Los mensajes de Mohamed VI que llegaron desde Marruecos el 20 de agosto y la felicitación del Día de la Hispanidad nos llevaron a creer que habíamos avanzado algo en la reconciliación con España. Sin embargo, el discurso del rey alauí de este sábado con motivo del 46 aniversario de la Marcha Verde nos ha dejado un sabor amargo y nos lleva a pensar que la reapertura de la frontera de Melilla no está a la vuelta de la esquina.
El jefe de Gobierno marroquí, Aziz Ajanuch, ha resumido para la agencia MAP el discurso del rey de Marruecos. En su opinión, Mohamed VI habló con "franqueza, claridad y firmeza".
De ser así, España ha recibido un mensaje contundente: si no hay avances en la postura respecto al Sahara Occidental, no formaremos parte de eso que Marruecos llama "socios internacionales leales". Para alcanzar esa categoría Rabat exige "posturas atrevidas y claras con relación a la cuestión de integridad del Reino".
A Marruecos ya no le vale que España mantenga su posición histórica. Quiere ir más allá y reclama "posturas" que contribuyan a la consolidación del proceso político, obviamente, a favor de la marroquinidad del Sahara.
El rey de Marruecos ha dejado claro que entiende por "socios internacionales leales" a los que junto al sector privado "llevan a cabo sus inversiones dentro de la claridad y la transparencia" en el Sahara. Entiendo que aquí cabe la postura de Francia, que la semana pasada dejó caer que el plan de autonomía marroquí para el Sahara le parece una apuesta "seria y creíble" y de nuevo, mensaje encriptado a España: o damos pasos en ese sentido, o no hay nada que negociar.
En más de una ocasión, Mohamed VI insistió en expresar "su consideración" a aquellos países con los que Marruecos tiene establecidos acuerdos y asociaciones y que entienden que el Sahara (él lo llama provincias del sur) "son parte indivisible" del territorio nacional marroquí.
En el discurso más que guiños hubo pullas a España. De hecho podríamos retorcer aún más las cosas si entendemos que al desear "desarrollo y prosperidad" a los cinco pueblos magrebíes, obvió una mención a España, que tiene dos ciudades autónomas en la región. Sería hilar fino, pero sabemos que estos discursos se leen, se releen y se tuercen y retuercen para decir sin decir. Para insinuar y fijar posiciones.
Mohamed VI no aludió directamente a España ni una sola vez. Probablemente por no sacar a relucir su patinazo al intentar una Marcha Verde fracasada sobre Ceuta. Mencionar el incidente es poco menos que reconocer el error que tanto daño ha causado a la imagen internacional del país.
Está en guerra con el Polisario; a punto de un conflicto bélico con Argelia e intentó invadir España. Marruecos se ha venido arriba en medio de una pandemia y una crisis económica global. Es como si en Rabat se estuvieran mirando a un espejo mágico que les impide ver cómo su gente huye despavorida en pateras e incluso intenta saltar la valla de Melilla o entrar a nado en nuestra ciudad.
Están tan pendientes del Sáhara que no escuchan la voz de la miseria en el Rif ni perciben que para Europa Marruecos es uno de los grandes emisores de emigración, además de un país de tránsito. Rabat ha pasado de ser la solución a formar parte del problema.
Quizás se cree que codeándose con Reino Unido, Israel y Estados Unidos conseguirá que en cumbres internacionales lo traten como Biden. No hay británicos, israelíes ni americanos en pateras. No son lo mismo.
Nadie se marcha en patera de los Estados Unidos. Para ser grandes hay que empezar por serlo con tu pueblo. En Melilla necesitamos la frontera abierta, pero no a cualquier precio.
Nuestro Gobierno deberá decidir si flexibiliza o no su postura con el Sáhara, pero las demostraciones de fuerza no son el camino. La vía del chantaje que está utilizando Marruecos es inaceptable.
¿Qué discurso habría dado el rey de Marruecos si la marcha sobre Ceuta hubiera prosperado? ¿Qué habría hecho si Europa no hubiera saltado inmediatamente a defender su frontera sur?
Ya nos habían llegado comentarios desde Marruecos apuntando a que Rabat apostará por un desafío a la Unión Europea y por alianzas alternativas. Hay que ir trabajando con esa hipótesis porque si eso es así, si la doctrina marroquí respecto a las ciudades autónomas no se mueve un ápice y sigue fija en torno a la asfixia económica, hay que cambiar la estrategia con nuestro vecino.
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