensar, yo mismo animé a los operadores a que las abrieran, y cuando así se hizo, ordené cerrar la aduana", para animar a los importadores a utilizar el puerto marroquí. ¿Cómo imagina Lakhdar el futuro una vez que haya cesado el contrabando? Apunta que las soluciones pueden pasar por "la industrialización de Ceuta y Melilla con productos complementarios a los de Marruecos", o convertirlas en ciudades turísticas "donde los marroquíes puedan entrar y salir". "No estoy en contra de nada, pero toda solución es para avanzar y no para retroceder", dijo.
El responsable sostiene que las medidas contra el comercio irregular "no tienen intencionalidad política" ni han sido coordinadas con la diplomacia marroquí, que a lo sumo ha sido "informada" de esas medidas, que -insiste- no consisten sino en la aplicación de la ley y los reglamentos en vigor. "Durante décadas hubo cierta tolerancia, incluso laxismo por nuestra parte" -reconoce-, pero llegó un momento en que los empresarios marroquíes, tanto fabricantes como importadores, se quejaron de la competencia desleal que suponían los productos llegados de Ceuta y Melilla, "cuyo único valor añadido era que entraban sin pagar las tasas que los demás sí pagaban". "Imagínese: es como si yo, marroquí, encargo un contenedor de mercancías chinas y me las llevo a vender a Madrid, sin pagar tasas ni respetar las reglas. ¡Los españoles me sancionarían, por supuesto! Ceuta y Melilla han vivido (décadas) sobre la base de algo que no es legal", subrayó.
En primer lugar -destacó-, Ceuta y Melilla no tienen producción o industria local y todo les llega de fuera; pero además, el 80% de lo que llega a esas ciudades tiene como destino final Marruecos, representando un volumen anual de negocios de entre 15.000 millones y 20.000 millones de dirhams, equivalentes a 1.500-2.000 millones de euros.
El argumento de que el contrabando daba trabajo a miles de personas -9.000 transportistas en Ceuta y otros tantos en Melilla, según sus datos, sin contar los comercios que venden esos productos- es engañoso, pues "por cada puesto de trabajo en el contrabando se destruyen cinco en el circuito formal", subrayó.
Otras razones que justifican el fin del contrabando tienen que ver con la salud: muchos productos, incluidos alimenticios, entraban en Marruecos con una fecha de expiración cercana, y en pocos días esta fecha expiraba, aunque ha habido personas dentro de Marruecos dedicadas a borrar esas fechas o fabricar etiquetas falsas para ocultar las originales.
También en relación con la salud, Lakhdar justificó la prohibición de la entrada de pescado marroquí en Ceuta, señalando que era tolerable cuando se destinaba al consumo individual, pero no cuando ya pasa al circuito comercial "sin respeto de las reglas fitosanitarias". "Y la misma lógica, si no queremos caer en la esquizofrenia", debe aplicarse en adelante a las frutas y verduras, explica. "Son cosas que vamos a discutir a nivel interno y luego con las autoridades españolas" en el marco de "una reflexión colectiva", dijo, y adelantó que el próximo marzo tiene prevista una visita a Madrid para reunirse con su contraparte en la Dirección de Aduanas española, donde tratarán estos y otros temas.
Las medidas contra el contrabando no terminan solo en el porteo de fardos en la frontera, incluyen también todos los vehículos que entran en territorio marroquí con el maletero lleno de mercancía sin declarar y que en las últimas semanas empiezan a ser minuciosamente registrados, creando colas de varias horas en la frontera ceutí. "Es como si alguien viaja en un avión no con una ni con dos maletas, sino con cuarenta", señala de forma gráfica y volviendo de nuevo a la imagen del aeropuerto.
La legislación marroquí permite a un viajero entrar en el país con artículos nuevos por un valor de 1.250 dirhams (120 euros), pero los aduaneros aplican una cierta tolerancia "con un traje de 1.000 euros, por ejemplo, pero no con tres trajes", explicó, dando así una idea de cómo será el futuro en esas dos ciudades
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