Si algo no se le puede discutir al sátrapa que gobierna Marruecos, Mohamed VI, es su capacidad para oler la debilidad de los "gobiernos amigos" de España y, una vez constatada tal circunstancia, sacar tajada de la situación. Es algo que aprendió muy bien de su padre, Hassan II, que utilizó momentos muy bajos del régimen de Franco, en la postrimería ya del dictador, para asaltar el Sáhara con la famosa "marcha verde" y quedarse con ese territorio, hasta entonces perteneciente al Estado español.
Mohamed VI sabe que el Ejecutivo que encabeza Pedro Sánchez está muy gastado, débil, acorralado por casos de corrupción y que es incapaz incluso de sacar adelante leyes porque son sus socios los que marcan la agenda política del país a su propia conveniencia. Y como ha comprobado que puede hincar el diente en el cuello de los españoles sin consecuencia alguna, ha hecho presa y no va a parar hasta que consiga su objetivo.
¿Cuál es la meta de los marroquíes? Conseguir que la Unión Europea reconozca como única vía posible su plan sobre el Sáhara Occidental. Hacia ese fin van a dirigir los esfuerzos, sobre todo después de que el tribunal de la UE haya tirado abajo los acuerdos en materia de agricultura y pesca porque Marruecos los firmó sin el consentimiento previo de los auténticos dueños de la producción y los caladeros, que son los saharauis. Esa sentencia ha sido un jarro de agua fría para Mohamed VI, que está enfurecido y no alcanza a comprender cómo un tribunal puede fallar contra los intereses políticos de la propia Europa.
Es lógico que no lo entienda. En Marruecos el poder del rey es omnipresente y los jueces no osan ir contra lo que Mohamed VI anhela. Para el régimen alauita, resulta sorprendente que unos magistrados hayan dado carta de naturaleza a los derechos de los saharauis en contra de lo que los marroquíes habían suscrito.
Por eso ahora dice el rey que Ceuta y Melilla no tendrán aduana comercial hasta que España consiga que la Unión Europea reconozca oficialmente que se debe cumplir el plan de Marruecos para el Sáhara Occidental. Es algo como decir: 'si el Sáhara no es marroquí, Ceuta y Melilla no son europeas'.
Tampoco hay que perder de vista otra circunstancia detrás del incumplimiento de los acuerdos con España de hace ya casi tres años. Dotar a las dos ciudades autónomas en el norte de África de sendas aduanas comerciales sería tanto como reconocer, según dicen, la soberanía española en ambos territorios, cuya anexión nunca han dejado de perseguir las autoridades marroquíes.
Y ese es el verdadero y único motivo del por qué no existe ni existirá nunca un flujo comercial entre los dos lados de la frontera. No hay que olvidar que no solo se trata de las aduanas sino que tampoco permite un régimen de viajeros porque, para Marruecos, los límites de soberanía de España no están en Ceuta y Melilla sino en el sur de la península.
En definitiva, el reino alauita no hace más que jugar a favor de sus intereses mientras el Gobierno español, presidido por Pedro Sánchez, intenta hacer el menor ruido posible de cara a los marroquíes quienes, por cierto, tampoco han cumplido el acuerdo de control de la inmigración irregular, como bien recordaba el periodista experto en el Magreb, Ignacio Cembrero. Cierto es que Melilla no sufre ese problema como podía ocurrir antes, pero Ceuta y Canarias son el ejemplo claro de que Marruecos juega como quiere por la debilidad del Ejecutivo nacional.
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